1. Malditas pelirrojas.

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-Ya te lo he dicho, Albus. Eres un idiota.

Sin soportarla ni un segundo más, rodé los ojos. Estaba cansado de escuchar siempre la misma historia y más que nada porque sabía que ella tení­a razón: Paris tenía toda la razón del mundo aunque me doliera.

Aun así­, no dije nada. No iba admitírselo.

-¿Y tú Lily, qué opinas? -inquirió, mientras untaba una papa frita en kétchup.

-¿Mmmm?

Aun tecleando en el maldito celular muggle que el abuelo Arthur le había regalado, mi hermana alzó apenas la vista hacia mi mejor amiga, la cual soltó un suspiro frustrado. Hablar con Lily desde que tenía ese aparato había sido una misión imposible, y sólo habí­amos podido sonsacarle dos únicas palabras en todo el verano.

-¿Qué es lo que opinas sobre lo de Albus?

-¿Qué cosa de Albus?

Habíamos estado hablando hace media hora de mi problema y mi querida hermana aún no parecía enterarse.

-¡De lo que hizo! -chilló Paris-. De besar a Theresa Flint.

-¡¿Besaste a Theresa Flint?!

Con sus ojos cafés idénticos a los de mi hermano, abiertos de par en par, Lily me miró fijamente. Al parecer, ahora sí que había podido soltar el maldito celular, sólo para poder regañarme, tal vez... o tal vez no. Seguro que tendría la misma reacción que James: ambos eran iguales.

-Sí­, Lilianne, rayos -renegué-. No grites ni armes escándalo que nos echaran.

Era una cruel mentira, dado que no estábamos en más que un viejo local muggle de comida rápida y... chatarra. Obviamente, el lugar favorito de Paris.

-No lo puedo creer -exclamó exageradamente, comenzando a agarrarse de los pelos con ambas manos-. ¡¿Tú?! ¿Con alguien más?

Pude ver por el rabillo de mi ojo como Paris sonreía divertida. Se estaba burlando de mí­, claro estaba, al igual que mi hermana: pero a mí­ me daba igual. Lo único que me interesaba era no haber metido la pata, pero según lo que me decía Paris: había hundido el pie en arenas movedizas.

-Es bueno saber que cumples tus promesas.

Pero la verdad es que yo no lo había hecho por eso... simplemente fue algo que pasó y se dio, algo que en su momento no me parecía que estuviera mal, tal vez porque en el último año me había­ mal acostumbrado a besar a demasiadas chicas.

Según mi hermano James, eso era algo increíble­, porque decía que significaba que podría dejar mi enamoramiento obsesivo por la misma chica.

Según Lily, eso era impresionante por la "promesa". La estúpida promesa que había hecho inconscientemente hacía ya 3 años, en la que juraba que si James era correspondido me fijaría en alguien más...

Y luego estaba el "según Paris", quien opinaba que la había cagado, porque si seguía besando a más chicas no funcionaría­ mi plan de regreso con Alice.

Luego de 4 o 5 años seguía­ pendiente de la misma chica. A veces pensaba que debían darme el Cáliz de Fuego a la persona más estúpida del mundo... pero luego recordaba a James y se me pasaba.

-Yo opino que deberías decidirte -soltó Paris-: o te pones firme en tu idea de volver con Alice o sigues los ejemplos mujeriegos de tu hermano.

-Haaaaaasta que consiga su pelirroja -remarcó Lily, sonriendo con picardía.

-¡Que yo no tengo pelirroja! -chillé frustrado, revolviendo mi cabello azabache con furia.

Me distinguía del resto de mis hermanos por ser más introvertido, aplicado y tranquilo... pero no había cosa que me pusiera peor que el que sacaran a colación esa maldita maldición. Estaba hasta la coronilla de James y Lily este verano, por lo que rogaba que todo terminara cuanto antes.

Albus Potter y la maldición de los Potter || #PNovelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora