La sombra.

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Unos días después de nuestra salida nocturna a Lizzy la sacó del manicomio aquel chico que me había presentado.

Adiós Lizzy, pórtate bien.

Kevin y yo nos habíamos distanciado considerablemente. Ya no disfrutaba mordiendo la almohada, ya que ni siquiera tenía oportunidad.
Realmente me molestaba, quería seguir follando con él, en fin.

Me disponía a leer mi obra de teatro favorita Romeo y Julieta, el drama me gustaba, aunque lo que más sentía era rabia al no poder sentir aquel amor, al no poder simplemente sentir.

- Leo, te has saltado rehabilitación esta mañana, O'Connor se puso furioso... - Sandy sabía donde encontrarme. En mi amada azotea.
- Nada nuevo.

Cerré el libro ya que Sandy no parecía tener ninguna intención de dejarme en paz.

- ¿Quieres contarme algo o...?
- Sí... Lo cierto es que Kevin me ha mandado a hablar contigo... Además, la señora Cambridge me está buscando para obligarme a comer, que asco de gorda.

La miré asqueado, maldito saco de huesos asiático.

- ¡Leo, despierta!
- Mmm... Sí, ¿Qué es lo que quiere?

Sandy mira hacia los lados nerviosa.

- Tiene que contarte algo que ha oído de la boca de Larios.
- ¿Ahora? ¿No puede subir él?
- ¿Quieres o no? Solo lo sabrás si prometes no decir nada.
- No pienso prometer mierdas de esas. O confías o no, esto es así.

Me mira arrepentida.

- Vale... Venga, rápido, Kevin te explicará todo.

(...)

Los rizos de Kevin brillaban con egocentrismo pues la belleza de aquel chico no era digna de este mundo, no era digna de este agujero de mierda. Llevaba puesta una camiseta de manga corta en la que estaba grabada la frase Dope and diamonds y los pantalones de interno. Fumaba expectante, jamás apartando la mirada de mí, mordía sus labios con recelo, con ansiedad también lo hacía.

Estábamos sentados en un banco corroído en el jardín, ya que era la hora de salir a fuera.

Kevin me había contado que en dos semanas habían muerto dos enfermos, pero no de forma natural, ya que en sus cuerpos había marcas de quemaduras, de cuchillos e incluso de mordiscos y partes arrancadas, como los ojos y los dientes. Los dos fallecidos eran un chico de treinta y dos años al cual se lo encontraron tumbado en su cama, a diferencia de la segunda víctima, este fue violado. Y la segunda víctima otro chico de dieciocho, Albert Scizer, un chico alemán, a aquel al que le había dado aquella sobredosis en la cafetería. Sobrevivió, pero días después fue hallado sin ojos en el baño de la sexta planta. En ninguno de los homicidios se encontraron pruebas.

- Es lo normal en un manicomio, chicos. Sandy, siento lo de tu amigo.
- ¡Leo esto no es normal! ¡No aquí! Tenemos que averiguar lo que está pasando. Es necesario. Por favor, necesitamos tu ayuda.

¿Qué perdía?

- Bien, os ayudaré, vivir aquí es aburrido.

Sonrieron.

(...)

Escuché ruidos que provenían de fuera de la habitación. Aparté a un lado a Kevin que dormía plácidamente acurrucado en mi hombro desnudo. Me puse el pijama y salí.

No se distinguía nada en aquella oscuridad, era demasiado densa.
De repente una sombra corre hacia mí cual haz de luz y luego vuelve a desaparecer. Mis labios están sellados, la confusión juegas su cartas y hace escalera.

La sombra aparece nuevo, esta vez a mi lado, toca mi brazo y luego lo agarra. Intento escapar del agarre, pero sus brazos aplastan mi músculo y pasa a atrapar mi cuerpo entero.

Me atrevo a gritar, grito fuerte pero la sombra tapa mi boca.

Mi visión encuentra un botón de emergencia para incencios, estaba a mi lado en la pared, y mientras intenta arrastrarme hacia delante consigo pulsarlo.

Una bocina suena fuerte, después de aquel ruido es el agua la que cae sobre mí. La sombra me empuja contra el suelo, mi cabeza golpea con fuerza el suelo, me quedo inconsciente.

Los Psiquiátricos También Pueden Ser Rosas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora