El amoníaco de Romeo.

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Kevin comenzó a temblar cuando se lo conté. Después me abrazó casi llorando.

- Te pudo haber matado, Leo, joder.- Correspondí su abrazo sin esfuerzo.

- Pero no lo hizo, así que tranquilo, ¿Vale?- Le sonreí y me levanté de la cama.- Algo está pasando aquí, desde luego, algo crudo, pero parece ser que a los instructores esto les da igual, lo dejan pasar, no hacen nada.

Lo miro condolido. 

- Puede ser cualquiera, podrías ser tú.

- ¿Yo? ¿Estás loco? ¡Nunca te haría daño!- Kevin parecía asustado, sabía perfectamente que él no había sido.

- Es broma, idiota.

- Hum.- Hinchó sus mofletes cual pez.

- Tenemos que buscar al asesino, pequeño.- El asintió. Le revolví el cabello y salimos por la puerta.

Cuatro guardias vigilaban el pasillo, dos de ellos nos vieron y se acercaron amenazantes.

- Vosotros, no podéis salir de la habitación, venga, entrad si no queréis que os de una paliza.- Miré a Kevin, asentimos.

- ¿Qué pasa¿ ¿No podemos ir al puto baño?

- Pe...

- Llevamos más de cuatro horas sin ir, así que apártate si no quieres beberte mi orina.

Al guardia se le quedó cara de incertidumbre, segundos después reaccionó.

- Está bien, tenéis 5 minutos, así que corred.

Atravesamos el pasillo sin demasiada calma ya que yo sí que me meaba. Entré en el baño y vacié mi vejiga. Kevin se miraba en el espejo.

- Soy demasiado guapo.

- Lo eres.

Se giró y plantó un beso en mis labios.

- Tú tampoco estás mal.

Nos metimos en cubículo y pasó lo que tuvo que pasar. Kevin le daba otro color a este tuburio, era tan alegre que incluso a veces me contagiaba aquella felicidad, a través de su saliva. Seguíamos dentro, el sentado sobre mí, cuando escuchamos un líquido verterse y luego la puerta cerrarse. Salimos rápidamente y el olor delató a aquella substancia.

 Kevin se tapaba la nariz, medio mareado. Alguien había tirado un líquido por el suelo, y yo estaba casi seguro de lo que era, pues mi madre lo usaba para limpiar los azulejos del baño.

- ¿Qué es?- Dijo abriendo la puerta.

- Amoníaco.

- ¿Y para qué querría tirar alguien amoniaco en el suelo?

De nuevo, la confusión había vuelto a hacer escalera.

- No lo sé.

- ¿Un aviso? ¿Qué pretenden, quemarnos a todos?

- No lo sé, pero no lo podemos descartar.

Salimos del baño y nos dirigimos a la azotea, allí solo estaba la perra Lana, seguramente Sandy no había conseguido llegar. Nos sentamos sin mucho que hacer, de qué hablar, los dos estábamos pensativos.

Había un jodido asesino entre nosotros, inteligente desde luego, pero su fuerza física no era su mayor valor. ¿El amoniaco? ¿Qué quería decir? ¿Nos pretendía matar a todos? 

Pasamos dos horas sin hablar el uno con el otro. Kevin jugaba con la perra lanzándole una pelota de tenis (destrozada) y yo leía Romeo y Julieta. Me lo había leído como unas veinte veces, bueno, realmente era el único libro que había conseguido leer entero. 

- Leo... Hay que ir a comer, la tercera campana ya ha sonado hace unos minutos.

- Ah.. sí. Vayamos... aunque tengo hambre de otra cosa...- Le mordí una oreja.

- AAAAAYAAAYAAAYYYYYY. Leo, ¡bruto! ¡Mi oreja no es comestible!

Comencé a reír mientras él se frotaba la oreja del dolor. Poco después nos levantamos y bajamos al comedor.

(...)

Si pudiese pedir algo en estos instantes seguramente sería algo comestible de verdad, por ejemplo... Una hermosa pizza vegetal con mucho queso y una Coca-Cola con mucho hielo. Incluso preferiría comer la comida de mi madre a esa mierda, joder.

Todo el mundo estaba esperando a que el instructor diese permiso para comer cuando a mí se me vino algo a la mente.

- ¡NO! ¡NO COMÁIS! - Bueno, O'Connor tú puedes comer.

- ¿Qué es lo que dices, mocoso?- El instructor se acercó a mí furioso. 

- Creo que la comida puede llevar amoniaco, o sea, estar envenenada.

- Eso es imposible, la comida la he hecho yo, niño malcriado, nadie la he echado nada. - La cocinera entró en la conversación  indignada y se llevó una cucharada de "eso" a la boca.- ¿Ves? No tiene nada... no...- Comenzó a toser.- Ah... ¡Socorro! Me due... me duele.

La mujer se cayó al suelo hiperventilando. Todo el mundo entró en pánico. Kevin simplemente me miró asombrado, las lágrimas descendían por sus mejillas pálidas.

- Leo...- Le abracé. Besé su hombro mientras el chico sollozaba del susto en el mío.- Otra vez podrías haber muerto... o yo...  joder... 

- Y de nuevo estoy perfectamente, ¿Verdad?

- Sí.

- Pues deja de lloran anda.- Besé sus labios mientras a nuestro alrededor la gente gritaba, se iba corriendo o lloraba del susto.

A la cocinera se la llevaron rápidamente a enfermería, el instructor O'Connor estaba mandando a todo el mundo a sus habitaciones, a todo el mundo menos a Kevin y a mí.

- ¿Cómo lo has sabido?- Me miró bastante desconfiado, pero era normal con lo que acababa de pasar.

Miré a Kevin y él asintió.

- Hoy estábamos en el baño follando yo y Kevin.- Hice una pausa, el instructor palideció.- Y alguien entró a verter amoniaco, no le vimos sentido, desde luego no lo tuvo, ni lo tiene, pero como él dijo.- Señalé a Kevin.- Podía ser un aviso, después de pensar detenidamente qué podía ser lo que el causante de todo esto me quería decir, la comida me dio la solución final, su finalidad era la de matarnos a todos.

- ¿Qué...?

- Lo que oyes, y si la comida estaba envenenada... El hijo de puta no podía estar en el comedor.

- ¿Por qué no?- O'Connor parecía bastante rudo, pero su ingenio estaba muy limitado.

Kevin contestó por mí:

- Porque las probabilidades de salir de aquí sin comer son mínimas, para eso ya estáis vosotros.

Los dos nos sonreímos.

- Entonces... la persona que nos ha intentado envenenar hoy es la causante de todas aquellas muertes.

- Probablemente.

- Bu...Bueno, de momento debéis ir a vuestros cuartos, y si tenéis que ir al baño... esta vez id solos, maricones de mierda.

- ¡Sí, señor!- Dijimos Kevin y yo al unísono, para más tarde salir corriendo a carcajadas.

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¡HOLA! Creo que es la primera vez que me pongo aquí a hablar. Pero es que me encantaría que me comentaseis lo que os está pareciendo, alguna sugerencia o cualquier cosa que queráis decirme. 

Bueno, espero que las visitas crezcan, pero si no lo hacen, mis ánimos no van a disminuir.

Byeee. 

att: Moon Nox Annluh











Los Psiquiátricos También Pueden Ser Rosas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora