-¿Qué le pasa? - Lo destruíste, cariño.

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¿Qué es lo que ocurre entre la luz y la oscuridad? Cuando la luz se va pero es la oscuridad la que viene, en ese instante de cambio... ¿Qué es lo ocurre? ¿No hay lágrimas en aquel lugar? ¿Ni tampoco hay amor?

"Sigo vivo". Pensé.

Llevaba una semana y media en el hospital, al parecer no solo me esguincé la pierna, sino que tragué mucho humo y necesitaba tratamiento.

Ese día me dejaban hacer una llamada, pero no sabía dónde estaba Kevin, ni Charlotte...

A mi madre no la iba a llamar, pero creo que eso era más que obvio. Uno de los funcionarios que "cuidaba" de mí pasó en ese momento a mi lado.

- Eh, señor.- Dije educadamente.

Me miró por encima del hombro.

- ¿Qué?

- ¿Sabe a donde se han ido los supervivientes del manicomio?- Necesitaba saber aquello, ya que de todos modos, yo iba a acabar allí.

- En otro manicomio, dónde debe estar la gente como tú, bien lejos.- Comenzó a gorgotear como un cuervo.

Qué imbécil, joder.

- ¿Y puedo llamar allí?

- Claro que no, de todas formas hoy partimos hacia allí, ya verás a tus amiguitos, descuida.-Dijo el oficial con tono burlón.

Después de aquella dulce charla me dirigí a mi habitación, compartía cuarto con un chico de unos 30 años al que iban a trasplantar un riñón.

- Hola, Phil.

- Hombre, Leo, ¿Cómo vas?

Me senté en la cama y estiré un poco los brazos.

- Cabreado, por más que intento ser educado... nada cambia.

- Yo a tu edad pensaba como tú, quiero decir, también veía mal todo y a todos... Pero tenía métodos para sentirme mejor, no me digas que tú no tienes ninguno...

Asentí.

- Sí, bueno... Mi psicólogo me dice que escriba todos mis pensamientos negros en una hoja y que luego la tire, pero créeme.- Abrí mucho los ojos.- No funciona.

Él rió.

- Vaya, si yo escribiese todo lo que pienso... Acabaría en un psiquiátrico.

Bajé la mirada, algo incómodo.

- Oh, vaya... l-lo siento, de verdad... Me había olvidado de que tú...

- ¡Tranquilo joder! Sé que es jodidamente horrible estar al lado de una persona cómo yo...- Me bañé en rabia.- ¡Dios! ¡Todo el puto mundo me lo recuerda a cada momento! ¡Hasta él!

- ¡Leonardo! ¡Cálmate!- Un funcionario entró atraído por los gritos, me agarró del brazo y me arrastró hacia fuera.- Lo siento, señor... ya nos lo llevamos.

Una vez en el pasillo el funcionario apretó con más fuerza mi brazo.

- Mira cacho de mierda, aquí no tenemos a tus putos loqueros, entiendo que tengas esquizofrenia paranoide, depresión, que seas un enfermo mental o mil cosas más que hay en tu expediente, pero no voy a permitir que montes un escándalo de la nada, ¡Nadie está en tu contra!- Me soltó, yo no le miré a los ojos en ningún instante, de hecho me estaba conteniendo no estrangularle.- Nos habían dicho que estabas mejor del coco... Pero ya veo que no.

después de esto entró en el cuarto y sacó mi ropa.

- Toma, vístete, nos vamos ya.

(...)

Las rejillas de la ventana del furgón policial me impedían ver demasiado a través de la ventana, la noche estaba cada vez más cerca y las estrellas comenzaban a brillar allí a lo alto, que curioso era el sentido de todo:

¿Fumas? Morirás.

¿Bebes? Morirás.

¿Amas morirás?

¿Odias? Morirás.

¿Vives? Morirás.

Nacimos para morir, hay que hacer lo que desees, al final todos nos pudrimos.

Lo que yo deseaba era besar a Kevin, pero por otra parte, quería matarlo. No sé si comenzaba a odiarlo, vamos a ver, fue un hijo de puta, aunque yo tampoco me quedé lejos, el caso es que él me ofendió, lo que yo le hubiese hecho ya no tiene importancia para mí, él fue el cabrón.

El furgón comenzaba a detenerse.

- Leo, sal.- Me ordenó el conductor.

Al salir lo primero que leí fue:

"Centro penitenciario psiquiátrico de Sevilla."

Una mujer elegante y repeinada se acercó a mí con dos hombres (osos) más mientras el furgón se alejaba.

- ¿Leonardo?
- ¿Estoy en una cárcel?

Ella rodeó los ojos.

- Bueno, teniendo en cuenta tu curriculum...- Comenzó a reírse.
- Pero... yo estoy loco no soy un criminal.
- Mataste a un hombre, eres un criminal y teniendo en cuenta que eres ya mayor de edad y que tu hermoso manicomio está en ruinas... ¿Dime que esperabas, que vendrías a un balneario?- Miró a aquellos dos hombres (osos)- ¡Exposadlo! Tiene que pasar primero por el control de seguridad.

Estaba alucinando. Los dos osos me agarraron bruscamente haciéndome daño y me colocaron las esposas.

- Bienvenido al infierno.- Me dijo el más alto.
- Siempre he estado en él.- Le respondí.

Se quedó callado.

Al entrar tuve que pasar por un detector de metales, el cual sonó pero por culpa de las esposas. Luego me llevaron a una sala y me hicieron una foto para la cual tampoco estaba preparado, ni peinado, ah...

Me desnudaron, me obligaron a separarme las nalgas (por si escondía algo) y me inyectaron un microchip.

- Joder, ¿Esto es realmente necesario?
- Cállate.- Me dijo un funcionario.- Hoy te llevaré a una habitación separado del resto, mañana ya te transladaremos a otra, pero renacuajo, esto no es tu manicomio de lujo, esto es la cárcel.

¿Estaría Kevin aquí? Él también era mayor de esas.

Una mujer con uniforme me llevó hasta una habitación sin ventanas y me cerró la puerta en las narices.

- Mierda.- Musité.

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HOLA HOLA! Espero que os haya gustado mucho mucho.

¿Qué os ha parecido?

Prometo subir pronto.

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Por cierto, pasaros por mi historia:

LO QUE FUE DE GABRIELA.

Os gustará.
Besos!!!








Los Psiquiátricos También Pueden Ser Rosas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora