3 horas.

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Es mirarlo y desfallecer por completo, cada poro de su piel me enciende, cara pálpito que mi órgano bombeante produce es por él.

Entré en él más de una vez durante casi una hora en aquella habitación sin luz, que dificultaba que mis ojos también se corriesen.

- Leo... no puedo seguir...- Me dijo entre suspiros.- No puedo...
- ¿Te duele?- Acaricié su rostro y noté que intentaba sonreír.
- No... Pero... Me estoy mareando... Por favor.

Paré. Me vestí desconcertado y lo abracé instantáneamente.

- ¿Estás bien?
- Sí, no te preocupes, oye...- Me besó en los labios y abre lentamente la puerta de la habitación en la que nos escondíamos.- Tengo que irme durante unas 3 horas.
- ¿Qué? ¿A dónde?
- Nos vemos luego, ¿Vale?

Mierda, siempre hacía lo mismo. Miré hacia los lados por si venía alguien y salí del cuarto.

(...)

Pasaba la fregona de una lado al otro del ancho del pasillo cuando vi entrar a mi novio por la puerta de la cárcel seguido de un funcionario. Éste le quitó las esposas y Kevin me miró.

Puse una mueca interrogativa, él se tapó la cara con las manos y corrió pasando de largo.

- ¡Kevin! ¡KEVIN!- Grité en vano.

Noté como mis piernas comenzaban a mojarse... «Mierda, se me ha caído el cubo de agua.»

FLASHBACK

POV Kevin.

- ¿Tiene los resultados de eso...?- Le pregunté al doctor mientras éste sacaba un sobre de un cajón.
- Sí, chico... los tengo.- Tragé saliva.
- Entonces...
- Vayamos al grano, toma.- Me dio el sobre.

Estuve varios segundos titubeando, no sabía si debía abrirlo, obviamente tenía que hacerlo, pero...

Abrí el sobre. Saqué el diagnóstico. Mis ojos se llenaron de lágrimas que poco a poco fueron cayendo. Seguía en silencio. Miré al doctor, éste bajó la mirada.

- Tengo cáncer.
- Lo siento mucho.- Me dijo.
- ¿Cuanto me queda?- Mi cuerpo comenzó a temblar, estaba en shock, apenas pestañeaba, no podía hacerme a la idea de todo aquello, iba a morir, joder, moriría sin ser libre, perdería a Leo y...

Sollocé. Sollocé muy fuerte.

- Chico... yo...
- ¡MIERDA! ¿Cuánto me queda joder?- Perdí los nervios.
- Unos... eh...

Lo agarré de la bata.

- Por... por favor... dime...- No podía parar de llorar.
- Menos de medio año...- Lo solté, caí de rodillas.- Tenemos que empezar la quimioterapia, quizá vivas más...
- No. No voy a tratarme, quiero vivir bien o mal... pero no quiero estar durante seis mese metido en un hospital mientras me fríen los organos. No. No...- Me levanté.
- Lo entiendo...- El médico se levantó de su silla.- El mes que viene tienes otra revisión, por favor, ven.
- Estoy harto de todo... No puedo más.
- Kevin.- Puso una mano en mi hombro.- Por favor.
- De acuerdo. - Me sequé las lágrimas, pero fue en vano. - Gracias... por atenderme, doctor.

Salí de la consulta y me dirigí hacia el funcionario.

20 años y ya me iba a morir. No podría volver a emborracharme como solía hacer cuando era más jóven, tampoco podría ir a ningún concierto más, comprar una casa, tener hijos, trabajar, ir a la playa, visitar a mi abuela o... o comprar aquella revista de motos que tanto me gustaba...

Entramos en el coche patrulla. El funcionario me miraba apenada.

- Si quieres puedes quedarte sin esposas hasta llegar.- Dijo sin apartar la vista de la carretera.

Yo observaba el paisaje andaluz cubierto de olivos, que, seguramente no vería mucho más.

- Gracias.

FIN DEL FLASHBACK.

POV Leo.

- Me aburro, chicos. - Dijo Hugo que nos miraba desde su litera mientras yo jugaba a las cartas con Steve.- Este lugar es demasiado aburrido.

- No haber cometido un delito, rubio idiota.- Dijo sarcástico Steve.

Hugo lo fulminó con la mirada.

- Una pregunta.- Steve y Hugo pusieron su mirada en mí. - ¿ A... Alguna vez habéis visto algo extraño aquí?

Hugo curvó una sonrisa en su rostro.

- La nariz del funcionario del Bloque D sí que es extraña.- Carcajeé.- ¿Pero a qué te refieres?

Aparto la mirada de mis cartas y las dejo a un lado, escucho a Steve resoplar. Miro a Hugo y pongo una expresión de suspense.

- Un fantasma.

Un silencio toma la habitación durante varios segundos.

Hugo y Steve comienzan a descojonarse de mí. Ruedo los ojos.

- Dejadlo, da igual.

Salí del cuarto algo molesto, sabía que se reirían de mí, ni siquiera son mis amigos, no sé porque cojones les había dicho nada.

Giré el pasillo y vi a mi novio apoyado contra la pared, hablaba con aquel chico que me había acorralado en las duchas.

Noto que me hierve la sangre.

- Tú. Este chico es mi puto novio.- Le dije acercándome a ellos.

Me miran con cara de poker.

- ¿Y?- ¿Como que y? Retrasado...
- Que no lo toques.

Kevin reía por lo bajo. El chico puso un dedo en las dulces mejillas de Kevin. Lo mataba.

- No... le toques.- Estaba avisando.
- Leo, hey, tranquilo, sólo somos amigos.

Ladeé la cabeza.

- ¿Te parece poco ser amigo de este... personaje?
- Me llamo Paul, perroflauta.- Se apartó de Kevin y se acercó a mí.- Además, tú y yo tenemos muchas cosas pendientes, copito de... ni-e-ve.- Me dijo susurrando.

Apartó su mirada de mí y se alejó con galanería a través del pasillo.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, tardé en volver a la realidad.

- Eres un tonto celoso.- Me dijo Kevin mientras me sentaba a su lado.- ¿Qué tal la tarde?
- Mejorable. - Le dije con una sonrisa.- No soy un tonto celoso, soy un tonto enamorado.- La expresión de Kevin cambió y abrió mucho los ojos.
- ¿Ena... Enamorado?
- Ajá.

Puso sus manos en los ojos y comenzó a llorar, no entendía nada.

- Hey, Kevin, ¿Qué... pasa?- Pasé mi mano por su espalda y lo atraje hacia mí.
- Es que yo...
- Si...
- Me hace feliz, Leo.- Levantó la mirada y se secó las lágrimas. Agarró mi rostro y besó mis labios desenfrenadamente, como si fuese cuestión de vida o muerte que nuestras bocas bailasen por última vez.

- ¿Sabes una cosa?- Le dije abrazándolo.
- ¿El qué?
- Nunca, jamás en la vida hubiese pensado que hoy yo estaría así, de esta forma tan absurda pero que me hace sentirme tan... ¿Satisfecho?

Volvimos a besarnos.

- ¿Sabes que todo tiene un fin, no Leo?- Alcé una ceja interrogante.
- No, no todo.
- Sí, todo tiene un puto fin.
- Pero... ¿A dónde quieres llegar?- Se apartó unos centímetros de mí.

Me miró durante casi un minuto intensamente con esos ojos que tantas veces me hiceron caer en una nebulosa de perdición, luego bajó la mirada.

- Es igual, es mejor no pensar en esas cosas.

Los Psiquiátricos También Pueden Ser Rosas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora