La volví a levantar y la puse contra el sillón nuevamente. Rápidamente busqué lubricación y volví. Le bajé la bombacha completamente mojada sin sacarle la falda. Sol era carnosa y jugosa, sus tentadores labios pedían a gritos que entre... pero ella quería por otro lado. Embadurné del aceite toda mi extensión, henchida y venosa, y suavemente con mis dedos lo hice en la cola de ella. En cuanto metí uno de mis dedos ella empezó a gemir, volviéndome loco. Le abrí las piernas y con una de mis manos corrí un poco ese cachete rosado y precioso que tenía. Ella me ayudó con el otro. Me pidió que lo haga despacio y lo dijo de una manera tan sensual que me dieron ganas de romperla en dos.