CAPITULO 11

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De una pequeña esquina estaban muchas personas dándome la espalda estaban hablando tranquilamente, sin pensar dos veces fui al lugar donde se encontraban, me acerque muy temerosa, y cojeando, les salude agradablemente, todos se dieron vuelta a la vez, pude ver sus horrendos rostros, parecían sacados de una película de terror, jamás en mi vida vi en un humano un rostro tan desagradable, me quede inmóvil, de pronto todos empezaron a gritar nerviosamente unos a otros

- ¿! ES ELLA ¡?

- ¡LA PROFECIA ERA CIERTA!

Hablaron cosas totalmente incoherentes, muy confusas y difíciles de comprender, agarraron unos fierros muy grandes que tenían dos partes simulando a una "T", en la parte superior y en la inferior dos grandes hachas de mano todo esa tortura era para dos personas y luego tragárselos, empezó a brotar sangre de su boca, ojos y nariz, se colocaron de rodillas en el suelo y luego colocaron sus manos, unos desnudaban a otros y ponían en su espalda esas hachas, finalizando se colocaron dos clavos muy grandes en sus ojos y oídos, para no escucharme ni verme, puestos de esa manera parecían arañas, pude olor un olor a aceite, demasiado aceite, caliente, todas esas personas avanzaron muy rápidamente siguiendo ese olor, me dispuse a seguir su camino junto con ellos, y ahí estaba, una gran olla, muy gigante, todos ellos empezaron a subirla tal cual las arañas en las paredes, y saltaban a esta gritando por el dolor que el aceite quemaba su piel, dentro de unos pocos segundos no se escuchaban ruidos de ninguna clase, solamente las burbujas que producía el aceite hirviente, veía la escena sin ninguna expresión en mi rostro, ni de pena, ni de asco, ni de culpa, al momento de que no se escuchaba ningún sonido, hice un ademan simulando de que no importaba lo que paso me di vuelta para seguir con mi camino, y escucho un ruido como de agua chapoteando, decidí no darle importancia y seguir con mi camino, siento que una mano toma mi tobillo, no me asusto, lo que causa en mi es gran repugnancia, no sé porque, me doy la vuelta y como era de esperarse eran esos desgraciados humanos con una gran sonrisa malévola en su rostro, los mire y nuevamente me di la vuelta para seguir con mi camino, pero estos me jalan y me hacen caer, me dio tanta rabia de lo que acaban de hacerme, me estaban llevando a la olla llena de aceita para que este con los demás, les gritaba y les ordenaba que me suelten pero no me hacían caso, trataba de patearlos lo más fuerte que podía, pero no causaba ningún efecto, mientras me jalaban pude agarrar una piedra chica, pude sentarme como sea y golpear con esta en la cabeza del individuo, con toda la fuerza que tenía golpeaba una y otra vez, hasta que comenzó a brotar chorros de sangre pero eso no me importaba daba todas las fuerzas, golpee tanto su cara que estaba totalmente desfigurada, ni se podía reconocer que alguna vez fue un humano, más se parecía a la papilla de bebes de lo desfigurado que estaba, debo admitir que no sentí ningún remordimiento por hacerle eso, al fin y al cabo el solo busco su propio destino, de repente me entro un profundo deseo de destruir, destruir cualquier cosa, así que mire a la olla y con las fuerzas que no tengo me acerque a esta, y comencé a empujarla, mi fuerza no me daba, pero no me rendía, seguía empujando la gran olla de metal, claro que estaba sumamente caliente pero eso no era un impedimento para seguir con la maldad que estaba ejerciendo, pare un momento, y decidí tomar cuerpo de los humanos, para tirarlos dentro de la olla, este al entrar salpico gran cantidad de aceite por todo el suelo, ahora si podía seguir con mi trabajo, frote mis dos manos una con la otra para generar más fuerza, y así proseguí empujando con todas mis fuerzas, y empezó a balanzarse un poco, eso me hizo asombrar demasiado, me dio más fuerzas para seguir, de un momento a otro la gran olla se cayó, desparramando aceite y ese tipo de humanos por todo el suelo, era realmente algo sumamente repugnante ver esa escena, comenzaron a moverse lentamente por el aceite, empecé a patearlos y golpearlos sin razón alguna, me dio unas inmensas ganas de saltar encima de la cabeza de todos y cada uno de ellos, y así lo hice salte con todas mis fuerzas encima de sus cabezas, brotaban pedazos de carne por todos lados desparramados, sangre, esta se mezclaba con el aceite creando una concentración asquerosa, repugnante, hice el mismo procedimiento con todos los humanos tirados, toda esa mezcla de aceite, carne, sangre, muertos, generaba un olor pútrido, mi estómago no aguanto más y comencé a vomitar encima de los cuerpos muertos y aplastados de los pobres desdichados, estaba totalmente ensangrentada, y con el vómito, me ensuciaba aún más de lo que estaba, sinceramente no sabía porque había hecho eso, seguramente fue impotencia porque nadie quería ayudarme, y los que me ayudaban sufrían por mi culpa, me senté a reflexionar de lo que acababa de hacer, y en mi cabeza no pasaba más de las imágenes de hace un rato, y por algún extraño motivo empecé a reírme a carcajadas, reírme de lo que hace momentos, sé que estuvo mal, pero se sintió muy bien, nada paraba las grandes carcajadas que me producía ver esa escena, un fuerte ruido sonó a gran distancia de donde me encontraba, la sonrisa de los labios lentamente desaparecía, para convertirse en una mueca de molestia, me pare furiosa con eso que me corto la sonrisa y la diversión que estaba pasando por ese momento, me fui del lugar, al estar caminando ya no me sentía más temerosa, ni mucho menos compresiva, si ellos no me querían y me echaban maldiciones, porque tengo que ser yo la buena del cuento, caminaba por donde el camino me señalaba, de pronto alguien me hablo:

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