Creo que si me gusta

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El día lunes también transcurrió sin incidentes. Hermione asistió a sus clases de Defensa Contra las Artes Oscuras donde se mostró entre molesta y dolida. Cada vez que se veía en la obligación de dirigirle la palabra a Snape, lo hacía con aspereza, con el ceño fruncido. 

Cuando terminó la clase y el aula quedó vacía, Severus aprovechó que ella se había quedado un momento sola mientras metía los libros dentro de su mochila, para hablarle. Ron y Harry la esperaban afuera.

—No se olvide de venir esta noche a las ocho para cumplir el castigo —le dijo el profesor mientras la sujetaba del brazo.

—No iba a olvidarlo, gracias a Dios solo falta esta semana —espetó la chica con severidad mientras zafaba su brazo y se marchaba.

Él sintió un agudo dolor al escuchar sus palabras, para ella era una completa tortura pasar el tiempo con él, y él que pensaba que tal vez lo disfrutaba, al menos eso era lo que parecía cuando charlaban. Sin embargo, esperaba con ansias que el reloj marcara las ocho de la noche para poder verla. Esa era la última semana que podría tenerla cerca. Pero no podía evitar sentirse molesto y estúpido. ¿Cómo pudo creer en la teoría de ella sobre el sonambulismo? después de todo cuando atacó a Draco por primera vez era de día y estaba completamente despierta. Siempre la encontraba infraganti y después pretendía manipularlo para evadir su castigo, pero no esta vez. No iba a escuchar a Dumbledore, ni a su corazón, por mucho que la amara no se iba a salir con la suya.

Las horas fueron transcurriendo hasta que el momento tan esperado llegó... 

Snape, como siempre aguardaba en su despacho rodeado de un montón de pergaminos. Había maquinado bien su plan para que Hermione aceptara sus culpas. Pensaba en ella, en la reacción que tendría, ya no le preocupaba, de todos modos ya lo odiaba. De pronto alguien llamó a la puerta...

—¡Adelante! —exclamó con aire taciturno.

Hermione giró el pomo y entró en el despacho.

—¡Buenas noches, señor! —exclamó colocando la mochila sobre un sillón verde para extraer de ella su pluma.

—¡Buenas noches, señorita Granger! —respondió él, levantándose del asiento—. Será mejor que deje la pluma en su lugar, no la necesitará esta vez.

—¿Ah no? —inquirió ella extrañada.

—No, esta vez haremos algo diferente —respondió mientras se dirigía a un estante. Ella observaba sus movimientos al tiempo que él tomaba una escalera de mano—, me ayudará a obtener un ingrediente útil para mis pociones.

El profesor subió por la escalera, tomó una caja de cristal que tenía una tapa del mismo material, pero con pequeños orificios. En el interior había una serpiente, mas la chica no lo sabía porque tenía la mirada puesta en la mochila mientras guardaba su pluma. Él se dirigió a una mesita que había puesto junto al escritorio y colocó la caja allí.

—Venga, Granger —ordenó el profesor.

Ella obedeció y cuando se ubicó junto a él y vio a la serpiente, retrocedió horrorizada.

—¿Qué... Qué rayos?

—Tranquilícese, Granger y deje de armar drama. Ya le dije que vamos a extraer un ingrediente para mis pócimas... pues se trata de veneno de... Mamba negra africana —explicó con voz pausada—. Ayúdeme a sujetarla mientras yo le extraigo el veneno con esto —señaló unos pequeños tubos de ensayo.

—Pero ¿de qué está hablando? Usted sabe bien que odio a los bichos que se arrastran como ése —espetó Hermione molesta.

—Éso es una serpiente Mamba negra africana... un maravilloso ejemplar, debo agregar —dijo ofendido por la manera en que ella se expresó del animal representativo de su casa—, y no veo cuál es el problema en que la sujete si ya lo hizo una vez con una boa constrictor, la cual le arrojó al señor Malfoy encima. No se va a escapar de este castigo esta vez.

El lado tenebroso de HermioneWhere stories live. Discover now