Voldemort pierde el control

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Antes de salir del despacho de Dumbledore, éste les pidió encarecidamente a Harry, Ron y Ginny que no se quedaran solos con Hermione, en especial Harry pero que sí deberían vigilar a la muchacha y mantenerlo informado de lo que pasara. Así ellos, con el alma en vilo, se fueron a su sala común dejando al director solo con Snape que estaba lívido y tembloroso.

 El profesor se lamentaba una y otra vez el no haberle creído a Hermione, le dolía recordar sus lágrimas de impotencia cada vez que ella le decía que era inocente y sobre todo le dolía recordar la noche anterior donde ella en un arrebato de lucidez decidió acudir a él y pedirle ayuda.

—¿Cómo pude ser tan ciego? —se lamentaba mientras se sostenía la cabeza con ambas manos—. ¿Cómo pude negarle mi ayuda?

—No te culpes, Severus —trataba de tranquilizarlo Dumbledore, recordando inevitablemente la noche en que Lily murió—. ¿Cómo podías saber que no era ella?

—Tú tuviste sospechas, Albus, yo he debido tenerlas también.

—No, Severus, yo simplemente pensé que la magia oscura de los Horocruxes la había afectado, jamás imaginé hasta el día de ayer y hoy que lo confirmé, que fuese el propio Voldemort el que habitaba dentro de ella.


En la sala común de Gryffindor, los tres chicos (Harry, Ron y Ginny) entraban por el hueco del retrato. Se sorprendieron cuando vieron a unos alumnos de primer curso que salieron corriendo casi atropellándolos, se veían muy asustados y deseosos de abandonar la torre de Gryffindor. 

Todos respiraron profundamente y se adentraron en la sala. Hermione yacía sudorosa y pálida tendida en el sofá mientras respiraba agitadamente. Ella no se había percatado de la presencia de sus amigos porque estos entraron sigilosos y además porque su rostro no daba a la entrada de la sala.

—¿Por qué no puedo salir? —preguntó la castaña con la respiración entrecortada y ese extraño matiz sedoso en el tono de la voz.

Harry les hizo señas a sus amigos para que guardaran silencio.

—¡Deja de temblar, Ron! —le susurró Ginny a su hermano—. Se va a dar cuenta.

—¡Déjame en paz! —suplicaba la castaña con voz temblorosa para un segundo más tarde volver a cambiar el tono de voz por uno aterciopelado pero intimidante—. No puedo abandonar tu cuerpo, sangre sucia inmunda ¡ya deja de gimotear!

Ginny reprimió un sollozo y fue Harry quien se atrevió a hablar, pero lo hizo tratando de aparentar que nada había ocurrido.

—¡Hola, Hermione! —saludó el moreno mientras la chica se sobresaltaba en el sofá. Ginny lo sujetó de la mano para que no se le acercara más a la castaña que ahora se había sentado en el sofá—. ¿Estás sola?

—¿A ti qué te parece? —respondió ella con una pregunta sarcástica.

—Harry no deberíamos... —intentó hablar Ron, pero Harry le hizo una seña para que se callara

—Bueno sí, eso es evidente —le respondió el niño que vivió a Hermione—. Oye, hoy es sábado y todos están acudiendo a Hogsmeade ¿No te gustaría ir?

—Si quieren, vayan ustedes —respondió la chica en tono más relajado al tiempo que se levantaba del sofá—. Yo tengo mucho qué hacer.

—Pero si ya hiciste todos tus deberes – Insistió Harry.

—No todos, Harry —le respondió ella apartándole cariñosamente el cabello de la frente, descubriéndole la cicatriz. Él tuvo que soportar una aguda punzada de dolor al contacto con los suaves dedos de la chica, tratando de relajar la expresión de su rostro—. Aún tengo un asunto pendiente.

El lado tenebroso de HermioneWhere stories live. Discover now