Hermione prisionera en su propio cuerpo

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Al día siguiente, Hermione, o al menos el cuerpo de ella, se levantó de la cama apenas creyendo que se encontraba allí. Se dirigió al baño para lavarse los dientes, se dio una ducha y se vistió. No tenía ni idea sobre su horario de clases, pero tenía que actuar como la verdadera Hermione Granger si quería ganarse la confianza de Potter, de modo que le preguntó a Parvati y ella extrañada se lo indicó. Así pues ubicó los libros correspondientes en su mochila y luego bajó las escaleras para reunirse con Harry, Ron y Ginny que sostenía a Crookshanks en los brazos. Al ver a Hermione, el felino salió corriendo para alejarse de ella, lanzando maullidos despavoridos.

—¿Qué le pasó? —preguntó Ron observando al animal.

—Huyó cuando vio a Hermione —respondió Harry señalándola.

—¡Ah! Eso debe ser porque anoche le pisé la cola sin querer y por eso me teme, pero ya se le pasará —respondió con habilidad.

Mientras conversaban, ella miraba a Harry con detenimiento, escudriñando cada parte de su rostro hasta detenerse en la cicatriz en forma de rayo que imperaba en su frente, sintiendo como el odio se apoderaba de todo su ser. Quería arrojarle una maldición imperdonable allí mismo, pero sabía que ni siquiera con la varita de otra persona podría destruirlo. Por alguna extraña razón las varitas que había usado en contra del muchacho se resistían a hacerle daño, así que, valiéndose de torturas, hacia el pobre fabricante de varitas, Ollivander, logró averiguar que si quería destruir al muchacho, debería conseguir una varita más poderosa que cualquier otra, la varita de sauco o vara letal. Estaba seguro de que el trío de oro tenía alguna información de su paradero y eso era lo que iba a averiguar, por eso debía controlarse aunque le resultara difícil y casi insoportable.

—¡Ya vayámonos a comer! Me muero de hambre —saltó Ron—. Y además me muero por ver a mi Luna.

Harry le dio un codazo cariñoso mientras salían por el retrato de la dama gorda. Ginny tomó por el brazo a Hermione e hizo que se rezagara.

—Tú también debes estar impaciente por verlo ¿no es así? —susurró la pelirroja con emoción.

—¿A quién? —respondió la chica con otra pregunta.

—No te hagas la tonta —respondió Ginny riendo divertida—, y lo mejor de todo es que la primera clase que tienes, es Pociones.

Dentro del cuerpo de Hermione, el Señor Tenebroso estaba desconcertado ¿Qué habría querido decir esa chica? ¿Qué se supone que pasaría en clases de Pociones? Definitivamente los amigos de Harry Potter debían ser unos chiflados —pensó.

Al llegar al gran comedor, se dirigieron a la mesa de Gryffindor. Sin embargo, instintivamente Hermione caminó en dirección a la de Slytherin, pero Ron la tomó del brazo y la hizo retroceder.

—¿A dónde ibas, Hermione? —preguntó.

—Solo me desorienté —respondió la chica con una sonrisa fingida.

Una vez en su mesa «correspondiente» permaneció callada, estaba estudiando el terreno, más tarde vendría la indagación.

En la mesa de los profesores, Severus no podía contener tanta emoción, ella había regresado y ya no se separaría de él. Giró el rostro hacia Dumbledore y le dio las gracias.

—No tienes que agradecerme, hijo, no he hecho mayor cosa.

—Por supuesto que sí, Albus, hablaste con sus padres.

—Pero ya ellos habían optado por respetar la decisión de Hermione de volver al colegio. Ya verás que todo estará bien.

De nuevo en la mesa de Gryffindor, Harry sintió una mirada pesada sobre él, alzó los ojos y vio que todos estaban concentrados en su tazón de cereal.

El lado tenebroso de HermioneWhere stories live. Discover now