Hermione acepta lo que siente

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Los días pasaron y pasaron hasta que llegó el mes de diciembre, cubriendo con su manta blanca y helada todo el castillo. La brisa fría del exterior calaba los huesos, pero dentro se estaba calentito y cómodo. la mayoría de los estudiantes pasaban los ratos libres en su sala común tomando chocolate caliente, pero los tres inseparables camaradas prefirieron ir a visitar a su querido amigo Hagrid. 

 Harry y Ron cambiaron notablemente su actitud para con el profesor de Pociones y Defensa contra Artes Oscuras, incluso llegaron a pedirle disculpas y Harry le dio las gracias por estar arriesgando la vida por su causa. Él solo se limitó a aceptar las disculpas no sin antes recalcarle lo atrevido que había sido Dumbledore al proporcionarles la información acerca de su doble espionaje. 

Durante el tiempo que había transcurrido, Hermione no había experimentado otro repentino cambio de conducta, lo que les hizo pensar a todos que los efectos malignos de los Horocruxes al fin habían terminado. 

Faltaban apenas dos días para las vacaciones de navidad y aunque Hermione estaba feliz de poder ver a sus padres de nuevo y emocionada por todas las cosas que haría durante las vacaciones, también estaba melancólica por tener que dejar el castillo, fundamentalmente a alguien especial con el cual había entablado una linda amistad. 

Durante aquellas tertulias donde ambos hablaban incansablemente acerca de obras literarias, preparaban pociones o escuchaban música, ninguno de los dos había mencionado lo que dijo Dumbledore. 

Él dejó de pensar que Hermione lo visitaba por lástima, pues ella iba al despacho cada vez con más frecuencia y se mostraba entusiasmada cada vez que aprendía algo nuevo en los libros que él le mostraba, y aunque pensaba que ella jamás le correspondería en sus sentimientos de los cuales ya estaba consciente aunque no se atreviera a mencionar el tema, se conformaba con su compañía, con su cándida sonrisa y esos hermosos ojos castaños. 

Snape se había resignado lastimosamente a las penurias de los amores no correspondidos. Sin embargo, permaneció impasible como siempre, recibía a Hermione cada vez que ella lo visitaba sin una sonrisa en el rostro, pero mostraba mucho interés por sus conversaciones, por enseñarla a elaborar pociones que ella solo había visto en los libros, pero sobre todo se entusiasmó por aprender más sobre todos aquellos aparatos Muggles que ella le mostraba, porque a pesar de ser mestizo y vivir en el mundo muggle durante las vacaciones, nunca se había interesado por la tecnología más allá de los simples televisores y la electricidad.

Ese día estaba particularmente triste, era el último día de ella en el castillo antes de las vacaciones de navidad. Había conservado la esperanza hasta el último momento de que ella se apuntaría en la lista de McGonagall de los alumnos que permanecerían en el colegio, pero no fue así, ella le había dicho que se iría.

—Debes entenderla, hijo —dijo Dumbledore en aquella ocasión—. Es natural que quiera ir a ver a sus padres. No obstante he escuchado por ahí que al menos vendrá para el baile de navidad. Personalmente me he encargado de activar la red flu del castillo para eso.

—¿En serio? —preguntó sin poder disimular el entusiasmo.

Esa tarde, mientras tiritaba de frío en su despacho, tomaba una taza de chocolate. Estaba pálido, tenía los ojos llorosos y estornudaba a cada momento. Llevaba una gruesa bufanda de lana enrollada en el cuello y la nariz roja y húmeda. Sin embargo, allí estaba él, esperando por ella como siempre lo hacía. De pronto un ruido atrajo su atención, alguien llamaba a su puerta...

—¡Adelante! —exclamó esta vez con voz trémula por el dolor que sentía en la garganta.

Hermione pasó enseguida y se sorprendió al verlo envuelto en una manta de lana con la bufanda enrollada al cuello y ese terrible aspecto de moribundo.

El lado tenebroso de HermioneWhere stories live. Discover now