Capitulo 12

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La luz de la mañana resplandecía en las paredes de la habitación de Aldrich muy tenuemente, con aves trinando y el aroma a pan tostado recién salido de la tostadora se apodera de mi campo de olfato.

Esto es malo, mis padres probablemente ya vieron el desastre que dejamos.

Mi cuerpo está siendo sostenido por Aldrich, quien se aferra a mi abrazandome a un costado del abdomen y colocando sus manos en mi cintura. Siento mi brazo izquierdo adormecido, pues tal parece que toda la noche Aldrich durmió en él. Creo que la forma apropiada de esta imagen sería si yo fuera la que abraza a Aldrich.

Me siento como un chico, que protege a su hermanita del mal del mundo, diciéndole que nada malo le pasará, pues yo siempre la cuidare.

Mi respiración ahora fuerte y profunda hace que Aldrich despierte.
Levanta la cabeza y se encuentra con mis ojos, que lo han estado observando dormir.

—Hola, By —dice, con cierta dificultad en la voz. Parece no importarle nuestra posición, eso me alegra—. Dormiste aquí. —afirmó.
—Creo que no me querías dejar ir. —le señalé.
—Disculpa si te incomodó dormir conmigo. —me suelta, acto seguido se talló los ojos, que ahora son de un color rojo claro.
—Claro que no. No te iba a dejar solo en este mal momento. —le digo, seriamente.
—Gracias, By. —me sonríe de lado.

Ambos nos sentamos en la cama y me dedica un beso en la frente.

Hay algo diferente aquí...

Volteo a todas direcciones, especialmente en los lugares que se suponía estaban las cosas que Aldrich destruyó. Las gotas de sangre que derramó mi hermano desaparecieron. No me gustaría enterarme de que mis padres estuvieron aquí y han visto todo lo que pasó anoche.

—Creo que estoy viendo mal -dice Aldrich, tallandose nuevamente los ojos—. ¿Qué no habían cosas rotas esparcidas por aquí?
—Me pregunto lo mismo, hermano —dije, tomo con la mano mi cabeza y doy un ligero bostezo—. Vayamos abajo.

Aldrich asiente con miedo, miedo a que nuestros padres lo interroguen, miedo a que le hagan recordar lo sucedido. Miedo a imaginarse a Peyton destruída, o con alguien más solo para hacer sentir mal a Aldrich.

Sé que suena como una tontería, por qué conozco a Peyton, y sé que por más dolor que haya en su corazón no haría una cosa así, o tal vez sí. Sin embargo, nunca terminamos de conocer a la gente, y descubrir formas de ser que han ocultado perfectamente.

—¡Chicos! —gritó mi madre una vez que llegamos a la cocina—. Mis bebés. Anoche los encontré dormidos juntos, llegamos tarde. Entré a tu habitación —ahora se dirigía a mi—. Me encontré con la sorpresa de que Dan estaba aquí con ustedes.
—¿Qué? ¿Dan estuvo aquí? —dije, totalmente confundida.
—Aún estoy aquí —dice Dan, levantando la mano—. Vine anoche sin avisar, mis padres están fuera de la cuidad y no tenía a donde ir. Dejé mis llaves dentro de casa antes de que mis padres se fueran. La ventana estaba abierta y aquí estoy. —se encoge de hombros.
—Y eres bienvenido, Dan. —le sonríe mi madre y pone una mano sobre su hombro, Dan le sonríe agradeciendo.

Mi madre puede ser un tanto empalagosa, no tiene miedo de expresar lo que siente. Hasta donde sé nunca miente, es muy compulsiva en cuestión de cariño, tanto que a Dan lo trata como un hijo suyo. Nunca le ha importado que Dan duerma aquí, de hecho lo disfruta, se lleva horas hablando con él y se entiende bien con nosotros, no le cuesta comprendernos.

—Cariño, ¿qué te sucedió? ¿Te peleaste con alguien? —dice mi madre preocupada, examinando el rostro de Aldrich y pasando delicadamente los dedos por cada golpe y herida.
—Una larga historia —dice Aldrich, con expresiones del dolor ante el tacto de mi madre—. No quiero hablar de eso, ¿sí?
—Esta bien, cariño. Pero no creas que te salvaste de hablar de eso. —dice mi madre alejándose y señalando su rostro golpeado, por Dan, y lo que él hizo sobre sí mismo.

Burbujas de JabónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora