7: Hogar.

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Harry

Después de un par de películas -Louis disculpándose con Auren porque debía hacer un par de llamadas, aunque yo sabía que no quería ni verme-, él regresó decidido a olvidarse de todo y jugar videojuegos con nuestra hija. Para ahorrar tiempo, fue fácil pedir una pizza, y darme cuenta de lo terriblemente frío que estaba afuera, Auren seguro quería salir a hacer un par de ángeles de nieve, pero no le dejaría, no quería que se enfermara.

Pude notar un par de flashes de cámara a la distancia, un paparazzi, seguro. No tardarían en darse cuenta de que estábamos de vuelta en casa y llenar toda la calle de reporteros y fans que quería saber por la "salud de Auren". Cerré la puerta, y me aseguré de tapar todas las ventanas con las cortinas. Pase por el salón donde Louis vencía sin piedad a mi pequeña, pero ella hacía su mejor intento al presionar todas las teclas del control de videojuegos tan rápido como pudiese, esperando así poder ganar.

Era inútil, Louis era muy bueno.

Decidí alejarme de ellos por un rato. Subí a la habitación en la que había estado ayer y me acerqué con rapidez a mi teléfono que había dejando cargando. Tenía cerca de diez llamadas perdidas, algunas de mi madre, algunas de... otras personas, y de Bill, sobre todo de Bill, mi publicista. También había un millón de mensajes de varias personas, amigos y familiares que querían saber de mi hija, pero esos podrían esperar.

Decidí regresarle la llamada a mi madre primero, duró casi una hora y le conté sobre todo lo que estaba pasando, me pidió que le dejara venir a la casa para ver a Auren y a Louis pero le conté toda la verdad y de lo delicada que estaba la situación, no insistió más y dijo que esperaba verme para Navidad. Cuando por fin terminó la llamada, el cielo ya estaba oscuro, pero aún se oían los gritos y risas abajo, así que decidí llamar a Bill.

— ¡Harry! —fue lo primero que dijo cuando contestó.

—Hola Bill...

—¡Hace semanas que no escucho tu voz! ¿Cómo ha ido todo? —tenía ese típico acento de California, una voz aguda y terriblemente fastidiosa.

—Eh, supongo que bien, Auren ha salido del hospital y ya está en casa de nuevo así que-

—¿Enserio? Qué alegría me da escuchar eso, Harry —mentía, no le importaba—. Espero que Auren esté muy bien pronto. ¿Sabes? Es un alivio enorme que me hayas dicho eso, ¿Te digo por qué? El señor Holligan me ha estado llamado mucho últimamente, quiere saber si sigue en pie el contrato en la disquera.

Pfff, Bill, no lo sé... Sabes que se acerca Navidad y no creo que pueda ir a Los Ángeles en un tiempo.

—Es exactamente lo que temía, pero piénsalo, Harry. Esta es una oportunidad de una vez en la vida, sabes lo difícil que es convencer a ese hombre. Gracias a dios ha sido muy paciente, pero enserio sería perfecto que ¡Firmaras antes del próximo año! Tendrías garantizado el nuevo álbum y mira, ¡dinero por doquier!

—El dinero es lo que menos me preocupa ahora.

—¡El dinero no es eterno, Styles! Y una persona como tú no debería estar tan confiado. Escucha, sé que es difícil pero debes apreciar esta oportunidad y firmar muy pronto. Me preocupas y esto te beneficiará en mil formas... Busca la manera de venir esta semana, te prometo que sólo serán unos días antes de Navidad —me quedé viendo por la ventana, donde los copos se acumulaban uno por uno entre las rendijas de la ventana. Justo como lo había dicho, no me importaba el dinero, me importaba mi hija y su salud, pero Bill tenía razón, la oportunidad que se me estaba dando era única, tal vez podría solucionarlo...

—¿Cuántos días? —solté después de unos segundos. Bill soltó una exclamación de felicidad mientras me hablaba sobre el contrato.

Bien, iría a Los Ángeles antes de Navidad, un pequeño respiro para pensar en lo que se me vendría después con Auren y Louis, para pensar en el futuro y arreglar unos asuntos que había dejado allí. Solo por unos cuantos días.

(...)

Louis

—¿Hola?

—Louis, amigo, ¿Cómo están las cosas, como está la pequeña? —me relajé instantáneamente cuando escuche la voz de Liam desde el teléfono. Hacía mucho tiempo que no lo escuchaba, había ido a ver a Auren al hospital algunas veces con su familia pero las últimas semanas había desaparecido.

—Está todo bien, Li. Ya estamos en casa, ella está muy bien, recuperándose —me senté sobre la cama, recostándome con las almohadas.

—Si, algo escuché por ahí. Me da gusto oír eso, ya verás que Auren estará perfecta en un tiempo. Pero, hermano, quiero saber de ti.

Liam lo sabía todo, era mi mejor amigo después de todo.

—¿Qué me puede pasar a mi? Todo está bien, todo esta jodidamente bien—dije con sarcasmo, dejando escapar una risa amarga. El silencio se extendió por unos segundos—. Las cosas van mal, peor que antes Liam.

Liam bufo a través de la bocina.

—¿Qué tan mal? No sabes que, calla. Iré a verte mañana, ¿qué te parece? Llevaré a James para que pueda ver a tu hija y así podremos charlar.

—Ahora lo que más necesito es un amigo —afirmé mientras asentía y miraba por la ventana, el cielo oscuro y las estrellas eran imposibles de ver debido a la nevada.

—De acuerdo, no te mates antes de que vaya. Descansa.

—Lo mismo digo —pude haberle deseado buenas noches o saludos a su esposa pero la llamada termino antes de que pudiera decir algo más. Rodé sobre el inmenso colchón y el teléfono cayó por el suelo haciendo un estruendo; no me importó. Escondí la cara bajo la almohada.

Eran casi la una de la madrugada y yo no podría pegar ojo en toda la noche, seguro. Me convencí pasados unos minutos que se sintieron como horas, y me levanté con aquellos pantalones holgados y su camiseta, la cual iba a ser mi pijama hasta se perdiera el olor de Harry, así me buscaría otra y repetiría el proceso hasta que el olor se extinguiera.

Ojalá lo hiciera.

Bajé por las escaleras, tomándome del barandal de madera. Serví café en la taza de siempre, que tuve que lavar por el polvo sobre esta. Salí de la cocina y llegué hasta el salón, donde encendí la chimenea y me senté sobre una silla que tenía una manta en el regazo. Me cubrí con esta y use el calor del café para calentar mis pequeñas manos. El fuego consumía la leña y el humo se disolvía sobre ella, llenando la habitación de calidez.

Me recargue contra la silla. Mierda, cuanto no había peleado por esta maldita silla. Le expliqué las mil razones por las cuales este mueble no servía ni tenía razón de ser en el salón de la casa. No era bonita, ocupaba espacio, nadie la ocuparía y blah, blah, blah. Pero aún así, Harry la compró y la puso justo donde la imaginó. Y ahora que soy yo el que está sentado en ella, entiendo el por qué. Harry la había comprado justo para esto: sentarse frente al fuego para calentarse, relajarse. Con la manta para protegerse de las noches frías de invierno y pensar por las noches.

¿Cuántas veces no lo encontré sentado justo aquí? Leyendo, mirando la televisión, escribiendo, arrullando a Auren..., y aunque moviera la silla, o si la llevara a otra casa, incluso si me deshiciera de ella, sería la silla de Harry. Es una silla, aunque él no esté sentado en ella, es su silla. Y estas paredes, este suelo, esta casa, es suya, aunque él no viva en ella.

Pero esta casa no es un hogar. No se le puede llamar hogar a un lugar frío lleno recuerdos fantasma que recorren los pasillos como almas en pena. No será un hogar cuando él se vaya por la mañana, no será un hogar cuando todos duerman en camas diferentes... No será un hogar cuando vuelva del trabajo, rogando a que él siga allí, aún enamorado de mi.

Esta casa es un hogar roto.

. . .

Pretending.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora