CAPITULO VII

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Sin decirle nada a Gaby, pague el desayuno de mi padre y el mío. Esta vez Gaby se merecía el esfuerzo, aunque ganara mucho dinero todos los días, pero no podía permitirme que me los siguiera dando de cortesía.

Salí de la cafetería y me despedí.

Un día llegue a considerar trabajar en la cafetería de Gabriel y lo quería mucho ya que necesito dinero para la universidad, pero la verdad es que estaba pensando en estudiar en la universidad que queda aquí cerca, casi llegando a la ciudad por qué me gusta mucho este pueblo y no quiero irme.

Esta vez había dejado mi auto en casa por qué papá me había  recogido en casa de Jen, así que tenía que salir caminando.

El clima estaba gélido y el cielo estaba gris había viento y el frío me congelaba los huesos.

No mucha gente estaba caminado por los alrededores ya que se avecina una tormenta, pero como me gaste todo mi dinero en los desayunos, no tenía dinero para coger un taxi que me llevase a casa, pero por suerte la mía no quedaba muy lejos... Haciendo cuentas podría decirse que queda a menos de un kilómetro.

Organicé mi chaqueta (en realidad de Jen) y mi bufanda mientras tomaba el camino a casa.

Fue extraño todo lo que pasó allá en la cafetería. Nunca imagine que Malakai se presentase de la nada en medio de mi desayuno, además lo que más convocó mi interés fue su inconcebible tensión cuando le mencioné que era peligroso, se mostró tan...inusitado.

Escuché unos pasos en mi espalda y me tense momentáneamente. Mire a mi retaguardia pero... No había nada, la cera estaba  sola.
Pude creer que estaba imaginándomelo, pero después de todas las películas que he visto, cuando una persona está sola en las calles y siente que lo siguen, lo más probable es que si lo están siguiendo.

Con el corazón acelerado retome mi paso pero aún más rápido. Me aferre a mi chaqueta y desamarre mi bufanda. Metí las manos en mi bolsillo del celular con la necesidad que me sirviera para llamar a mi padre después, pero no quería hacerlo por qué tenía que llegar a casa primero para poder estar segura.

Nuevamente escuche los mismos pasos a un ritmo acelerado, mire para atrás sin pausar mi marcha pero no había nada. Seguí caminando, aún me quedaban algunos metros porque yo ya estaba saliendo del parque del pueblo  y estaba entrando a las calles de las urbanizaciones o casas independientes.

Trate de irme por donde estaba más poblado de gente, para que pudiera camuflarme entre la multitud, seguí a paso apresurado ahora con mi respiración agitada. Ya solo me quedaba una cuadra de distancia y divisé en la lontananza esa casa de pintura amarillenta con decoraciones de madera de un tono café oscuro.

Troté  en ese pequeño intervalo que dividía la casa de mi vecino y la mía.

Cuando por fin llegue, registré el macetero donde guardamos las llaves de repuesto, abrí temblorosa la puerta y cuando por fin lo hice me adentré y cerré de un portazo.

Estaba sudando. Me quité mi chaqueta y de inmediato corrí por toda la casa para cerrar las ventanas y puertas con pestillo. Una vez  logrado lo cometido, fui a la cocina para sacar un cuchillo.

Tenía la respiración agitada y el corazón acelerado, pero trate de quedarme quieta en mi lugar entre el medio de la sala y las escaleras donde pudiera tener más diafanidad de todo el perímetro.

Trate de calmarme y me dije a mí misma que me estaba enloqueciendo y que no me seguía nadie, así que con paso lento me senté en uno de los sillones de la sala aferrando mi cuchillo conmigo. Me quite los zapatos dejándolos a un lado quedándome solo con las medias, para que cuando tenga que correr, quien sea que me siguiera, no escuchara mis pasos.

Al borde de la curiosidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora