Tú sigue con tus recetas médicas que yo tengo mis propios remedios. Me inyecto tristeza en vena, el mejor sedante, tranquilizante mortal.
Porque entiendo que estamos, los dos, enfermos del corazón. Tú con tus taquicardias y yo reconstruyendo lo que otros rompieron, e incluso yo misma dejé romper.
Es lo que pasa cuando le confías un tesoro tan grande a alguien equivocado. Que, tras decepcionarte, te rompe en pedazos.
Unos pedazos te cortan dejándote cicatrices. Otros, en cambio, son tan pequeños que no los ves a simple vista, pero ten cuidado porque te pueden cortar, clavarse piel adentro y a veces incluso, no vuelven a salir.