Adiós

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Es la cuarta semana, y Brad finalmente alcanzó el noventa por ciento de su PCI (Peso Corporal Ideal, pero no realmente). Lo cual significa que hoy es el último día de Brad en el centro médico.

El dieciseisañero todavía no sabe cómo sentirse al respecto. Éste es el momento que ha estado esperando desde que yacía en la ambulancia, y ahora que el día está a horas de llegar, Brad está frustrado. Tiene una extraña sensación en su estómago que le decía que necesita arreglar algo, pero no sabe qué. Le ha estado molestando desde el día anterior. Pero una gran parte de él está lista para liberarse y regresar al mundo real. Ya puede verse a sí mismo trabajando para volver a ser como era antes. Quizá incluso mejor que cómo era antes. Todo volverá a ser igual otra vez.

Bueno, más o menos. Brad ya ha sido informado de las cosas que van a cambiar una vez llegue a casa: va a tener que desayunar y cenar con sus padres en vez de llevar su plato a su habitación, como solía hacer; cuando vaya a la escuela, tiene que comer con el consejero académico en su salón de clase; va a tener que comenzar a visitar a una internista especial cada semana para un pesaje, y encima de todo eso, tiene que asistir a terapia personal y a una terapia familiar. También sabe que ya no se le permite hacer ninguna clase de ejercicio, y lo único parecido al ejercicio que puede hacer son caminatas lentas.

—Si no acatas las nuevas reglas, hay una posibilidad de que te envíen de vuelta —le dice Miss Lillian a Brad durante una sesión de terapia. Brad golpetea su muñeca distraídamente contra un costado de la silla— Sucede mucho —agrega.

Va a ser como un infierno, pero Brad tiene fe en sí mismo. Todo lo que debe hacer es descubrir otros trucos. Otros trucos que una internista especial no sepa, y otro diálogo con el que su nueva terapeuta esté satisfecha. Pronto, Brad podrá convencer a todos de que está bien, y entonces encontrará formas de ejercitarse a escondidas. Quizá no todo funcionará de la forma en que Brad quiere que funcione, pero tiene un plan de respaldo para todo. Hay mucho en que puedes pensar cuando estás sentado en un cuarto en silencio. Y de todos modos, a Brad le gustan los retos. Los ama, incluso.

James le habla durante el desayuno. Ahora están sólo los dos en la mesa, aparte de las otras cuatro chicas que no conocen. Connor todavía está en la mesa donde come ciertas comidas sólidas, lo cual Brad siente que puede ser su culpa, pero empuja la culpa a la parte trasera de su mente. No es realmente su culpa que Connor no comiera ese día, y definitivamente no es su culpa que le tomara un tiempo volver a comer después.

Brad está forzado a ingerir comidas completas: hamburguesas vegetarianas, tortillas y salchicha —aunque el adolescente puede o no haber mentido y dicho que era vegetariano para evitar eso. Odia llenarse más, más rápido, y poder saborear la espantosa cantidad de calorías y grasa que está consumiendo. Lo enloquece. Pero se recuerda constantemente que pronto estará de vuelta en casa, con suerte lejos de todas esas calorías.

—¿Te vas mañana? —le pregunta James.

Brad está demasiado ocupado cortando su tortilla en pequeños rectángulos como para darse cuenta de que alguien le está hablando. Se detiene en medio del corte cuando nota que alguien lo está mirando y levanta la mirada hacia el ojiazul que aguarda una respuesta.

—¿Yo? —le pregunta, apuntando hacia su pecho con el cuchillo de plástico.

James sólo lo mira, como si el rizado estuviera intentando poner a prueba su paciencia.

—¿Quién más, Brad?

—Ahm... sí. Me voy mañana.

—Yo también —dice. Brad asiente, incómodo, y vuelve a sus rectángulos rellenos de lechuga, queso y setas—. Deberíamos mantenernos en contacto.

Enséñame a Respirar -TradleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora