Volar

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Los dos chicos están sentados en los columpios mientras esperan que el papá de Brad venga a recoger a su hijo, sus manos todavía entrelazadas desde que se escabulleron de la casa de Tristán. El rizado quiere irse tanto a casa con su familia, y darse un largo baño en su baño excesivamente decorado, pero a la vez, Brad no quiere dejar a Tristán, no quiere que vuelva con su padre.

—¿No hay algo que puedas hacer? —el menor preguntó, arrastrando sus pies en la arena debajo.

—¿Hablas de mi papá? —Brad asiente la cabeza, haciendo que Tristán suelte una risita—. Fue sólo una pequeña cachetada, Brad. No es como si hubiera cortado mis genitales.

Brad frunce el ceño.

—Pero no está bien.

—Bueno, Ghandi, la vida está llena de cosas que alguien no hallaría prácticamente correctas —dice Tristán, aparta su mano de Brad y choca su columpio contra él.

El dieciseisañero chilla y se agarra de la cadena del columpio de Tristán, así ambos se están meciendo juntos de izquierda a derecha.

—¿Ya no soy Thomas Hobbes?

—Todavía lo eres. —También se agarra del columpio de Brad, riendo—. Y de todas formas, no creo que seas lo bastante inteligente para ser Ghandi.

El menor hace pucheros.

—Malito.

—Aw. —Tristán le sonríe antes de saltar de su columpio y caer en la arena. Brad estalla en risa mientras el rubio se levanta, quitándose la arena de la ropa—. Shhh. Chitón, Hobbes.

Brad ríe en respuesta y patea más arena hacia él, haciendo que el mayor lo fulmine con la mirada.

—Por cierto —dice Brad, impulsándose hacia delante—, olvidé darte las gracias.

El mayor se acerca a su columpio y agarra las cadenas.

—¿Gracias?

—Por ayudarme hace un momento —explica—, y por entender.

—No tienes que agradecerme por eso, Brad.

—Igual quería hacerlo.

Tristán se muerde el labio.

—Y yo quería disculparme porque mi papá arruinó nuestra noche.

—No es tu culpa, Tris. —Tristán sólo se encoge de hombros y afloja su agarre en las cadenas de Brad, permitiéndole columpiarse lejos de él. El dieciseisañero aprieta el agarre en las cadenas para evitar caer—. De todas formas, ¿a qué se debió todo eso?

—Al parecer la botella de vino que abrí cuesta mucho dinero, y mi papá no planeaba abrirla pronto —responde, atrapando al menor cuando se acerca a él antes de permitirle alejarse de nuevo—. De alguna forma se supone que automáticamente sepa eso.

—Lo siento —Brad se disculpa. Desea poder decir algo más, pero ésas son las únicas palabras que parece encontrar.

—No te disculpes. Él es sólo un idiota. Todo está bien, en serio.

—¿Qué tal esto? Mi mamá es trabajadora social, podríamos acudir a ella, decirle sobre tu padre y-

Tristán sacude su cabeza.

—No es necesario, Brad.

—Pero-

—No hablemos más de eso, ¿sí?

El rizado fija su mirada en él con desespero antes de soltar un suspiro y asentir de mala gana, derrotado.

—Está bien.

Enséñame a Respirar -TradleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora