El rizado despierta de repente, sobresaltado por el extraño sueño de nuevo, respirando pesada y frenéticamente, asimilando los oscuros alrededores en los que se quedó dormido hace casi tres horas. Una vez que rueda sobre su costado, contiene su aliento, cara a cara con su durmiente novio, que inhala y exhala suavemente dentro del saco de dormir a su lado. Brad lucha por imitar las acciones involuntarias del diecisieteañero y se incorpora en su saco, frotando dos puños sobre sus ojos lagañosos.
—Tris —susurra, rozando gentilmente las puntas de sus dedos a lo largo de la mandíbula del rubio. Tristán se revuelve dormido, murmurando de manera inconsciente una respuesta incomprensible antes de rodar sobre su espalda. El menor suelta un suspiro y sacude sus rizos desarreglados, deseando poder dormir pacíficamente cada noche sin ver ese escalofriante esqueleto detrás de sus párpados. Y, por supuesto, sin despertar con el vacío aparentemente insoportable en su estómago. Es como si el esqueleto y el hambre caminaran de la mano.
Se acomoda lentamente en el saco de dormir parcialmente cerrado hasta que está descansando sobre su espalda, antes de rodar sobre su estómago, enterrando su rostro en la almohada esponjosa debajo de su cabeza. Debí haber comido un poco más, piensa, ya discrepando consigo mismo tan pronto como el pensamiento llega. Se pregunta qué le está pasando. ¿Cómo pasó de decirse siempre: «come por el cuerpo que quieres, no por el cuerpo que tienes», a creer que tener hambre no es bueno? Esto es lo menos que ha comido en tres meses. Debería estar extático.
Pero es difícil estar extático sabiendo que todavía existen las papas fritas*, las tartas, las galletas, las pizzas, las salchichas, los pasteles, las papas a la francesa, los helados, las donas, las sodas y la pasta, y casi la mitad de esas comidas que engordan están almacenadas en algún de lado de la cocina, esperando que Brad las consuma.
Con una última mirada a la parte trasera de las mechas rubias despeinadas de su novio, el rizado bajó la cremallera de su propio saco de dormir, tomó las muletas en sus manos, y rápidamente cojea a través de la casa de la nona de Tristán, hacia la escalera que lleva al primer piso.
No le preocupa hacerse camino escaleras abajo sin ser escuchado. Baja la escalera a toda prisa dando saltitos y vuela a la cocina a pesar de su tobillo. Tan pronto como enciende la luz de la cocina, se detiene.
¿Qué estoy haciendo? pregunta, descansando su espalda contra la pared. Se da cuenta de que no puede sólo asaltar libremente los armarios de la nona de Tristán, aunque sí le dijo que podía servirse cualquier cosa de la cocina. Pero no es estúpido. Todos dicen eso.
De todos modos, ni siquiera debería estar aquí abajo, se dice Brad. Pero no levanta su pie del piso embaldosado. En cambio, deja caer sus muletas, permitiéndoles retumbar contra el piso antes de cojear hacia el armario, del cual arrebata una bolsa de papas onduladas. Se deja caer de inmediato de rodillas e intenta abrir la bolsa a la fuerza, gruñendo con frustración cuando la difícil bolsa permanece cerrada. Frunciendo el ceño, manosea torpemente la abertura, intentando abrir las papas fritas a la fuerza antes de rasgarla de repente, haciendo que todas salgan volando en el aire y aterricen en el piso de la cocina. A Brad no le importa. Gatea rápidamente sobre sus manos y rodillas, como un animal, hacia las papas fritas regadas en el piso, y agarra un puñado, metiendo el salado tentempié en su boca.
Después de terminar, se levanta con ayuda de la encimera y cojea hacia el refrigerador, sacando un contenedor a medio terminar de helado de vainilla. Busca con frenesí en todas las gavetas hasta que encontró las gavetas de los utensilios, agarra con rapidez una larga cuchara de plata y la entierra en el postre. Al instante se encuentra lamiendo la plata hasta que la deja limpia antes de volverla a enterrar en el contenedor y tomar otra cucharada. Cojea hacia el refrigerador, buscando cerezas, antes de que sus ojos se iluminen al ver jarabe de chocolate. Lo saca rápidamente, junto con un contenedor de glaseado de vainilla, y la tapa del jarabe de chocolate sale disparada, chorreando una delgada línea de chocolate en el contenedor hasta que la vainilla dentro ya no es visible. Deja que la botella se deslice sin cuidado de sus dedos cuando terminó y fuerza cucharadas de jarabe de chocolate y helado de vainilla en su boca, gimiendo literalmente por el sabor.
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Enséñame a Respirar -Tradley
FanfictionDonde Tristan es el único que puede hacer que el corazón de cuarenta y dos latidos por minuto de Brad se acelere. 2da. Edición La magnífica portada fueron creada por @Xxnightmaresx #17 - Tradley