Asustado

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-¡Buenos días! -Alguien lo saluda por detrás. No puede ver quién es, Brad está otra vez de pie en una balanza, su espalda encarando la puerta, pero de acuerdo al único acento estadounidense en el centro médico, es bastante evidente. Aunque Brad no puede comprender por qué el doctor de la terapia de grupo decide visitarlo en su habitación. A las siete en punto de la mañana.

La misma enfermera imprecisa y excesivamente feliz de la semana pasada toma nota del peso de Brad, quien se baja rápidamente de la pesa. El doctor Hans está felizmente de pie en la entrada, con una caja sin tapa colgada de su cuello con unas tiras, como si estuviera vendiendo perros caliente en un juego de fútbol. Brad gruñe al verlo. Sonríe demasiado para ser tan temprano en la mañana.

-Tengo algo para ti -dice el doctor, mirando la caja después de que la alegre enfermera al fin se fuera. Dentro, hay unas pequeñas bolsas transparentes con cierre, con nombres escritos en ellas. Saca una bolsa plástica transparente con el nombre de Brad... y hay una papa frita dentro.

Brad no alcanza a entenderlo.

-¿Recuerdas que mencioné un reto desde la semana pasada? -le pregunta. Antes de que Brad pueda responder, lo cual no planeaba hacer pronto, el doctor Hans continúa-: Hoy estoy retando a los pacientes a comer la comida que más les afecta. -Agita la bolsa, indicándole a Brad que la tome, pero no se mueve-. Me gustaría que la terminaras para cuando llegue la terapia de grupo.

Lo cual es en cuatro horas desde ahora, piensa para sí mismo. Imposible.

-Y no te preocupes, todavía está caliente.

-Ahm... -Brad parpadea. Todavía no ha tomado la papa frita asignada, el doctor todavía la sostiene con paciencia ante él- ¿Qué?

-Sé que te asusta -el doctor Hans dice de forma comprensiva-, pero no hay nada qué temer.

¿Asustado? Ja. Qué idiota.

-Hora de desayunar -anuncia su enfermera cuando entra en la habitación. Brad cree que éste es el único momento en que siempre estará aliviado de escuchar esas palabras. Se le une automáticamente.

-¿Brad? -Brad se gira de nuevo. El doctor Hans todavía sostiene la estúpida bolsa para él-. Olvidaste tu bolsa.

Sonríe de manera avergonzada y agarra la bolsa a regañadientes. El calor de la papa frita se siente como si estuviera a punto de hacer un hueco en el plástico.

-Cierto. Gracias.

-De nada. -Pasa por delante de Brad y la enfermera-. ¡No me decepciones! -escucha al doctor decir antes de verlo desaparecer por el pasillo.

Brad quiere reírse de él. Ya decidió que no va a comérsela.

Mientras se dirige a la cafetería, su enfermera le informa que oficialmente ha terminado la dieta líquida y que va a sentarse en una mesa diferente. En la nueva mesa tendrá ciertos alimentos sólidos. Tiene que ser su día de suerte: en dos minutos, ya le indicaron que se debe comer lo primero con lo que se atracaba antes de llegar ahí en cuatro horas, y luego se le informa que comenzarán a servirle comida de verdad.

-Buenos días -lo saluda James, como cualquier otra mañana en que Brad entra a desayunar. La mesa luce igual a la otra en la que los chicos estaban sentados. Aunque esta vez una chica está sentada con ellos, y en la mesa falta Tristán.

Quizá sólo se retrasó, piensa Brad, pero enseguida le demuestran lo contrario cuando observa la vieja mesa. Tristán aún está sentado ahí, mirando fijamente la botella al igual que la semana pasada. Hay una nueva chica sentada en la mesa con él, le habla con rapidez y con muchos gestos de mano y expresiones faciales, pero Tristán no parece estar oyéndola. Él está en su pequeño mundo, pasando su mano por su cabello y frunciendo el ceño. Se ve triste.

Enséñame a Respirar -TradleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora