Suficiente

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—¿Por qué no estás vestido? —pregunta su mamá, mirando con el ceño fruncido la camiseta negra y unos shorts de baloncesto.

Brad se incorpora en su cama y sacude sus rizos desgreñados para convertirlos en algo que pudiera pasar por un peinado.

—¿A qué te refieres? Estoy vestido.

—Estás usando pijama —asegura. Abre su armario y le arroja unos vaqueros—. Ponte eso.

—No estoy usando pijama, y no tengo que ponerme elegante para Tristán, mamá —el dieciseisañero le dice, haciendo a un lado los vaqueros—. Es sólo Tristán. Ya sabe cómo luzco. No es como si fuéramos a una cita o algo.

—¡Vístete! —exige su mamá, desapareciendo de su cuarto. Brad vuelve a tumbarse en su cama, soltando un fuerte gruñido. Lanza los vaqueros a algún lado y agarra sus muletas, cojeando hacia su armario para encontrar pantalones cortos más apropiados. Forzar su yeso dentro de los vaqueros es demasiado complicado y consume mucho tiempo. Brad ya le ha cortado una pierna a dos pantalones debido a su frustración, pero no tiene idea de dónde están ahora.

Deja caer sus shorts de baloncesto y contornea sus piernas en un pantalón corto de denim justo cuando suena el timbre de la puerta, indicando la llegada de Tristán. Alisando su camiseta, equilibra su peso en sus muletas y sale cojeando de su habitación, hacia las escaleras que llevan al piso de abajo. Tristán está en la puerta, sonriéndole de manera extraña a la mamá de Brad con un ramo de hermosas flores amarillas y naranjas entre sus manos. Se las tiende a la mamá de Brad, haciendo que ella sonría y le agradezca fuertemente, como si el joven le acabara de dar un diamante. No se da cuenta de cuánto tiemblan las manos de Tristán. Sólo Brad lo nota.

El rizado sostiene ambas muletas en una mano y se agarra de la baranda, bajando con pequeños saltos cada peldaño antes de llegar al final.

—Hola —saluda al mayor todavía de pie en la entrada—, ¿vas a entrar?

—Sí —contesta Tristán, metiendo sus manos en sus bolsillos antes de entrar en la casa y asimilar sus alrededores.

—Brad, ve a poner estos... —su mamá deja de hablar, viendo de forma pensativa el ramo de flores en sus manos.

—Crisantemos —el diecisieteañero le informa.

Ella sonríe ampliamente.

—Brad, ve a poner estos crisantemos en un florero con agua.

Brad gruñe mentalmente, volviéndose hacia Tristán y equilibrando su peso en sus muletas de nuevo.

—Ven conmigo —dice, apuntando una de sus muletas hacia la dirección de la escalera.

Tristán sólo asiente y toma las flores de las manos de la mamá de Brad con manos temblorosas antes de que dirigirse junto a Brad hacia las escaleras.

—¿Seguro de que puedes subir bien? —el mayor pregunta.

—Sí, he estado subiendo perfectamente bien por casi una semana. Sostén esto. —Le tiende a Tristán ambas muletas y básicamente repite las mismas acciones de antes, brinca hasta que llega a la parte de arriba.

Tristán sube lentamente detrás de él, sus ojos echando un vistazo a las muchas fotos de Natalie y a las únicas dos que involucran a Brad.

—Todavía estás molesto —el rubio observa, dándole al menor sus muletas.

—Bueno, no deberías esperar que esté feliz —Brad murmura. Vuelve a poner sus muletas debajo de sus brazos y guía el camino a la abarrotada habitación de sus padres—. No entiendo por qué no puedes confiar en mí, Tris. Te cuento todo sobre mí, pero no me confías ninguna clase de información sobre ti. Si no hubiera estado en tu casa esa noche, ¿cuánto tiempo tendríamos que haber sido amigos para que me contaras de tu padre?

Enséñame a Respirar -TradleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora