Tenía que estar volviéndome loca. En mi mente había demasiada información. Todo me daba vueltas, necesitaba sujetarme a algo o caería de bruces contra el suelo, así que me apoyé en el árbol.
- ¿Estás bien?- volvió a preguntarme la mujer.- ¿Quieres que llame a alguien?
La miré fijamente y respondí antes de que las lágrimas saliesen
- ¿Podrías llamar a Manu, o a Aarón?- dije intentando no llorar.
Su cara cambió completamente al escuchar los nombres de mis hermanos. En ese momento supe que ella me había reconocido
- ¡Álex, caiño! Vámonos a casa.- dijo mientras se alejaba de mí y salía casi corriendo.
Me quedé mirando cómo se perdían entre la multitud. Estaba en estado de shock, no podía moverme. Quería ir tras ella, pero mis piernas no respondían.
Lentamente fui sentándome, mientras lágrimas silenciosas caían por mi cara.
- Todo irá bien-. susurré
Era un mantra que me repetía desde que tenía memoria, y en parte evitaba que me diesen ataques de ansiedad, pero no siempre.
Mientras yo no paraba de repetir aquellas palabras como si me fuese la vida en ello, mi teléfono empezó a sonar.
- Anna ¿Dónde estás?- preguntó Gabriel nada más descolgar.- Está aquí Dylan.
No podía hablar. Lo único que podía hacer era sollozar.
- Anna ¿Qué te pasa?- dijo bastante preocupado.
- Estoy en el parque.- dije mientras respondía a la primera pregunta entre sollozo y sollozo.
Gabriel empezó a hacer más preguntas sobre por qué lloraba o por qué estaba en el parque, así que le colgué.
No quería hablar con nadie, lo único que quería era estar sola.
Pensaba en cómo había salido corriendo mi madre en cuanto me reconoció. Eso me dolía. Siempre que me permitía pensar en mi madre, pensaba que en cuanto me viese me diría por qué se fue. Pensaba que me contaría lo que había hecho, o algo así. Nunca me imaginé que huiría de mí, de su hija.
La gente me miraba con pena. Odiaba eso, pero en ese momento me daba igual. Me daba igual la gente, me daba igual lo que pensasen. Podían irse todos a la mierda. Me daba igual .
Mi teléfono volvió a sonar, pero rechacé la llamada.
Volví a llorar más fuerte, y no encontraba la manera de poder parar el torrente de lágrimas que se había formado.
El maldito teléfono sonaba y sonaba y mientras yo intentaba rechazar las llamadas, pero al final me di por vencida y acepté la llamada
- ¿Sí?- dije sin ni siquiera intentar ocultar que estaba llorando
- Anna, ¿dónde estás?- preguntó Dylan.
- Estoy cerca de la plaza Independencia.
- Vale, voy para allá. No te muevas.- dijo justo antes de colgar.
¿Por qué venía a por mí? No tenía sentido. Nada de lo que había pasado tenía sentido alguno para mí. Mi madre había huido de mí, como si acabase de ver un fantasma. Eso realmente me dolió, sobretodo después de lo que tuvimos que pasar mis hermanos y yo cuando ella decidió abandonarnos.
Al cabo de un rato sentí como alguien se sentaba a mi lado. Ni siquiera tenía fuerzas par mirar a mi lado, así que lo dejé pasar. Noté cómo la persona se me quedaba mirando, y finalmente lo miré. Pude ver cómo Dylan tenía puestas unas gafas de sol y la capucha de la sudadera puesta. Si quería ir de incógnito no lo estaba consiguiendo.
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Cuentos de sinfonía (CDS 1)
Teen FictionAnna es una estudiante de canto que vive en Madrid. Lleva una vida normal junto a su compañero de piso. Dicen que la vida da muchas vueltas, y la de Anna no será menos. Portada creada por @shadowofthemoon6