Capítulo 9

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Después de que mi hermano volviera a Bilbao, mi vida volvió a la normalidad. Exceptuando el pequeño cambio llamado Dylan Andrews.
Era extraño. Seguíamos viéndonos y hablando, pero no éramos pareja. O al menos no habíamos hablado de serlo, ni nada parecido.Lo único que tenía claro de nosotros dos era que nos lo pasábamos bien juntos y que nos comprendíamos bastante bien.

Al cabo de un par de días de mi vuelta a la normalidad Aarón me envió un mensaje diciendo que no podían ir a la casa de mi padre cuando en un principio había dicho, pero que al mes siguiente sí que podían ir. Que igual me tenía que confirmar los días exactos, pero que nos veríamos allí todos. Mis dos hermanos y yo, y aparte la mujer de Aarón y las dos pequeñas.

A medida que pasaban los días, Dylan y yo estábamos cada vez más juntos. Me llamaba para ir a comer a su casa o para ir a grabar o para cualquier cosa. Siempre había una excusa para estar juntos, aunque echaba de menos eso de ir al parque o hacer cualquier cosa en público. Siempre teníamos que ir con cuidado de lo que hacíamos cuando venía a mi casa. Y aunque no era nada serio igual estuve contándole cosas a Aarón. No le dije que era Dylan Andrews, pero sí que le hablé de él. Siempre le contaba todo a mi hermano. 



Finalmente llegó el día de volver a la casa de mi padre. Y aunque esta vez iba bien acompañada, igual me daba algo de miedo, por así decirlo. No era miedo, pero había muchos recuerdos en esa casa y la mayoría no eran precisamente buenos. 

-Anna, ¿ya estás?- preguntó Dylan mientras yo estaba colocando las últimas cosas en la maleta.- Yo voy bajando. No tardes mucho que nos esperan.

- Vale, dame cinco minutos.

No sabía qué ropa poner. En Mallorca hacía calor, mucho calor, pero igual refrescaba por las noches, ya que la casa estaba a las afueras de las ciudad. Por si acaso metí un suéter fresquito de esos que te pones en primavera o en otoño, cuando no hace ni mucho frío ni mucho calor. Cerré la maleta a presión y salí de la habitación, comprobando por décima vez que no se me quedaba nada y le envié un mensaje a Gabriel para que supiese que ya me iba de casa. Cerré la puerta con llave y lentamente bajé las escaleras intentando no caerme. Era capaz de caerme, me conocía lo suficientemente bien como para saber que era muy patosa, y el llevar una maleta con ruedas y pesada en las manos no ayudaba mucho. Para colmo en ese momento en el que me debatía entre rodar por las escaleras o bajar como persona normal, mi teléfono empezó a sonar.

- ¿Sí?- dije al descolgar sin tan siquiera pararme a mirar quién era.

- Anna, ¿ya sales de casa?- preguntó Aarón desde el otro lado del teléfono.

- Pues... Eso intento. Estoy bajando las escaleras. Te llamo más tarde.- dije haciendo equilibrios con la maleta y el bolso de mano.

- Venga, vale. Hasta luego.

Colgué y volví a meter el móvil en el bolsillo delantero de mi pantalón. Bajé las escaleras y una vez abajo encontré a Dylan esperándome en la entrada.

- Podrías ayudarme en vez de quedarte ahí mirando.- repliqué al ver que se me quedaba mirando.

Hizo una de sus medias sonrisas que me dejaban atontada y se acercó a mí para coger la maleta.

Vale, a lo mejor estaba algo pillada por Dylan. Bueno,  para que mentir, me gustaba.

Se dio la vuelta y metió la maleta en el coche, donde el chófer, Eric, nos estaba esperando. Entramos en el coche y nos dirigimos al aeropuerto donde cogeríamos un avión hasta Mallorca.

Cuentos de sinfonía (CDS 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora