Cuando terminamos de desayunar, nos vestimos y fuimos a comprar. Era temprano así que no había mucha gente. Intenté convencer a Dylan de que me dejase ir sola, pero no me dejo. Quería acompañarme y ni yo ni nadie lo haría cambiar de opinión. Así que se puso una gorra y unas gafas de sol y fuimos al super.
Como ya había dicho el super estaba prácticamente vacío, así que no nos ha complicado salir rápido con todas las cosas que necesitábamos. Ya cuando viniesen mis hermanos acabarían de comprarlo todo.
Nos pusimos a arreglar la casa, no me gustaba tener la casa sucia, y esta estaba llena de polvo y olía a cerrado.
Empezamos desde las habitaciones de arriba, bueno, yo estaba en el piso de arriba mientras Dylan estaba en el de abajo. Saqué todos los productos de limpieza que había comprado y se los di a Dylan para que se espabilara. Al principio me miró raro ya que no sabía cómo funcionaba todo aquello, pero después de intentar escaquearse y de haberle enseñado un poco como limpiar la casa se puso manos a la obra.
Subí las escaleras y me puse con mi trabajo. Me puse una camisa vieja que tenía guardada por algún lugar de mi cuarto, me hice una coleta alta y empecé por los cuartos de mis hermanos. Abrí las ventanas para que se airease bien, cogí unas sábanas que habían guardado en una caja aposta para que no se llenara de humedades. Las puse y quité las sábanas que había sobre los escritorios y demás muebles.
Una vez terminé con los cuartos me quedé mirando despacho de mi padre.
No sabía exactamente qué hacer, ¿tenía que dejarlo como estaba o tenía que arreglarlo?
Finalmente decidí arreglarlo, ya que estaba, terminaba la tarea.
Abrí la puerta y no vi nada, las persianas estaban bajadas y no se veía nada. Todo estaba oscuro.
Encendí la luz y pude ver el escritorio delante mía, solo una alfombra llena de polvo nos separaba. Miré alrededor pude ver estanterías llenas de papeles y carpetas perfectamente ordenadas. No me extrañaría que estuvieran ordenadas por orden alfabético. Empecé a mirarlo todo detenidamente cuando me di un gran golpe en la pierna con unas cajas que estaban medio escondidas entre una sábana. La quité y pude ver tres cajas con los nombre de mis hermanos y el mío. Un nombre para cada caja. Abrí la que tenía el mío y vi un montón de sobres perfectamente ordenados. Estaban separados por años. Empezaban en 1998 y terminaban en 2010. Saqué un sobre y pude ver que era una carta, y era para mí.Al girarla para ver el remitente vi que venía de Italia, donde estaban mis abuelos por parte de madre. Cuando lo vi no quise saber nada más. No quería saber nada de ella, y mucho menos después de lo de Madrid.
Me levanté del suelo y me acerqué la ventana para abrirla y que de ese modo se ventilase. Mientras seguía pensando en las cajas con los sobres iba mirando las estanterías y vi que estaban llenas de papeleo del hospital, de libros de medicina y otras cosas relacionadas con la casa. Nada que sirviese para ahora, excepto los libros, claro. Los guardaría para Becca o si no ya los llevaría a algún sitio de segunda mano.
Estaba revisando los cajones del escritorio cuando vi tres sobres. ¿Más cartas? ¿No bastaban las tres cajas llenas de ellas?
Las saqué y vi había tres, y al igual que las cajas, cada una tenía un nombre.
No había sello, ni remitente ni nada, solo nuestros nombres.
Cogí la que tenía el mío, la abrí y empecé a leer.
Querida Anna:
Sé que no he sido un buen padre. Sé que no he sido el padre que te mereces pero aún así te quiero.
ESTÁS LEYENDO
Cuentos de sinfonía (CDS 1)
Teen FictionAnna es una estudiante de canto que vive en Madrid. Lleva una vida normal junto a su compañero de piso. Dicen que la vida da muchas vueltas, y la de Anna no será menos. Portada creada por @shadowofthemoon6