Charlotte abrió lentamente sus ojos y lo primero que divisó fue el cielo nocturno. ¿Habrá sido todo un mal sueño? Probablemente no. Se encontraba en brazos de un chico pelirrojo.
— Has tenido suerte— dijo él sin fijar su mirada en la chica a la que estaba cargando—. Una caída de esa magnitud pudo haberte matado, pero caíste en una seta de goma.
— ¿Qué es una seta de goma?— preguntó ella, aferrándose más al chico.
— Es una seta normal, solo que al sentir un cuerpo aproximándose se extiende y se vuelve tan elástica como la goma— respondió distraído—. Fueron diseñadas inicialmente para sustituir al algodón, como una alternativa en casos de emergencia, pero a pesar de su increíble elasticidad, no podía alcanzar la suavidad y comodidad que ofrece el algodón.
Ella se limitó a escuchar hasta que llegaran a su destino. No tenía la menor idea de a donde la llevaba, pero no le importaba en ese momento; se sentía extrañamente segura junto a aquel desconocido.
Mientras tanto, él se preguntaba mentalmente si habría hecho bien en llevar a aquella chica a su hogar. La guerra le había hecho dudar de cualquiera, hasta de aquel ángel que había caído del cielo, literalmente. Todo en ella le parecía tan frágil, delicado, que en cualquier momento y con el más mínimo rasguño se rompería, como una copa de cristal. Su encanto le impedía herirla físicamente, pero aún no podía fiarse de ella.
Unos minutos después ya habían llegado a una pequeña casa en medio del bosque. Claro, no habrías podido encontrarla fácilmente gracias a los árboles que la cubrían.
Charlotte se bajó cuidadosamente y se tambaleó un poco al tocar el suelo. Apenas notaba que había perdido sus zapatos y su vestido estaba hecho un desastre.
— Lamento lo del vestido— dijo avergonzado el chico. Aún no le había preguntado su nombre—, creí que eras un ave.
— ¿Desde cuándo las aves son tan grandes?— preguntó ella, sonriendo levemente.
— No tienes idea la variedad de especies distintas que te puedes encontrar aquí.
Charlotte paró un momento a pensar en todos los seres que podría encontrar. De repente, recordó que no tenía la menor idea de donde se encontraba. Antes de decir cualquier cosa, el chico se adelantó.
— Si gustas, podemos entrar y tomar algo caliente. Las noches aquí son terriblemente heladas.
Asintió y ambos entraron la pequeña pero acogedora casa. Prepararon un poco de té y se sirvieron, como dos viejos amigos que se reencontraban después de mucho tiempo. Por supuesto, ellos eran unos completos desconocidos el uno para el otro.
Se sentaron en el suelo, sobre una cómoda alfombra, dispuestos a aclarar algunas dudas.
— ¿Quién eres? ¿Cómo llegaste aquí?— fueron las preguntas formuladas por el misterioso pelirrojo.
— Mi nombre es Charlotte— su tono era tan bajo que el chico tuvo que acercarse un poco más a ella para escucharla con claridad—, y la verdad no estoy segura de cómo llegue. Estaba en el bosque y un hombre hecho de luz abrió paso hacía lo que parecía ser una cueva. Bajando los escalones me des-concentré y no me di cuenta que hacía falta un escalón, así que caí y llegue a este lugar— dijo explicándolo con toda la lógica posible—. ¿Podrías decirme en dónde estoy?
El chico se enderezó y tomó un sorbo de té.
— Mi nombre es Edmund— dijo mirándola a los ojos. No había notado los hermosos ojos verdes pertenecientes al pelirrojo; parecían esmeraldas—, y este lugar en el que te encuentras se llama Dixia.
***
¿Qué es Dixia? Esa era la pregunta que carcomía la mente de Charlotte y, por supuesto, Edmund se encargó de explicarle todo.
Dixia, lo que en realidad significa 'bajo tierra', refiriéndose a un mundo subterráneo, es una tierra llena de magia. No existe la magia negra ni la magia blanca, solo hay magia, y está en el poder de aquellos afortunados que la poseen el uso que le darán. Por supuesto, la bondad ha decaído visiblemente desde 'La guerra de los maestros', una batalla donde los magos maestros utilizaron su poder contra los que no poseían más que su fuerza física para defenderse. Desde aquel momento comenzaron las alianzas pero no sabías si serías traicionado por los que considerabas amigos. No había forma de diferenciar el bien del mal.
La guerra parecía haber acabado hace una década, aproximadamente, pero se han encontrado varios cadáveres con heridas terribles. Han declarado brutalmente una guerra. ¿Algún propósito en específico? Acabar con los traidores restantes de la guerra de los maestros. ¿Hay forma de averiguar de quien te puedes fiar? No, ninguna. Deberás confiar y esperar a no tener una espada clavada en tu espalda al final de la semana.
Con aquellos pensamientos se dio por finalizada la conversación entre Edmund y Charlotte, y con dos almohadas y una pequeña manta, Edmund permitió que la hermosa chica pasara la noche en su hogar. Ya veía que aquella criatura no sería capaz de lastimar a ningún ser viviente. A diferencia de él. Bueno, tenía que protegerse de alguna manera.
Charlotte se durmió casi enseguida, y Edmund se dedicó a observarla. Analizó cuidadosamente cada detalle de ella, y no pudo evitar recordar aquel vago pensamiento cuando la encontró: pensó que un ángel había caído del cielo. Era hermosa, eso no lo podía negar, pero tendría que enseñarle como defenderse. Faltaban apenas dos días para la Noche sangrienta, y si querían mantenerse con vida, debían unirse como si fueran uno solo. No habría piedad por parte de nadie ese día.

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Underground
Short StoryAquí en Dixia nada es lo que parece y nadie es quien dice ser. Ten cuidado con quien formarás una alianza, porque es tu vida la que pones en juego.