Ya había pasado una semana desde el ataque, y el lugar ya no se veía tan desastroso como la última vez. Pero nada volvió a ser lo mismo sin ella.
— ¿Por qué no se los devuelves? — insistía Edmund enojado —. No tienes ningún derecho a conservarlos, ¡son de Charlotte!
Charlotte no había despertado desde aquella extraña mañana en la que Clarisse puso en marcha la transferencia y falló. No había muerto, pero tampoco se encontraba en su mejor momento.
Rosalie había conservado los poderes de la chica en aquel recipiente rosa, y quién sabe por cuánto tiempo seguiría así.
— No entiendes mis razones para lo que he hecho, pero déjame decirte que la paciencia trae grandes recompensas.
Edmund dejó de seguirla y se fue hecho una furia hacia la habitación de Charlotte.
— ¿Finalmente cambió de parecer? — preguntó Salomé, quién también se quedaba a hacerle compañía a su amiga. No se conocían de hace mucho pero ya le había tomado cierto cariño.
— No — respondió él, caminando de un lado a otro sin parar —. Dice que tendremos que esperar.
— Si no nos queda más remedio, esperaremos. Pero si Charlotte empeora, tomaremos medidas drásticas.
Mientras tanto, Charlotte se encontraba en un viaje. No en uno de esos en los que pagas un boleto y te sientas en un avión esperando llegar a tu destino, no. Estaba viajando a través de su mente.
De vez en cuando, echaba un vistazo a sus recuerdos, pero no se arrepintió de nada de lo que había dicho y hecho a lo largo de su no muy larga vida. Todas aquellas ocasiones habían forjado la persona que era ella en realidad, ¿no es así?
Siempre quiso la valentía de su madre y la tranquilidad de su padre. Y, probablemente, tenía un poco de ambos. Comprendía que ser valiente no significa ser despiadado, y ser tranquilo no significa ser cobarde. Aprendería de sus errores, pero no se retractaría de sus decisiones.
No llevaba mucho tiempo allí, pero se sentía acogedor. Por primera vez en su vida se había conectado con ella misma. No percibía dolor o tristeza, solo paz. Pero estaba consciente en que tenía que volver. Incluso quería hacerlo. El problema: no sabía cómo.
Cerró los ojos y visualizó dos personas que se habían convertido en su más grande soporte: Salomé se encontraba junto a ella cosiendo un hermoso vestido color crema y Edmund estaba tomando su mano. No tenía ni la menor idea de porque estaba admirando aquella escena, pero la conmovió saber que ellos tenían la esperanza de que despertaría.
Sonrió y volvió a intentarlo. Lo intentó hasta el cansancio, y no se rindió hasta lograrlo.
***
Edmund estaba a punto de rendirse al notar tan bajo el pulso de Charlotte, y por un momento pensó que moriría ahí, en sus brazos. Aquella idea hizo que el corazón se le encogiera; no lo soportaría.
— ¿Podrías separarte un poco? Necesito respirar — dijo aquella voz angelical que él tanto había echado de menos.
Edmund estaba a punto de llorar de la emoción. No pudo contener su satisfacción y comenzó a besar su delicado rostro, a lo que ella reía descontroladamente. Ninguno había estado tan feliz en su vida.
— Sigo aquí — comentó Salomé, riéndose de esa adorable escena en el suelo, terminando su próxima gran creación —. ¡Listo! Esta acabado y es perfecto. ¿Qué te parece, Charlotte?
Con ayuda de Edmund se levantó con cuidado de su cama.
— Me parece un vestido divino. Excelente trabajo.
Salomé sonrió y se lo tendió a su amiga.
— Póntelo, iré a avisarles que ya estas lista.
— ¿Lista para qué? — preguntó confundida.
— Para tu integración al consejo de magos.
El consejo de magos. Una comunidad prestigiosa y reducida dónde se encuentran los más poderosos magos del territorio de Dixia. O al menos eso le había dicho Edmund.
Se colocó el hermoso vestido con calma. Llegaba un poco más arriba del tobillo y no tenía mangas. Era sencillo y delicado.
Esta vez optó por utilizar unos zapatos un poco más altos para darle un aire más regio al atuendo.
Camino hasta el salón principal tomando a Edmund por el brazo, asegurándose de no caer o tropezar; no quería hacer el ridículo en un momento tan especial. Pero la dejo en medio de la sala, con algunos espectadores presentes.
No paso mucho tiempo cuando tres hombres y tres mujeres (entre ellas Rosalie) la tenían rodeada en un círculo. Rosalie sacó el recipiente con su magia, lista para ser liberada. Antes de dejar que entrara en Charlotte, Los seis tomaron la liviana nube de poder en sus manos, hasta que finalmente volvió a su propietaria original.
No era el mismo poder de antes, había incrementado. Se sentía enérgica, invencible.
Al fin y al cabo, las cosas no habían resultado tan desastrosas como todos habían pensado.
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Underground
Short StoryAquí en Dixia nada es lo que parece y nadie es quien dice ser. Ten cuidado con quien formarás una alianza, porque es tu vida la que pones en juego.