—... Una de las cosas que debes tener en cuenta para mantenerte con vida aquí es la fuerza— continuaba Edmund con su discurso. Si, llevaba toda la mañana hablando de técnicas de combate y defensa, pero no había enseñado ninguna de esas técnicas a Charlotte—, además de la agilidad, claro está, y...
— Estoy empezando a cuestionar si realmente sabes cómo pelear— interrumpió ella. Tomó el arco de Edmund y se lo tendió—. Anda, muéstrame que tanto sabes.
Él decidió tomarse unos segundos para coger su arma. Se sintió frustrado, ya se había emocionado con su informativa y útil charla sobre los métodos de ataque y defensa, pero aquella hermosa extraña tenía toda la razón en algo: si quería sobrevivir, tendría que aprender cómo sobrevivir. Y sólo quedaba un día.
Con gran agilidad apuntó a una ardilla que yacía acostada en la rama de un árbol. Se escuchó algo caer contra el suelo. La ardilla.
— Esta muerta— dijo Charlotte acercándose a ella y le sacó la flecha que Edmund lanzó—, pero no gracias a ti. Excelente tiro.
Lo que el peli-rojo le había dicho no era mentira; las noches allí era heladas. Aquel pequeño animal no encontró un refugio y se congeló. Charlotte puso con cuidado a la ardilla junto al árbol y con un montón de hojas la cubrió.
Edmund le tendió su arco a Charlotte.
— Ahora es tu turno. Intenta apuntar a la rama de aquel árbol — señaló el mismo árbol donde había caído la ardilla.
Ella tomó el arco e intento hacer lo mismo que el chico había hecho. Lanzó la flecha, pero esta desapareció en la espesura del bosque.
— No vamos a gastar tiempo con algo que definitivamente no va contigo— dijo él y tomo el arco de las manos de Charlotte para guardarlo—. ¿Qué tan ágil puedes ser?
Charlotte se lo pensó un momento, y recordó que trepar y correr era lo que mejor se le daba. Miró de reojo el roble que estaba a su lado y decidió probarse a sí misma.
— Veamos quién llega primero a la copa del árbol, ¿te parece?
El asintió.
A la cuenta de tres, ambos subieron con rapidez y elegancia, posando sus pies en las partes salientes y sosteniéndose con las ramas fuertes. Charlotte contaba con una increíble ventaja debido a su tamaño: al ser más pequeña, era notablemente más liviana, a diferencia de Edmund. Unos segundos después, Charlotte ya se encontraba en la copa, mientras que Edmund seguía unos metros más abajo.
— ¿Qué tal el clima allí abajo?— preguntó irónicamente Charlotte.
Al llegar al suelo de nuevo, siguieron con su entrenamiento. Era rápida, ágil y básicamente cabía en cualquier lugar, además de ser lista. Pero a no ser que tuviera un poco de magia en su interior, estaría completamente perdida.
Aún tenían tiempo antes de que anocheciera, unas horas quizá. Tendrían que llegar a las Cavernas de Hielo antes de que las bestias salgan.
Edmund tomó de la mano a Charlotte y empacó en dos mochilas lo necesario: dos mantas, linternas, dos botellas con agua y un poco de comida.
Tenían que llegar lo más rápido posible, así que tomarían la ruta por las Llanuras de Igen que, a pesar del terrible calor, es la vía más corta a las cavernas.
Edmund le prestó a la chica alguna de sus largas túnicas junto con unos pantalones, pero andarían descalzos para no dejar ningún rastro.
— Desde el bosque hasta las llanuras son treinta minutos de camino— dijo el chico saliendo de su casa—, pero si hacemos una carrera hasta la Senda de Luz nos ahorraremos lo suficiente para descansar más adelante.
Charlotte no espero ni un minuto más y salió disparada por la ruta que había señalado Edmund. Su mochila colgaba de su brazo, puesto que aún no se la había acomodado bien. Sonreía, tal vez como nunca lo había hecho. Podría quedarse atrapada allí para siempre, o incluso morir aquella tarde, pero nunca se había sentido tan feliz en su vida. El aire golpeando con fuerza su rostro mientras recorría con rapidez el lugar. Amaba el olor del bosque; tan fresco, tan puro, tan mágico.
Edmund la alcanzó con dificultad, casi llegando a lo que él había llamado la Senda de Luz. Un camino que podría dejarte ciego con facilidad.
— "Si este camino deseas atravesar, vendas en los ojos deberás usar. En tus instintos deberás confiar, porque el camino engañoso será"— recitó Charlotte, recordando uno de sus poemas de la clase de literatura. A pesar de todo, nunca les había encontrado sentido alguno. Ahora sí.
— Espero que no te moleste— dijo Charlotte, rompiendo parte de la túnica para improvisar dos vendas.
— La verdad no— contesto él mientras tomaba el retazo de tela—. De verdad que eres una chica lista.
Un cumplido. No sabía cómo responder a uno de esos. Ni siquiera cuando era su madre quien se los decía.
— Gracias— fue lo único que antes tapar sus ojos con la venda y confiar en llegar al final del camino.
Podía escuchar diferentes voces a medida que iba avanzando, y todas ella le susurraban 'cuidado'. ¿Cuidado con qué?
Un poco más lejos podía escuchar la respiración agitada de Edmund, probablemente asustado.
— ¿No tienes miedo de perderte aquí? — Preguntó él, con sus piernas temblando a cada paso que daba —, o incluso quedarte encerrada en este camino para siempre.
— No — contestó ella —. El camino puede sentir tus emociones; si le demuestras miedo hará hasta lo imposible por meterte aquellas ideas en la cabeza, pero si le demuestras seguridad, te ayudará a encontrar la salida y te advertirá del verdadero peligro — dijo y tomó con delicadeza la mano de Edmund. Tal vez podía transmitirle un poco de seguridad. Y así fue.
No tardaron mucho en encontrar la salida. ¿Cómo estaban tan seguros de que podían quitarse las vendas? Bueno, ya no tenían esa extraña sensación de que mil reflectores los estaba iluminando.
Edmund no había soltado la mano de Charlotte, pero ella tampoco se opuso. Avanzaron hacia las llanuras juntos, sabiendo que aunque no sería fácil llegar con el poco tiempo que contaban, tendrían que intentarlo.
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Underground
Short StoryAquí en Dixia nada es lo que parece y nadie es quien dice ser. Ten cuidado con quien formarás una alianza, porque es tu vida la que pones en juego.