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Capítulo uno: Voy a morir.


Dos putas horas caminando bajo la lluvia para poder llegar a mi casa y no tener las llaves porque, como siempre, las olvidé antes de irme a la universidad.

En serio soy tonta. Pasé alrededor de diez minutos escarbando dentro de mi mochila, solo para recordar que no las había tomado en la mañana antes de salir de casa en mi prisa por llegar temprano a clase. Eso me pasa por desvelarme leyendo y no escuchar las primeras tres alarmas.

Así que ahora estoy aquí sentada en los escalones de la entrada, calada hasta los huesos, titiritando de frío y en espera de que mi padre regrese de donde sea que se encuentra para que abra la puerta y yo corra a darme un baño tibio. Lo necesito y deseo tanto en este momento.

Por nuestro bien, espero que no se encuentre apostando de nuevo. Fue por eso que mamá lo dejó y a mí con él. Se supone que había recapacitado, que se había recuperado de ese vicio que casi nos dejó una vez en la quiebra, pero ahora ya no estoy tan segura. Desaparecer así como así, sin llamar ni dejar un mensaje, no es propio de él. Solo espero que no le haya pasado nada grave.

Una ráfaga de viento sopla fuerte y mi cuerpo tiembla con mayor intensidad que antes. Un auto pasa frente a mí y eleva otra corriente de aire a su paso. Mi piel se eriza y mis dientes castañetean cuando un coche se detiene un poco más adelante, frente al taller. De inmediato reconozco el Mustang clásico de mi vecino. Lo observo estacionarse y, tras unos segundos, Colton baja del coche encendido.

Incluso en mi estado de enajenación mental debido al frío, no puedo evitar devorarlo con la mirada. Dioses, luce tan bien.

Lleva unos pantalones de mezclilla que ahuecan su culo a la perfección y se adhieren a sus fuertes muslos, y unas botas negras militares. Todo en él grita "peligro". Y derrocha sexualidad por cada poro también. Sus zancadas seguras, firmes... Me pregunto cómo será tener sexo con él. Cómo es tenerlo encima, dentro, y ser subyugada por su fuerza y dominación. Un estremecimiento me sacude entera, pero no es por el frío. Creo que, con tan solo verlo, mis labios han dejado de ser azules.

La noche ha caído ya, por lo que los faros de su auto son lo único que iluminan la calle. Eso y unas cuantas farolas descompuestas que titilan de vez en cuando. Lo observo caminar hasta la reja que protege el taller y luego la abre para poder meter el coche bajo el toldo. Para protegerlo de la lluvia... y de los delincuentes que hay por estos rumbos. No es como si viviéramos en un barrio decente, por eso las medidas de seguridad. Rejas, alarmas, alambre con púas y un arma bajo la almohada. 98 % efectivo contra maleantes.

El metal rechina cuando tira de las puertas y yo hago una mueca por el molesto sonido. Me encojo sobre mí misma y recargo mi frente en la mochila húmeda que se encuentra en mi regazo en un intento por calentarme. Cierro los párpados, el cansancio se apodera poco a poco de mi cuerpo tembloroso. Ya no puedo sentir mis dedos de los de los pies y creo que mañana voy a coger una pulmonía tremenda si no es que muero esta misma noche.

Escucho la puerta del coche cerrarse y, tras unos segundos, vuelve a abrirse.

—Ey —escucho llamar a su voz, pero no levanto la vista. Ya está comenzando a dolerme la garganta y solo quiero hacerme bolita y dormir—. Hey tú, niña. Te estoy hablando —dice esta vez con más ímpetu.

Elevo mis ojos cansados hasta su figura y lo veo acercarse con paso seguro. Se detiene frente a mí y se pone en cuclillas con el ceño fruncido sin importarle que la lluvia lo esté empapando a él también. Estudia mi rostro con algo parecido al enojo y luego su mirada baja por mi ropa empapada.

Hechizado [A #1] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora