Prólogo: Gasoline.

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¿Estás loco cómo yo? ¿Has sentido dolor cómo yo? ¿Comprado una botella de champán por cien dólares cómo yo? ¿Solo para vaciar a ese hijo de puta por el drenaje cómo yo? ¿Usarías la cuenta del agua para limpiar la mancha cómo yo?

Sus mejillas claras se alzaron contentas ante oír el toc-toc de la puerta. Rió en voz baja y pregunto: ― ¿Quién es?

― ¡Ernesto! ―Chillaron del otro lado de la puerta, haciendo al pequeño rubio reír.

― ¿Ernesto quién? ―Le siguió él, volteando el rostro ligeramente para ver a su padre, el cual se escondía de manera ridícula detrás de la puerta.

― ¡El dueño de todo esto! ―Y así fue como el rubio de unos 30 años entró a la habitación, sonriendo y gritando mientras brincaba hacia los brazos de su hijo.

La verdad los chistes de su padre eran bastante malos, pero, ¡Dios, tenía 7 años! Y para él todo lo que saliera de los labios de su padre era comiquísimo.

Su padre era muy importante para él. Sentía que tenía un verdadero hogar a su lado.

―Wade, debemos hablar... ―Le dijo él, sentándose en posición de indio en frente de su hijo mientras le miraba con una pequeña sonrisa. El pequeño rubio le miró mientras apretaba el entrecejo y esperaba―. Me iré por un tiempo.

Al pequeño rubio casi se le arruga el corazón al escuchar eso. ¿Se iba? ¿Cómo qué se iba?

― ¿De... qué hablas? ―Balbuceó él, sintiendo un nudo en su garganta.

―Debo irme por mi trabajo. ―Le dijo él, con una sonrisa pequeña para no alterar al pequeñín.― Solo serán 2 meses. Y éste vejestorio volverá a molestarte con sus chiste malos.

Wade asintió, mientras se tragaba el nudo en su garganta y trataba de no ponerse a llorar.

―Bien... ―murmuró el pequeño rubio.

―Ya, campeón. No llores. Prometo volver pronto en menos de dos meses y ya estaré aquí para molestar.

Wade sonrió y abrazó fuertemente el cuello de su padre, para luego hablar con él sobre el día que había tenido la escuela.

Y eso dos meses pasaron... y se volvieron cuatro meses.

Y esos cuatros meses se volvieron seis meses... y eso seis meses, se volvieron un año.

Y ese año, una década. Y nunca volvió a ver a su padre. A su madre le llegó una carta donde hablaban de su muerte.

Nunca volvió a ser el mismo.

¿Estás lo suficientemente drogado sin haber fumado marihuana cómo yo? ¿Te desgarras para entretenerte cómo yo? ¿La gente susurra sobre ti en el tren cómo yo? ¿Diciendo que "no deberías desperdiciar tu linda cara" cómo yo?

Sus manitas se juntaban mientras miraba al grupo de niños correr de un lado a otro. Sus lentes descansaban sobre su nariz, expectantes a algún sonido o movimiento acosador.

Peter sobaba sus manos entre sí mientras sus ojos brillantes miraban todo y analizaban a la vez. No había mucho que hacer, la verdad. Se había leído todos los libros de animales, plantas, dinosaurios y de todo lo que hubiera en ese escaparate.

Y ahora estaba aburrido.

― ¡Niños! ―Gritó una de las hermanas del orfanato. La señora Grace, una mujer grande de color con trenzas que siempre gritaba.― ¡Tenemos otra pareja acá! ―Todos los niños callaron. Inclusive Peter bajó su respiración.― Así que quiero que se preparen para dar una buena impresión y veamos si tienen suerte hoy.

Bad Boy With Good Intentions.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora