Góticos

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Would era una de mis mejores amigas, en realidad su nombre era Carla, pero poca gente sabía eso. En el foro todos nos identificábamos por los Nicks así que técnicamente pasaba a ser nuestro cuasi nombre real.

Would era algo menor que yo, pero eso no fue impedimento para que nos convirtiéramos en grandes amigas. Era la única que sabía por todo lo que estaba pasando, Daniel, mi familia, mis problemas depresivos y Wes, que era quien siempre me sacaba una sonrisa.

- Oye ¿Y era bonito? – me preguntó ella a través de Messenger.

- ¡Sí! Si era bonito –dije, aguantando un suspiro- Tenía unos ojos absorbentes, no sé como explicártelo. Sentía que me miraba y me traspasaba. ¿Raro, no?

- Quizás ustedes se conocían de antes, ps... -me escribió- ¿Has oído eso de las almas gemelas? Quizás se conocieron de otra vida, quien sabe...

- No sé, no creo en esas cosas.

- Yo lo veo a él muy tierno contigo cuando te responde en el foro.

Pensar en él me daba una sensación inimaginable. Él era pura paz, mientras yo era un caos. Oír su voz por teléfono era similar a sentarme en la montaña y ver caer las estrellas fugaces, una sensación absoluta de calma, de que nada podría salir mal, que todo el universo estaba en sintonía conmigo. ¿Así se sentía conocer a tu alma gemela? Ese sentimiento que toda la vida te faltó algo y encontrarlo de golpe donde menos lo imaginabas. Cerraba los ojos y lo imaginaba frente a mí, nos veíamos más viejos, de la mano, viendo un especial de The Cure en Chile por DVD, mientras nuestro hijo corría por toda la casa. Sueños imposibles, ya que Robert  Smith había asegurado que jamás vendría a Chile y lo de tener hijos era una posibilidad muy extrema.

Mi tía Ana nuevamente, me sacó de mi ensoñación.

- Oiga, ¿Hoy va salir con su enamorado? Lleve chaleco, porque a la vuelta le va a dar frío, ¿me oyó?

- Si tía, te oí –dije abriendo los ojos- Llevaré el abrigo.

- Me da tanto miedo cuando usted sale, oiga –me dijo.

- ¿Por qué?

- Con esos muchachones pues, los neonazis. El otro día llegó contando que a sus amigos les habían pegado afuera de la discotecque esa. Si ve a uno de esos, aléjese, ¿me oyó?

- ¡Ay tía, no si los voy a ir a saludar de beso en la cara!

- Ja, que anda chistosita – dijo, pasándome el abrigo- Vuelva temprano. Y podría invitar al niño ese algún día para conocerlo.

- Somos amigos nada más, no es mi novio ni nada. Además ya sabes que Daniel va a viajar en unos días más...

- Mándelo a volar, simple. Y se queda con este niño, al que usted de verdad quiere.

- ¿Y si no me quiere? –dije triste.

- ¿Quién no la querría a usted, conociéndola?

Me dio pena y se me llenaron los ojos de lágrimas.

- Mis papás, por ejemplo – susurré sin que ella me oyera.

Agarré mis cosas y salí, dándole un beso en la mejilla a mi tía, por fin iríamos a ver la película con Wes.

La verdad es que mi familia jamás había aceptado mi forma de ser. Se les metió en la cabeza que todos los góticos eran satánicos y mis hermanos a diario se burlaban de la forma como  yo vestía, siempre de negro, por lo que escuchaba, aunque la verdad es que siempre he tenido un amplio gusto por la música, a ellos les daba por encasillarme en: "Los tarros de la música diabólica".

El amor después del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora