Adiós

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Pasaron varios días en los cuales yo ya había perdido la cuenta en que nombres tenían... Me armé de valor y recordé la mezcla que había hecho de antidepresivos. Mi tía no preguntaba nada, se limitaba a traerme la comida y agachar la cabeza en una señal de tristeza absoluta.

Decidida a terminar con todo, cerré los ojos y me quedé así, con el brebaje a mi costado, pensando en que hacer, como resolver, si acaso eran así mejor las cosas, si desaparecer sería la mejor opción... hasta que una llamada por teléfono me despabiló.

- Amiga, soy Carla –dijo una voz al otro lado del teléfono- ¿Qué rayos pasó? Wes está actuando muy raro, no sé nada de ti después que arrancamos ese día, ¿Qué está pasando? Estás tan desaparecida...

- Nada, se acabó todo, eso es... Daniel ya viene en camino y pues ni modo.

- ¿Usted es bruta o qué? ¿No te das cuenta que hay una persona que de verdad te ama, te conoce ya, conoce tus debilidades y fortalezas y la vas a dejar ir como así? –dijo ella, molesta, reclamando como una madre.

- Bueno, la vida es injusta –balbuceé.

- Sí, es injusta, pero en ti está cambiarla. Sal de tu casa, busca a ese chico ahora, dile que lo amas y punto. O me voy a enojar en serio –dijo muy molesta.

- ¿Qué saco si ya le dije que no podíamos estar juntos?

- ¿Qué te lo impide? ¿Un romance virtual con un tipo que no conoces? ¿Un amor de mentira? De seguro ese niño viene a casarse contigo por mero interés económico, es evidente que quiere surgir acá como es la triste realidad de muchos extranjeros, se casan con chilenas, se establecen y mandan el dinero a sus familias. Yo no digo que él sea malo ni mucho menos, pero de que te ve como una inversión, se me hace demasiado lógico. ¡Despierta, mierda! –me gritó mientras yo me acomodaba en mi almohada, como si me estuviese mirándome- ¡Es tan fácil ser feliz!

- Ya, ya... ¿Y qué quieres que haga?

- Habla con Wes y dile la verdad. Habla con Daniel y dile la verdad. ¡Actúa con tu corazón!

Las palabras retumbaron en mi mente como si me hubiesen inyectado adrenalina. Me levante y llamé a Wes. No me contestaba. Al quinto intento cogió el celular.

- ¿Qué pasa?

- Necesito verte. Iré a tu trabajo hoy –dije, decidida

- ¿Hoy? No entiendo... Bueno, pues ven... -dijo resignado.

Salí como alma que lleva el diablo, le di un beso en la mejilla a mi tía, y le pedí que me deseara suerte. Mi madre quedo viéndome como si fuese la loca del muelle de San Blás y no dijo nada.

Corrí, corrí alcanzando el bus, con el corazón palpitante, decidida a cambiar mi vida, decidida a ser feliz, a encontrar a mi alma gemela y a no dejarlo ir nunca más.

Se me hicieron eternas las horas que demoré en llegar a su trabajo, no importaban los flaites que me miraban extraño ni tampoco la gente que circulaba alrededor.

No importaba nada.

Sólo él.

Sólo nosotros.

- Tenemos que hablar –dije, cuando por fin llegue a su trabajo.

Él me miraba absorto, sin decir palabra.

Me lancé a sus brazos, que me recibieron como las alas de un águila, atesorándome como lo más sagrado en este mundo.

Y así nos quedamos, atrapados el uno en el otro, reencontrándonos, sin decirnos nada, porque al parecer él ya sabía que yo no podría amar a nadie más.

- Necesito que me prestes un computador –dije, una vez que recobré el aliento- Pero quiero que estés a mi lado cuando haga esto.

Él asintió. Se quedó ahí como si fuese mi guardaespaldas, a un par de metros de distancia, dispuesto a protegerme de cualquier ataque y me contemplaba mientras yo escribía, con el corazón que estaba a punto de salir de mi pecho por los nervios que me carcomían, además del miedo que sentía.

- Hola Daniel. Sé que me odiarás por hacerte esto, pero creo que ya no debemos continuar. Esto siempre fue una mala idea, dejarás a tu familia por estar con alguien que no conoces y que tampoco te ama como debería o como lo mereces. No quiero que vengas... Es mejor que rehagas tu vida con alguien que te merezca. Eres una gran persona, un tipo noble y te tengo un enorme cariño, pero que es eso, cariño, no amor. Vuelvo a pedirte perdón, desde el fondo de mi corazón y te deseo, sinceramente que encuentres la felicidad junto a tu familia, con tu gente, y no dejes a esa madre que tienes, que vale oro.

Me quedé con las manos en el teclado un par de segundos, aun temblando por la cantidad de sentimientos encontrados que tenía en ese instante hasta que en un ataque de valentía, puse "Enviar".

Estaba hecho.

Fue valiente.

Pensé en Wes, en mis amigos, en mi tía, en todos los que me querían, toda la gente que tenía alrededor alentándome, alentándonos a dar un paso más.

La respuesta de Daniel llegó a los pocos minutos.

- Puta de mierda. ¡PUTAAAAAAAAAAAAAAAAA! Agradece que no estoy a tu lado porque te molería a palos. ¡Puta de mierda, te odio, me cagaste mi vida, me jodiste todo! Tenían razón mis amigos, ustedes las chilenas son todas unas putas. ¡Mueran chilenas de mierda!

No esperaba esa reacción, mi cuerpo tembló no sé si de miedo, de rabia o de decepción. Aunque mi mente se repetía a sí misma: ¿Qué esperabas? ¿Qué te dijera que estaba feliz por tu decisión?

Apenas Wes me vio sollozar, se acercó a mí y me abrazó. Estaba hecho, era libre, libre completamente y quería compartir esa libertad con alguien que me hiciera feliz.

Wes me llevó a su casa, viajamos en silencio, yo aún no aterrizaba de lo que había enfrentado, aún no me percataba que ahora podía ser feliz... hasta que abrí los ojos y estábamos en su casa, en su cama, y él me besaba la frente.

Por primera vez lo ví quitarse la ropa, mientras la mía caía suavemente sobre el piso. Me besó y los colores empezaron a inundar su cuarto, la luz de la luna se colaba por la cortina que cubría la pequeña ventana. Sus padres dormían y nadie se había percatado de nuestra presencia ahí.

Un beso, otro beso... menos ropa. Y la suavidad de su piel se apoderó de la mía y me sentí un botón de rosa, dispuesta a probar del rocío de sus besos.

Miles de descargas se apoderaban de mi pecho, así como de su piel. Los dos tal cual éramos, sin tapujos, como dos almas presas de la pasión y el amor más puro.

¿Qué es esto?

¿Esto es un orgasmo?

¿Esto es sincronía?

¿Qué le pasa a mi cuerpo?

Jamás en mi vida había sentido un orgasmo. Aprendí a fingirlos a la perfección, pero definitivamente ¿Qué era esto?

Sus manos eran torpes, y era fácil darme cuenta que yo era la primera persona en su vida.

- ¿Habías estado con alguien antes? –susurré.

- No... -dijo él- Nunca. Eres la primera... y la última.

Nuevamente mi piel se entrelazó en la suya, formando una especie de Ying y yang, mi alma tan oscura, la suya tan pálida y pura.

- Te amo... -le dije, y se lo dije desde el alma, no como esas palabras que repetía igual que un loro, porque lo correcto era decirlas- Te amo y te amo de verdad. Tú serás mi final, serás el último, ya no quiero estar con nadie más.

Él sonrió y nos quedamos abrazados, hasta que el alba nos despertó.

Y exactamente después de unos pocos meses, llegó a mi casa, el día de mi cumpleaños para ser exactos, con una caja pequeñísima que contenía algo que jamás esperé.


El amor después del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora