Ya no estaré aquí...

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Eran las cuatro de la tarde cuando despertamos. Todavía nos sentíamos algo aturdidos por la experiencia vivida el día anterior. Yo podría jurar que aún sentía los gritos en mi cabeza.

Después de fijarme en la hora, me dio ataque por lo tarde que era y agarré mis cosas decidida a irme.

- No te vayas aún –sonrió él.

- Es tardísimo, de verdad no puedo seguir acá contigo, me van a matar en mi casa.

- Te voy a dejar al bus –insistió, tirándome de un brazo- No te vayas por favor...

- Entiende que me van a matar, además ¡Me mentiste con lo de tu nombre!

Explotó en risa y me abalancé contra él, atacándolo con cosquillas por todos lados y él tratando de atraparme las manos, girándonos de modo que quedó encima de mí.

Nos miramos a los ojos y me besó nuevamente, de la manera más pura que alguien me había besado alguna vez.

- Te quiero, te quiero, no me canso de decírtelo –susurró.

- Yo te quiero más... -dije, mirando el fondo de sus ojos marrones.

Era tan feliz. Nada más importaba, todo era él, su piel, sus ojos, sus manos, su boca.

Era muy tarde cuando me devolví a mi casa, llegué con cara de haber paseado por las nubes, con una extraña sensación de ebriedad, como si hubiera nadado en champaña durante horas. Todo me causaba risa, hasta los regaños de mi tía Anita por haber llegado tan tarde.

La abracé y ella siguió rezongando en la cocina diciendo que yo era inconsciente por no avisarle donde andaba, que estaba tan preocupada y no sé cuántos reclamos más. Mis papás afortunadamente no estaban.

Una llamada a mi celular me despertó de dicho ensueño. Un número desconocido.

- ¿Hola? –respondí algo confusa- ¿Con quién hablo?

- Hola, hablas con la mamá de Daniel.

Se me heló la sangre, realmente esto no lo esperaba. Daniel me hablaba a diario de su mamá, de lo buena que era, pero ¿Una llamada de ella?

- ¿Eres su novia, verdad? –preguntó la señora, quien se notaba muy afligida.

- Sí, lo soy...

- Mira, que gusto conocerte, tienes una voz muy bonita, hablan bonito los chilenos... Quería pedirte algo, nada más, ya que mi hijo va a viajar a verte... -dijo ella, mientras se le apretaba la garganta- Cuídamelo mucho. Él es mi único hijo varón... También es quien sostiene a esta familia, yo trabajo desde la casa, mi hija es joven aún, tenemos una nieta, creo que Daniel te ha contado...

- Sí, claro –dije, mientras mi sonrisa desaparecía de golpe.

- No más quiero pedirte –dijo la señora, casi aguantando un sollozo- Que me protejas a mi hijo. No dejes que nada malo le pase, nunca ha salido del país... Y él te quiere, te admira, todo el día habla de ti, de lo buena que eres... Cuídamelo mucho, mija, por favor, te lo ruego. Él viaja el viernes. Ya compró el pasaje... Te llevas mi mayor tesoro.

- Sí, lo haré –dije, al borde del arrepentimiento y de sentirme la basura más grande del planeta.

La señora peruana se despidió y colgó.

No esperaba esto. Quería que la tierra se abriera y meter la cabeza dentro.

¿Cómo pude haber permitido que llegase todo tan lejos? Tenía a dos personas que me querían, y aunque no quisiera, les iba a terminar haciendo un daño enorme, pasara lo que pasara.

Me largué a llorar de manera desgarradora. Me maldije, sentí que mis padres tenían razón, sólo vine a cagarle la vida a la gente, todo lo que  hice siempre estuvo mal, hasta escoger la carrera que había estudiado porque iba contra lo que ellos querían.

Una fracasada, una perdedora, eso era. Una mierda de persona.

De golpe entró mi tía Anita y me lancé a sus brazos.

- ¿Qué pasó ahora, hija mía? –dijo, abrazándome como si la vida se le fuera en ello.

- Me quiero morir... -susurré- Voy a tomar la decisión más triste de mi vida... decirle adiós a quien más quiero, para no hacer sufrir a alguien.

Mi tía me miró y negó con la cabeza, y continuó lavando la ropa y terminando los quehaceres mientras me observaba desde la cocina, con la mirada más triste que le había conocido.

Me senté al computador, mientras las manos me temblaban.

- Hola Miguel –empecé a escribir- Lamento tener que decirte esto. Daniel viene pronto en camino y hoy hablé con su madre... No puedo terminar con él, nosotros no debimos jamás estar juntos, siempre debimos separar las cosas, éramos amigos. Esta vez, debo hacer lo correcto, por una vez en mi vida, tengo que decidir qué hacer con ella. Ya no podemos estar juntos... Me duele en el alma tener que tomar esta decisión, pero no quiero perderte, aún te considero mi mejor amigo, siempre lo has sido. Perdóname, desde el fondo de mi corazón, por haberte ilusionado, soy la peor persona del mundo, lo sé. Sólo quiero hacer lo correcto...

Puse enviar y me largué a llorar. Esa tarde me tomé todos los antidepresivos juntos y creo que dormí un día entero. Cuando desperté no tenía ganas de abrir los ojos, habría sido infinitamente feliz si no hubiese tenido que despertar nunca más. Total para qué, si yo era como las palomas, donde me posaba la cagaba.

Me alertó un mensaje en Messenger que tenía el nombre de "Wes".

Lo leí llorando, él aceptaba resignado mi decisión.

Me comparó con la reacción de Jennifer Aniston, en "Una buena chica", donde ella elegía hacer "lo correcto", por más infeliz que la hiciera. Él era en parte un Jake Gylenhall sin duda alguna, un "Holden".

Todo se había ido a la mierda, sobre todo mi vida. Nuestras vidas.

Me dijo adiós y decidió sacarme por completo de todos lados. Me borró de su vida, de sus recuerdos, de nuestros recuerdos, porque más que mal, ahora teníamos recuerdos compartidos.

Quería morir. Mi depresión se acrecentó. Ya no quería seguir viviendo. No podía. ¿Cómo alguien podría soportar este dolor tan enorme de ver como se iba la persona que te había mostrado como era el amor? Jamás en mi vida había sentido algo así por alguien. Tantas caras, tantos besos, tantas manos, sexo. Y él, el ser más bueno del planeta se me presentaba así sin más ni más y yo debía decirle adiós.

Agarré nuevamente todas mis píldoras, preparando un brebaje mortal, decidida a partir... las mezclé en una sobredosis importante y las dejé al lado de mi velador.

- Cuando todos duerman... cuando tú duermas, Miguel... yo ya no estaré aquí –pensé mientras me ahogaba en lágrimas- Ya no le joderé la vida a nadie más, ni a mis padres, ni a Daniel... ni a mi Miguel, mi alma gemela, el amor de mi vida, mi todo, mi otra mitad...





El amor después del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora