Mamita Ana

73 4 2
                                    

- Hola, pase -saludó la directora- La verdad es que lo que nos trae aquí es una acusación muy seria.

- Todo lo que Susana le dijo es falso -dije intentando defenderme, mientras los nervios me carcomían el pensamiento.

- Susana trajo a uno de sus alumnos para que le sirviera de testigo y él, efectivamente, la culpa a usted. Argumenta que usted les pidió que se rieran del resto de los maestros, cosa que es increíblemente grave.

- Eso no es así -insistí.

- Además que como plantel educativo de la escuela, en reiteradas ocasiones hemos recibido quejas, diciendo que usted asusta a los alumnos, inventando que un espíritu merodea el establecimiento y la molesta. ¿Ha pensado en visitar a un psiquiatra alguna vez?

Todo me parecía una broma de mal gusto.

- No se que contestar frente a eso. Todo lo que he dicho es cierto, no soy una mentirosa como usted piensa.

- No he dicho eso, pero a veces el stress pueden pasarnos la cuenta... -continuó la directora.

- Todo esto me parece ridículo. ¿Quiere despedirme?

- La verdad es que sí. Tenemos listo su finiquito y le damos las gracias por haber sido parte de nuestro plantel. En una semana, puede desocupar el aula. Espero sea un tiempo suficiente.

Justo Susana entró a la oficina de la directora, sin siquiera golpear la puerta.

- Ay, con permiso Ivoncita querida, venía a pedirte la perforadora -dijo sonriendo, mientras urgueteaba uno de los cajones de la directora con patudez.

- Claro Susana, no hay problema -dijo la directora, devolviéndole la sonrisa.

En ese instante, supe que Susana había estado tras la puerta todo el tiempo espiando la conversación y ahora celebraba su triunfo.

- Oye -dijo Susana, adoptando una postura cínicamente dulce- Acuérdate que me prometiste ayudarme con el nuevo cargo. No me vendría mal ser Jefa de la Unidad Técnico Pedagógica. ¡Uyyyy, mandaría a todos estos inútiles!

Susana soltó una carcajada similar a la de una bruja.

En ese instante pensé en el asco que me daba esa maldita mujer. Le desee cuanta desgracia pudiese ocurrirle en el planeta y si era cierto que Claudia estaba en ese establecimiento y no era una visión mía, ojalá se le apareciese y no la dejase en paz hasta el último día de su vida.

- ¿Necesita algo más de mí? -dije, interrumpiendo las risotadas de la víbora.

- Que me firme estos papeles en donde se le avisa de su finiquito. Luego debe ir a la Notaria a retirarlos, en un par de meses más.

Firmé como una autómata. Susana seguía ahí, mientras yo seguía maldiciéndola en silencio y pensaba: "¿Quieres que sea mala? Entonces mala seré".

Salí de la sala sin siquiera despedirme o pedirle permiso a la mujer horrible que estaba a mi costado.

Me sentía destruida, no tenía empleo y mi hijo necesitaba comer, mi esposo pagar deudas de la universidad, pagarle a mi madre por los cuidados... ¡Necesitaba el maldito dinero! ¿Qué haría ahora?

Contuve un sollozo. Mientras a lo lejos ví al pequeño Ian, alumno de Susana, quien había servido de testigo contra mí.

Se acercó llorando.

- Perdóneme... Me dijo que me iba a acusar con mi papá... -dijo ahogándose en llanto- Y que me van a expulsar del colegio. ¡Qué voy a hacer!

- No te van a expulsar. Quédate tranquilo, lo hizo para asustarte. No les conviene expulsar a nadie -dije, acariciándole la cabeza- Ya verás que tengo razón. Además, ¡eres el promedio más alto del curso! Imposible que te saquen de aquí.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 03, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El amor después del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora