"Bueno,nosotros solo somos..."

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CAPITULO 11

—Estás soñando despierta otra vez.
Sophia se sobresaltó al escuchar la voz de Mariah y se volvió hacia la puerta de su despacho, desde donde su hermana la contemplaba con expresión divertida. La palabra «soñar despierta» no hacía justicia a la deliciosa fantasía que acababa de tejer su imaginación.
Se puso a remover unos papeles para disimular, fingiendo estar ocupada con algo, pero no conseguía recordar lo que había estado haciendo hasta que Nicholas invadió sus pensamientos. Iba a tener que tomar alguna medida si no quería terminar completamente obsesionada con Nicholas y con su propuesta de aventura...
—Yo, er..., sólo estaba pensando.
Vestida con un conjunto de una sola pieza, verde esmeralda con un cinturón dorado, Mariah entró en su despacho con una hoja de papel en la mano—Parece que estás pensando mucho últimamente. ¿En Nicholas Morgan, por casualidad? — inquirió con una sonrisa felina.
¿Tan transparente era? Sophia cambió de postura en su sillón, incómoda.
—¿Por qué lo dices?
—Por esto —le puso el papel en la mano.
Enfrentándose a lo inevitable, Sophia lanzó una mirada indiferente al familiar nombre que figuraba en el contrato.
—Ah, eso.
—Sí, eso —repuso Mariah, algo exasperada—. ¿Por qué no me dijiste que teníamos a Nicholas Morgan como cliente?
—Sabía que terminarías viendo una copia del contrato... —se encogió de hombros.
—Podrías haberme informado personalmente —le recordó su hermana, cruzando los brazos sobre el pecho.
—¿Para qué? —Sophia esbozó una sonrisa—. ¿Para que me sometieras a interrogatorio?
—Habría sido lo lógico, ¿no? La última vez que hablé contigo del tema, no querías saber nada de Nicholas. De repente, varias semanas después, descubro un contrato por el que te comprometes a rediseñar su bar y a decorar su nuevo restaurante, y todo por una cantidad ciertamente importante para un negocio como el nuestro. Es normal que sienta una cierta curiosidad, ¿no te parece?
—Es sólo otro contrato más, Riah —en cierta manera, su aventura también lo era: un contrato basado en una atracción y un deseo mutuos. Una vez que la pasión se apagase, cada uno seguiría su camino. Algo que, según sus cálculos, sucedería para cuando hubiera terminado de redecorarle el restaurante.
—Desde luego —murmuró Mariah, sentándose frente a ella—. Lo de La Oveja Negra es ciertamente un contrato. Pero yo quiero saber qué es lo que está pasando entre vosotros dos a nivel personal. Y espero de verdad que sea algo más que un negocio.
Sophia se recostó en su sillón, reflexionando sobre el comentario de su hermana. Dudaba que llegara a entender la decisión que había tomado sobre tener una aventura con Nicholas. Su hermana creía firmemente en el compromiso, el amor y la santidad del matrimonio. Nunca aceptaría una caprichosa aventura dictada únicamente por el placer físico.
Experimentó de pronto una punzada de tristeza. Una vez, hacía mucho tiempo, ella también había creído en las relaciones con compromiso. Pero la dura lección que había recibido la había convertido en una cínica. «Maldito seas, Adam Beckman», pronunció para sus adentros, detestando que aquel episodio de su vida pudiera continuar condicionando de alguna manera su presente. Como por ejemplo su confianza actual en los hombres y en sus motivaciones. Por mucho que afirmara no desear ni necesitar a un hombre en su vida, aquella solitaria y vacía parte de su ser seguía ansiando encontrar a alguien especial. Alguien firme, fuerte y tierno a la vez, de confianza. Alguien que le diera libertad para hacer lo que quisiera, y que no le exigiera más de lo que ella fuera capaz de darle. Alguien que la aceptara como la mujer que era realmente.
Alguien como Nicholas.
Sobresaltada por aquel pensamiento, lo desechó por insustancial e irrelevante, teniendo en cuenta que él mismo había confesado ser un soltero contumaz, de vocación.
—¿Y bien? —inquirió Mariah, interrumpiendo sus reflexiones.
—Bueno, nosotros sólo somos... —no le salía la palabra. ¿Qué eran? No eran amantes, al menos todavía. Y nunca serían una «pareja».
—¿Qué es lo que son?
—Sólo amigos —respondió con tono indiferente. Eso, como mínimo, sí que lo eran.
—Oh —el ceño de decepción de Mariah dio paso a una maliciosa sonrisa. Levantándose, recogió el contrato de la mesa de Sophia y le hizo un guiño—. Bueno, nunca se sabe adónde puede conducir una amistad.
Sophia sacudió la cabeza ante el optimismo de su hermana. Mariah ya se disponía a marcharse cuando se oyó la voz de la recepcionista por el intercomunicador:
—Sophia, Nicholas Morgan ha venido a verte. No tiene cita previa, pero insiste de todas maneras —la exasperación de Pam era evidente—. ¿Qué hago?
«Típico de Nicholas», pensó de inmediato. El pulso empezó a disparársele.
—Mándamelo al despacho.
—Desde luego no le falta confianza en sí mismo, ¿verdad? —comentó Mariah con tono divertido.
Sophia se dijo que si Mariah hubiera sabido hasta qué punto eso era así... se habría caído de espaldas.
—Es un cliente, lo cual le da ciertos privilegios, como presentarse sin cita previa.
La excusa parecía buena, aunque tenía que admitir que se moría de curiosidad por el motivo de su visita. La noche anterior, cuando se marchó de La Oveja Negra, no le había comentado nada al respecto.
Esperó a que Mariah saliera del despacho, pero como no parecía tener intención de hacerlo, se vio obligada a recordárselo:
—Tienes la puerta a tu espalda, por si te has olvidado de dónde está la salida.
—Oh, sería de mala educación marcharme sin antes saludarlo —fingió una expresión horrorizada.
Sophia se disponía a replicar algo cuando, justo en aquel momento, llamaron a la puerta y desvió la mirada hacia el hombre que esperaba en el umbral. Cuando sus ojos se encontraron, todo desapareció de golpe y un delicioso calor empezó a extenderse por todo su cuerpo.
—Buenas tardes, señoritas.
— Nicholas—Mariah se acercó para estrecharle la mano—. Me alegro de volver a verte. Precisamente Sophia me estaba contando que ahora eres cliente nuestro.
—Sí que lo soy. Tengo muchas ganas de trabajar con ella.
—Mmmm... —murmuró pensativa, con una maliciosa sonrisa—... Bueno, os dejaré para que hablen tranquilamente,de lo que tengan que hablar —ya se volvía para marcharse cuando se detuvo en el umbral para mirar a Sophia, con una mano apoyada en el marco—. ¡Oh, casi me olvidaba! —esbozó una sonrisa dulce... demasiado dulce para el gusto de su hermana—. Esta mañana he hablado con mamá y me dijo que quería preparar una barbacoa familiar para tu cumpleaños, el próximo fin de semana. Estoy segura de que no les importaría que llevaras a Nicholas, teniendo en cuenta que es amigo tuyo...
Sophia forzó una sonrisa, aunque sus dedos suspiraban por estrangularla.
—No creo que Nicholas esté interesado...
—Me encantaría ir —la interrumpió al tiempo que regalaba a Mariah una irresistible sonrisa—. Muchas gracias por la invitación.
—Ha sido un placer.
Antes de que Sophia pudiera objetar algo, Mariah escapó del despacho y cerró la puerta a su espalda. Maldijo en silencio a su hermana. Se suponía que su relación con Nicholas no tenía que ser «normal» ni «conveniente». Prefería mantenerla oculta., Cuanto menos supiera su familia de él, mejor, porque estaba claro que no iba a ser una relación duradera.
—Mi hermana suele ser un poquito... insistente. De verdad que no tienes ninguna obligación de ir...
—De verdad que quiero ir —sonrió.
¿En serio había esperado que Nicholas fuera a ceder tan fácilmente? Soltando un profundo suspiro, optó por ser sincera:
—Lo cierto es que... hace mucho tiempo que no llevo a casa a ningún amigo —no desde los tiempos de Adam, añadió para sus adentros.
—Me comportaré como un perfecto caballero —le aseguró.
—Mira, no quiero que mis padres se hagan una idea equivocada de lo nuestro, ni que se ilusionen pensando que es algo más de lo que es.
Nicholas hundió las manos en los bolsillos de sus gastados tejanos.
—¿Y qué es?
—Bueno, una aventura —exasperada y ruborizada por su penetrante mirada, se refugió detrás de su escritorio, sin llegar a sentarse—. Mi padre te someterá a un interrogatorio en toda regla sobre nuestra relación y tus intenciones...
—Confía en mí, tigresa —murmuró—Lidiaré con tu padre y con cualquier pregunta que pueda hacerme. Y no diré ni haré nada que pueda avergonzarte.
—Yo nunca dije que lo harías ——el caso era que Nicholas era tan imprevisible, y tener una aventura algo tan ajeno a ella, que no sabía qué esperar ni de él ni de su relación. 0 de lo que él esperaba de ella.
—Te propongo algo. Si para la semana que viene no has cambiado de opinión, respetaré tus deseos y no iré a casa de tus padres. La decisión será tuya.

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