CAPITULO 3
Mientras lo observaba alejarse,Sophia intentaba ignorar la inquietante sensación que la agitaba por dentro. Ese día había visto algo diferente en aquellos ojos color verde oscuro. En la manera que había tenido de mirarla, había vislumbrado una extraña certidumbre, como si conociera sus más íntimas y secretas fantasías y quisiera al mismo tiempo hacerlas realidad. Incluida la de un baño a la luz de la luna.
Se estremeció, a pesar del calor del día. Aquel hombre derrochaba atractivo. Su camiseta blanca de algodón resaltaba la anchura de sus hombros, sus viejos vaqueros ceñían un trasero magnífico y unas piernas musculosas. En el instante en que se volvía para entrar en el complejo de apartamentos, Sophia distinguió un tatuaje de los marines en su brazo izquierdo. Supuso que se trataría de un recuerdo de su paso por el servicio militar. Aquello excitó aún más su curiosidad, ya que no parecía un tipo dispuesto a aceptar reglas, aparte de las suyas propias.
Mariah lo señaló con la cabeza.
-Conque Nicholas Morgan, ¿eh? -comentó, divertida-. ¿Se llama realmente así?
-Desde luego -respondió Sophia, aparentando indiferencia.
-La verdad es que es difícil que un cuerpo así te pase desapercibido.
-Hey, tú también tienes un gran cuerpo en casa que admirar...
-¿Me lo dices para que te deje el tuyo en paz? -inquirió Mariah, arqueando las cejas.
-No es mío -declaró lacónica mientras se guardaba en el monedero el dinero que le había dado Nicholas.
-Bueno, pues a mí me parece que él está más que deseoso de serlo -Mariah se agachó para ocuparse de Kayla. Como su hermana no le había respondido, alzó la mirada y le hizo la pregunta del millón-. ¿Qué es lo que pasa entre entre ustedes dos, por cierto?
-Aparte de algún ocasional encuentro en el vestíbulo del edificio por culpa de aquel asunto de la correspondencia, nada de nada.
-Ya.
Ignorando a Mariah, Sophia se volvió hacia una mujer que quería saber el precio de una lámpara. Utilizando aquella distracción como ventaja, se concentró en la tarea que tenía entre manos. Tantas eran las ganas que tenía de desprenderse de sus viejos muebles como de escapar al interrogatorio de Mariah.
Una vez que desapareció la primera oleada de compradores, volvieron a quedarse solas hasta la llegada de la próxima. Reacia, regresó a la zona de sombra del jardín. Instalándose en una tumbona al lado de su hermana, sacó un refresco de la pequeña nevera portátil que habían llevado. Mariah levantó en brazos a la pequeña Kayla y le dio a beber de su botella de zumo de manzana.
-Así que... -una vez que su hija se hubo tranquilizado, retomó el anterior tema de conversación-...¿esta noche vas a disfrutar con él de ese baño a la luz de la luna?
Maldiciendo la insistencia de su hermana, Sophia bebió un largo trago de refresco.
-No iba en serio, Riah. A Nicholas le gusta flirtear por flirtear, nada más.
-A mí me ha parecido que iba bastante en serio. Eres tú la que se lo está poniendo difícil -Mariah suspiró-. Tu problema, precisamente, es que no sales con nadie.
-No te preocupes por mí, hermanita. Sólo estoy esperando a que aparezca el hombre perfecto -se recordó que lo peor de todo era que una vez creyó haber encontrado a Míster Perfecto.., hasta que se dio cuenta de su error. Qué ciega había estado.
-Me tienes muy preocupada. ¿Cómo esperas encontrar a Míster Perfecto cuando siempre estás comparando a cada tipo que conoces con Adam?
A Sophia se le encogió el estómago ante aquella mención del hombre que había destruido su autoestima y su confianza en las intenciones del género masculino en general.
-Lo de Adam ya lo he superado. Desde hace tres años, cuando le dije que se fuera al diablo.
-Oh, eso no lo dudo. Pero también es cierto que te dejó, bueno... bastantes cicatrices emocionales.
Sophia abrió la boca para defenderse, pero su hermana la interrumpió alzando una mano, harta de escuchar sus viejas excusas.
-No sales con nadie, y a cualquier hombre que se muestra mínimamente interesado por ti, lo ahuyentas... Como a ese tipo de antes. Ambos podríais tener un montón de cosas en común.
Su hermana siempre era la optimista de las dos, sobre todo en lo que se refería a los hombres. Lo único que Sophia tenía en común con Nicholas Morgan era un apellido similar y un tatuaje, sólo que el suyo era menos visible y más femenino.
-¿A cuántas mujeres crees que un tipo como Nicholas les dice lo mismo que a mí en un solo día?
A mí me parecía sincero, pero es que tú no le has dado la menor oportunidad -Mariah sacudió la cabeza, exasperada-. Desde lo de Adam, no has salido con nadie.
-Me gusta la vida que llevo. Sin complicaciones. Voy a donde quiero, me compro lo que me gusta, me visto como me place... y lo mejor de todo- es que no tengo que dar cuentas a nadie.
-¿No te sientes un poquito... sola?
-No.
Era una mentira muy grande... que seguía esperando que algún día se convirtiera en verdad. El anhelo de compañía la asaltaba generalmente por las noches, cuando se quedaba a ver la televisión, o cuando se metía en la cama... Mientras permanecía despierta, incapaz de dormir, se sorprendía a sí misma ansiando unas manos cálidas que recorrieran su cuerpo, aliviándola de aquella dolorosa inquietud. Entonces cerraba los ojos y pensaba en él... y se sumergía en una deliciosa y satisfactoria fantasía, donde todo estaba permitido y su imaginación no conocía límites.-¿Por qué habría de sentirme sola? Me he pasado los tres últimos años ayudando a construir una sólida reputación para nuestro negocio de diseños de interior. Casual Elegance me mantiene tan ocupada, que apenas me queda tiempo para pensar en los hombres. Y cuando tengo necesidad de mezclarme con gente y amigos, me paso unas cuantas horas en el Roxy's. Eso habitualmente acaba con cualquier deseo que pueda tener de compañía masculina.
-Entiendo perfectamente por qué -repuso Mariah, irónica, que también había tenido su propia experiencia con los parroquianos varones del Roxy's-. ¿No se te ha ocurrido que quizá puedas estar frecuentando el lugar equivocado?
«Pero por las razones acertadas», se dijo Sophia mientras apuraba su refresco. Le resultaba fácil mantener a los hombres del Roxy's a distancia... y permanecer casta. La mayor parte eran brutos estúpidos y fanfarrones que sólo buscaban aventuras fugaces, de una sola noche. Tenía unos cuantos amigos con quienes le gustaba hablar cuando frecuentaba el local, pero siempre se marchaba sola. Y no por falta de proposiciones.
Mariah recogió una manta ligera y se la echó por encima a Kayla, que se había quedado dormida en sus brazos.
-Nunca conocerás a un tipo bueno y decente en el Roxy's.
-¿Y tú crees que Nicholas es un tipo bueno y decente? -preguntó Sophia, incrédula-. Ha intentado ligar conmigo delante de ti, Riah.
-Porque le gusta flirtear. A Gary también. Todos los hombres lo hacen. Es como un cumplido, no es para tomárselo como una ofensa. No sé qué daño puede hacerte que salgas una noche con él.
-Ni se te ocurra buscarme pareja. Olvídalo. Que tú estés felizmente casada no significa que yo esté interesada en lo mismo.
-¿Qué me dices de la familia? ¿No quieres tener una?
-Ya tengo una -replicó Sophia, malinterpretándola deliberadamente-. Tengo abuelos, y un padre que no deja de presionarme para que siente la cabeza, me case y tenga hijos. Lo mismo que tú estás haciendo ahora -de repente sonrió-. Te tengo a ti y a Gary. Y, por supuesto, a mi sobrina favorita...
Mirando a Kayla plácidamente dormida, Sophia experimentó un sentimiento, un instinto maternal que hasta entonces no había sabido que tenía. Pensó que, si lo ignoraba, quizá desaparecería. Era lo mejor.
-Supongo que sólo quiero que seas ten feliz como yo -le dijo Mariah, poniéndose seria.
-Soy feliz -forzó una sonrisa de oreja a oreja-. ¿Lo ves?
Pero su hermana la conocía demasiado bien.
-Y no me gusta que estés sola.
-Entonces no deberías haberte casado con Gary y abandonado el complejo de apartamentos -bromeó. Justo en aquel instante, un coche se detuvo en el sendero.
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Fantasias Privadas
Dla nastolatkówAquel hombre se adelantaba a todos sus deseos... a todas sus fantasías. Nicholas deseaba a Sophia. Pero, aunque la atracción sexual que había entre ellos estaba a punto de descontrolarse, algo frenaba a Sophia. Fue entonces cuando Nicholas encontró...