CAPITULO 6
No podía continuar evitando lo inevitable.
Sophia se quitó el conjunto que se había puesto para ir a la oficina y se puso unos cómodos shorts de color rosa y una sudadera violeta. Sabía que Nicholas estaba en casa: había visto su jeep cuando había estado aparcando en el garaje. Llevaba dos días con una carta suya que no se atrevía a devolverle. Teniendo en cuenta que sus respectivos buzones carecían de ranuras para echar el correo dentro, estaba obligada a entregársela en persona.
Hacía cuatro días que no lo veía, desde aquella surrealista noche en la piscina, cuando la sedujo y después desapareció. Tenía que admitir, al menos para sí misma, que su estrategia consistía en evitarlo deliberadamente, aunque no estaba segura de cuál podría ser la de Nicholas. Era un maestro de la sorpresa, un especialista en aparecer cuando menos lo esperaba.
No habían vuelto a coincidir en el portal, y parecía que Nicholas pasaba más tiempo fuera de casa, y regresaba siempre pasada la medianoche. Una noche, estaba sentada a oscuras en la terraza, cuando distinguió su silueta a través de las cortinas del dormitorio, mientras se desnudaba... Se le disparaba el pulso cada vez que evocaba la violenta excitación que había experimentado. Era una locura. Ahora conocía bien el efecto que Nicholas podía ejercer sobre sus sentidos, sobre su cuerpo.
Estaba harta. Se calzó las zapatillas y salió de su dormitorio con paso decidido. Después de recoger el bolso y la correspondencia de Nicholas de la mesa del vestíbulo, se dirigió hacia el otro extremo del complejo residencial.
Como remitente constaba una tal Christy Morgan, de Detroit, Michigan, lo cual no pudo menos que excitar su curiosidad. ¿Quién sería aquella misteriosa mujer? ¿Su hermana? ¿Su madre? ¿Su esposa? Se dio cuenta de que no sabía prácticamente nada sobre la vida de Nicholas, aparte de que poseía el bar La Oveja Negra. Normal, ya que siempre se había esforzado por no profundizar en su relación.
Hasta que se le ocurrió disfrutar de aquel baño a la luz de la luna. Aquella noche habían intimado de una manera que jamás había creído posible. Nicholas había conseguido excitarla, había logrado acceder a aquella parte de su alma necesitada de las caricias de un hombre. Era como si hubiera sabido exactamente lo que quería, lo que necesitaba.
Pero el riesgo emocional que suponía aceptar lo que Nicholas le ofrecía era demasiado destructivo, como bien sabía por experiencia. Podía enamorarse de Nicholas Morgan y de su actitud lúdica e irresponsable ante la vida, pero era su imperturbable confianza en sí mismo lo que amenazaba la suya propia. Y su sano juicio también.
Decidida a dar un gigantesco paso atrás para volver a levantar las barreras que Nicholas se había atrevido a derribar, llamó a su puerta. Después de lo que había ocurrido entre ellos, era imposible pensar que pudieran volver a ser simples conocidos, pero quedarían como amigos y punto.La amistad sí que podría soportarla. Los amigos no intentaban dirigir la vida de una ni plantear exigencias innecesarias.
Como ya había transcurrido un minuto entero y nadie había abierto, pulsó el timbre. Nada. Pensó entonces en deslizar la carta por debajo de la puerta. Acababa de agacharse para hacerlo cuando se abrió de golpe y se encontró con unos pies descalzos. Se irguió lentamente.
Obviamente lo había sorprendido saliendo de la ducha, y casi se consideró afortunada de que hubiera tenido el detalle de ponerse unos tejanos en vez de salir con una toalla a la cintura. Gotas de agua perlaban su pecho musculoso. Dejó de secarse el pelo con la toalla y se lo peinó hacia atrás con los dedos. Un brillo de inteligencia asomaba a sus ojos.
No necesitaba ser adivina para saber que estaba pensando en el baño nocturno. Y en lo cerca que había estado de...
—¿Te pillo en un mal momento?
—Para ti nunca es un mal momento... —con la toalla al cuello, se apoyó en el marco de la puerta mientras la miraba de arriba abajo.
—Er..., mi visita será muy breve y...
Se interrumpió de golpe cuando Nicholas alzó una mano para tocarle el cabello con la punta de los dedos, en una caricia infinitamente tierna. Vio que arqueaba las cejas, desconcertado. El pulso se le había vuelto a acelerar, pero no se apartó.
—Te has teñido el pelo —observó, examinando su sedosa textura—. Lo tienes más corto y te lo has peinado diferente.
Pensó que a aquel hombre no se le escapaba nada. El tono era de un cobrizo apagado que combinaba bien con el de su tez, y el corte de pelo era idea de Pierre, su peluquero: le había asegurado que quedaría elegante a la vez que clásico.
—Sí... Me lo corté hace unos días.
En realidad, su repentina visita a la peluquería, con el objetivo de cambiar de imagen, había respondido a la compulsiva necesidad de recuperar la confianza en sí misma después del episodio de la piscina. Reconocía bien el síntoma: un simbólico acto de rebelión para asegurarse de que ningún hombre cometiera el error de pensar que podía cambiarla, o moldearla para que fuera algo que nunca más volvería a ser. Nicholas incluido.
—¿Cuál es la verdadera Sophia? —le preguntó él, ladeando la cabeza y rascándose la barbilla.
—¿Qué quieres decir? —mintió.
—Lo sabes perfectamente. Me gusta el nuevo corte de pelo y el color, pero eso no cambia a la persona que está detrás... —sin darle tiempo a responder, se hizo a un lado para dejar que pasara—. ¿Por qué no entras y hablamos tranquilamente de esta breve visita tuya?
Sophia vaciló, sabiendo que lo que tenía que decirle sólo le llevaría unos segundos y que no hacía ninguna falta que entrara. Pero Nicholas la miraba con una expresión de desafío que provocaba su rebelde naturaleza.
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Fantasias Privadas
Novela JuvenilAquel hombre se adelantaba a todos sus deseos... a todas sus fantasías. Nicholas deseaba a Sophia. Pero, aunque la atracción sexual que había entre ellos estaba a punto de descontrolarse, algo frenaba a Sophia. Fue entonces cuando Nicholas encontró...