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Cuando embarqué aquel avión pude por fin despejar mi mente de todos los pensamientos que se cruzaban por mi cabeza, miles de emociones a la vez, entre ellas decepción, rabia, desconfianza, estrés y dolor. Había tenido un año complicado y necesitaba irme a un lugar neutro. Quizás era una locura, pero a mí me hacía bien cambiar los planes a última hora; en realidad, viajar sola a un lugar desconocido era lo que necesitaba.

Traía mucha carga emocional, para tener tan solo 23 años, así que rendí el último parcial y me emprendí en un viaje hacia una isla totalmente desconocida para mí. Pensar en el mar de un azul transparente me generaba paz, pero más tranquilidad me generaba el saber que no me podía encontrar a nadie en esa isla paradisiaca, que estaba sola dentro de esos casi 103 mil habitantes.

Llevaba un año estudiando Letras, una carrera que amaba, en mi país origen, aquel país que había dejado a los doce años por irme con mis padres a Estados Unidos, ya que les habían ofrecido excelentes propuestas laborales, y al que no volví hasta sentirme completamente lista y madura, lo que ocurrió después de cuatro años recorriendo el mundo y trabajando en distintos lugares, lo que no fue fácil entre tantos permisos y promesas, pero que disfruté a máximo haciendo lo que amaba, conocer y sólo conocer.

Radicarme sola en un lugar, enamorarme de un hombre al que consideraba perfecto, que este mismo me rompiera el corazón, comenzar mis estudios exigiéndome al máximo durante el año y a la vez, enfocarme en los trabajos part-time que ni siquiera eran de mi agrado, me había pasado la cuenta. Cuando debía partir rumbo a Chicago para pasar las fiestas de fin de año con mis padres, decidí a última hora mientras estaba en Ezeiza, por un casi ataque de angustia, usar la tarjeta de crédito que ellos me habían dado para emergencias y simplemente compré pasajes para el siguiente vuelo a Aruba. Necesitaba estar sola, necesitaba un paraíso, necesitaba no conocer a nadie, necesitaba libertad, necesitaba mar, necesitaba naturaleza y ese fue el primer lugar que se me vino a la mente.

Apenas me senté en el avión le comuniqué a mis padres lo que había decidido, claramente no les agradó en lo absoluto mi decisión y tuvimos una discusión bastante fuerte, pero mi salud mental estaba primero; El anunciarles que no iba a pasar por primera vez en mis 23 años de vida las fiestas de fin de año logró que me empezaran a echar en cara todo lo que hicieron por mí, a decirme que me extrañaban, que no podía ser tan egoísta y la realidad era que sí, estaba siendo egoísta, pero no me importaba nada, sólo quería despejarme. Le resté importancia a todo y cuando sentí que el avión dejó tierra concreté que todo cambiaría, que comenzaría de nuevo durante ese viaje y aprovecharía que iba a estar durante el cambio de año allí.

Mientras la luz anunciaba que podíamos quitarnos los cinturones, hice caso y me acomodé, tomé mi iPod, busqué la playlist con mis canciones favoritas de The Beatles y los pajaritos de Across The Universe empezaron a sonar mientras miraba por la ventanilla cómo las nubes se iban deformando. Así fue cómo la música se transformó en la banda sonora de mis recuerdos.

Mi vida siempre había sido una montaña rusa, pero las cosas se volvieron muy intensas cuando llegué a Buenos Aires a fines de 2013, por primera vez después de tantos años, para inscribirme en la UBA. Siempre había tenido en mente mantenerme sola y viajar lo más que pudiera, hasta que me decidiera a estudiar algo en mi ciudad natal, y así fue, a los veintidós años me decidí por Letras y un par de meses después estaba inscribiéndome en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Durante esa estadía conocí a un chico y me enamoré, fue muy rápido e inesperado, un amor a primera vista, el primer amor, con él me di cuenta de que aquellos novios que tuve en diferentes países no significaron nada.

Con Martín nos llevábamos excelente, nos entendíamos y eso fue lo que me enamoró, él era capaz de comprender mis locuras, mis viajes y eso era lo más importante. Durante el verano de 2014 recorrimos Latinoamérica, desde la Patagonia chilena pasando por todos los climas que recorren ese largo país, por Perú recorrimos Machu Picchu y obviamente Lima, en las islas Galápagos y Quito, Ecuador hicimos lo mismo, hasta llegar a Venezuela y recorrerla casi completa. Había sido el mejor viaje de mi vida, conocer diversas culturas con una persona que eliges y que te elige fue lo mejor que me pudo pasar, de hecho, aquel era un viaje que tenía en mi lista de "Experiencias para antes de morir", así que taché "Recorrer Latinoamérica" y "Enamorarme perdidamente", porque sí, descubrí que estaba enamorada durante esa aventura. Fueron semanas llenas de amor y diversión que me hicieron volver llena de felicidad a la Argentina, sin embargo, era todo demasiado perfecto para ser real. Al par de meses, en pleno otoño, luego de comenzar mis estudios descubrí de la peor forma que Martín me engañaba con su supuesta mejor amiga y lo peor fue que siempre había sido así, sólo diré que me quedé sin cama y dormí en el sillón hasta que compré otro colchón y bueno, me acostumbré a dormir a ras de piso. No quise saber más de él, lo obvié de mi vida y arranqué sin arrancar, porque no podía hacerlo, tenía obligaciones.

Recuerdos Adictivos (Mariano Martínez y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora