Capítulo 2: "El secreto y el beso"

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Pasó la hora siguiente y debía ir a recoger algunos de mis cuadernos y libros para la siguiente clase; y así lo hice. Pero al abrir mi casillero, algunos de mis cuadernos cayeron al piso.

- ¡Demonios! – me agaché para recogerlos y mientras estaba en el piso, una mano pequeña me pasó un cuaderno.

- Aquí tienes. – me dijo un poco tímida.

- levanté la mirada y era esa chica, Rachel. – Gracias – se lo recibí con una sonrisa.

- No hay problema. – dio la vuelta y dio un par de pasos.

- ¡Espera! – le dije antes que se vaya. - ¿qué clase te toca ahora?

- Biología ¿y a ti?

- Igual. Me preguntaba si tal vez... digo, si tú quieres, podríamos sentarnos juntas.

- Claro, me encantaría.

- Entonces nos vamos caminando juntas...

- Seguro. – me sonrió.

Guardé mis libros, cerré mi casillero y nos fuimos caminando hasta el salón.

- Eres pequeña. – dije tratando de hacer conversación, aunque ese no era el mejor tema.

- soltó una pequeña risa. – Sí, lo sé.

- Perdón si te ofendí, no era mi intención hacerlo.

- No, para nada, me gusta ser pequeña, las personas piensan que es adorable ¿tú no piensas que soy adorable?

- Claro, podría comerte a besos. – dije nerviosa. – No literalmente. Tú me entiendes.

- Sí, entiendo.

En realidad, creo que nuestra conversación estaba yendo muy bien, a pesar de las tonterías que decía, pero es que eso hago cuando estoy nerviosa, pero no importa, porque por esas tonterías podía ver la linda sonrisa que tenía Rachel. Ella, es la primera persona por la cual me puedo poner nerviosa, ni yo puedo creerlo.

Estábamos hablando muy bien hasta que me entraron unas nauseas terribles, tuve que ir corriendo al baño y dejar parada sola a Rachel. Una vez ahí me encerré en un cubículo.

Al salir para lavarme las manos en el lavabo, estaba Rachel ahí esperándome, justo como la primera vez.

- Quinn ¿estás bien?

- callé por un momento, pero luego me decidí a contarle. – No, de hecho, no lo estoy. Rachel, prométeme que no se lo dirás a nadie.

- Lo prometo, pero dilo de una vez, me preocupas.

- me acerqué al lavabo y me lavé las manos, luego volteé a verla a los ojos. – Estoy... embarazada. – cerré los ojos esperando su reacción.

- ¿Em-embarazada? – dijo asombrada.

- No lo digas en voz alta.

- Pero ¿cómo?

- Vamos Rachel, tú sabes cómo se hacen los bebés. – me volteé y la miré por el espejo.

- Sí, lo sé, pero ¿acaso no conoces los preservativos?

- Lo sé, fui tonta, y lo admito.

- Y... ¿quién es el padre?

- Yo...

- Vamos, dímelo, puedes confiar en mí.

- volteé de nuevo para mirarla a los ojos. – No lo sé... - ella me miraba asombrada. – Pero no pienses mal, no soy esa clase de chica que se acuesta con cualquiera.

Mi pequeña amigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora