Capítulo 4: "El escape"

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Esta vez sí me había salvado, no estaba muy segura de que si se presentaba de nuevo la misma situación también lograra librarme.

Por alguna razón a pesar de todo lo que había pasado ese día, me sentía aburrida, sin ganas de nada. No quería hablar con nadie, ni Finn, ni Santana, ni Brittany, ni siquiera con Rachel, además, lo más probable era que ella no quisiera ni verme.

Lo único que me quedaba era hacer tareas, como se lo había dicho a mamá. Pero luego de poco más de media hora me cansé y guardé los libros.

Me tumbé en la cama, observé sobre mi escritorio el peluche y rosas que me había regalado Finn y me sonreí al recordar lo del gimnasio, luego pensé en Rachel y esa sonrisa se me borró de la cara. Miré al techo pensando en qué hacer con mi vida, pero no encontré la iluminación. Cerré los ojos y traté de dormir, lo único que conseguía era que a mi mente vinieran esas imágenes de los besos que nos dimos Rachel y yo; el primero mejor que el segundo, ese último se sintió muy forzado, supongo que en parte fue porque Rachel no lo quería y prácticamente la obligué.

Con esos pensamientos poco a poco me quedé dormida y me levanté a las 10 de la noche.

Revisé mi teléfono y tenía 5 llamadas perdidas de Finn, había olvidado que lo puse en vibrador para el examen de historia en el que Artie me pasaba las respuestas por mensaje y yo le pagaba por hacerlo.

Llamé a Finn de vuelta para saber de qué se trataba y él me contestó al tercer timbrado.

- Hola, amor. – me saludó.

- Finn ¿pasa algo?

- No, todo está bien. – dijo muy calmado.

- ¿Entonces por qué tengo 5 llamadas perdidas tuyas?

- Quería decirte algo.

- ¿Qué cosa?

- Ya nada. – podía percibir cómo sonreía al otro lado de la línea.

- ¿Enserio me vas a dejar con la intriga?

- Tal vez...

- Vamos, ya dime de qué se trata. – me moría de curiosidad.

- Está bien... ya que tienes tantas ganas de saber... - hubo un gran silencio. Ya no lo escuchaba en la línea.

- ¿Finn? ¿Sigues ahí? – me empecé a preocupar.

- Sal a tu balcón... - por fin habló.

Hice lo que dijo y ahí estaba él sentado en el cofre de su auto aún con su teléfono pegado al oído.

- Finn, estás loco. – dije con una sonrisa.

- ¿Sorprendida?

- Bastante.

- Baja.

- Me gustaría pero ya todos están dormidos y no puedo salir.

- Sólo será un momento...

Sabía que estaba mal, pero realmente necesitaba salir a distraerme y dejar de pensar en Rachel.

Guardé mi teléfono e inspeccioné mi balcón y busqué una manera de bajar sin tener que salir por la puerta principal ni por la ventana de la cocina porque sabía que en las noches a veces mi padre comía algo.

Al lado de mi casa había un árbol en el que había construido una pequeña casa de juegos con papá y un amigo de él que era ingeniero cuando era niña. Me sujeté de una rama de ese árbol que estaba lo suficientemente cerca como para alcanzarlo, hice algunas piruetas para encontrar la manera de subirme a él y bajé por la escalera de la casita.

Mi pequeña amigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora