¿Qué hice? ¿Qué hice? ¡¿Qué hice?!
Lágrimas aparecen en mis ojos, impidiéndome ver.
¡Soy una tonta! ¿Y si...? ¿Y si...?
—Katniss.— susurra inseguro.
Quiero gritarle obscenidades y golpearlo. Pero sé que no puedo; no recuerdo la mayor parte, sólo algunas imágenes que aparecen fugazmente en mi cabeza y luego se van tan rápido como vinieron. Pero sí recuerdo que fui yo quien dio el primer paso. ¡Yo!
Nunca, nunca, ¡nunca! volveré a tomar alcohol. Las náuseas siguen presentes, menos molestas, pero siguen ahí y la cabeza me duele mucho.
Me apoyo en la pared para no perder el equilibrio.
—¿Qué... qué pasó?— aún tengo la pequeña esperanza de que sea un malentendido. Que hayamos parado justo a tiempo y que no pasara nada de lo que me arrepienta. Suelta un suspiro.
—Debí... debí haber parado pero no pude. Lo siento, de verdad. Por favor, perdóname.— termina con la voz entrecortada.
Las lágrimas retenidas en mis ojos caen libremente, despejándome la vista un poco. Es otra pesadilla, lo sé. Tiene que ser otra más de mis pesadillas. Pero los minutos pasan y no despierto. Porque es la realidad. Y la realidad nunca es justa, ni bonita o agradable.
Dormí con Peeta, y no en el sentido bueno e inocente.
De todas las cosas que podrían invadir mis pensamientos ahora mismo, solo hay uno que de verdad me preocupa. Me prometí a mí misma que pasara lo que pasara, nunca tendría hijos y ahora, hay una gran posibilidad de que justamente eso suceda. Mil veces me repito que ni siquiera sé si estoy... pero a quién engaño. La suerte nunca está de mi lado.
Nunca he querido casarme ni tener hijos y mucho menos enamorarme. Y ahora todas mis promesas del pasado parecen desmoronarse poco a poco. Primero la boda y ahora esto. ¡No quiero un hijo!
La boda... no habrá boda porque iremos al... ¡el Vasallaje!
¡Definitivamente no puedo estar embarazada!
Mi cabeza es un lío de emociones. Furia, tristeza, ira, confusión, enojo, decepción, odio.
Peeta avanza un paso y luego otro hasta quedar a unos centímetros de mí.
—No quiero un hijo.— suelto de repente. Peeta me mira triste.
Los ojos me arden y las lágrimas siguen fluyendo sin detenerse, una tras otra, tras otra. Quiero salir de aquí y correr hacia el bosque y perderme ahí para siempre. Vivir en el lugar que realmente se siente como mi hogar, sin tener que preocuparme por los Juegos, la rebelión, Peeta o la idea de posiblemente tener un bebé desarrollándose dentro de mí justo ahora. Un bebé de Peeta. Pero no puedo porque estoy aquí, envuelta en una toalla, llorando como niña pequeña, con una terrible resaca y deseando que el bebé que mi mente ha creado no sea verdadero. Deseando que los Juegos nunca hubieran formado parte de mi vida, deseando que la familia de Peeta no estuviera en peligro por mi culpa, deseando tantas cosas en vez de hacer algo por cumplirlas.
—¡No quiero un hijo!— estallo— ¡No quiero tu hijo! ¡Quiero mi vida de vuelta!
El dolor de cabeza se vuelve insoportable. Todo da vueltas y después, nada.
Cuando despierto Prim y Peeta están conmigo en mi habitación, uno a cada lado de la cama.
—¿Cómo te sientes?— pregunta ella acercándose.
—Mejor.
—¿Te duele la cabeza?
—No. Sólo un poco.— me fijo en Peeta. Sus ojos están rojos. Me lo pienso un poco antes de preguntar:
![](https://img.wattpad.com/cover/39279296-288-k424726.jpg)
ESTÁS LEYENDO
El castigo de Peeta.
FanfictionComo puedo me libero de Gale y empujo a todos, tratando de llegar al centro. Cuando lo logro, la visión de Peeta arrodillado, sus manos atadas alrededor de un poste de madera, con la piel de la espalda destrozada y un agente de la paz a punto de gol...