Capítulo 10

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N/A: Aquí estoy de nuevo, espero que les guste el capítulo c:

Pesadillas de bebés en la Arena me mantienen despierta gran parte de la noche. Y por la mañana, me levanto agitada y sudada. Me siento extraña, no puedo definirlo pero sé que hay algo en mi pecho, un mal sentimiento que no se va... además de unas ligeras náuseas. Ayer ni siquiera me tomé el tiempo para desvestirme o quitar el maquillaje de mi cara y ahora mi reflejo me da un poco de miedo.
Ante esto, tomo una ducha, una tan larga como mi cuerpo me lo permite porque, apenas salgo, debo inclinarme sobre el inodoro. Recordar que no he comido nada desde antes de la ceremonia de apertura me hace preocuparme. Miro mi reflejo en el espejo y paso una mano sobre mi vientre admirando el pequeño bulto que ha comenzado a crecer. Casi no se nota, pero aún así me hace tener miedo. Mucho miedo. Me mareo un poco y luego siento náuseas otra vez. Debería pedirle a Effie que me consiga algún medicamento mágico del Capitolio para dejar de vomitar cada 5 minutos. Pero... Ella no lo sabe. De hecho solo mi familia y Peeta saben del bebé. Ni siquiera la familia de Peeta. Ni siquiera Haymitch. Ni siquiera Cinna. Y ni hablar de mi mejor amigo.
Como sea, creo que deberé decidir esto con él. Resoplo al recordar que debo salir de aquí. Si no fuera por que hoy comienzan los entrenamientos me quedaría encerrada el resto del día.
Después de lavarme la boca, vestirme con un traje que había en mi cama (el cual no sé como llegó ahí) y trenzar mi cabello, salgo dispuesta a enfrentarme a lo que sea.
Sin embargo, al abrir mi puerta, un peso cae sobre mis pies: es Peeta, quien se ha despertado por el golpe.
—¡Katniss!—dice sorprendido.
¿Se ha quedado aquí toda la noche? Supongo que sí porque lleva la misma ropa de ayer. Sin darme cuenta, de un momento a otro estoy sonriendo. Y es que se ve tan... Eso. Por un momento me reprimo a mí misma, recordándome que debería estar enojada con él. Pero sinceramente no quiero. Ya he tenido suficiente con la barrera que había entre nosotros antes de venir a los Juegos. Él aún me mira desde abajo sin saber qué hacer y decido ser amable, no quiero empezar con el pie izquierdo.
—Hola—mi voz suena tan dulce que incluso a mí me empalaga. Miro cómo, por una milésima de segundo, me observa confundido ¿Estará pensando que soy una loca? No me sorprendería, después de todo, ayer estaba gritándole furiosa y hoy, horas después, lo saludo inocentemente como si nada hubiera pasado. Sin embargo, sus facciones cambian rápidamente mientras se levanta del suelo y, antes de poder hacer nada, me tiene entre sus brazos susurrando un 'lo siento' en mi oído. ¿Por qué debería sentirlo? ¿Por burlarse de mí junto a los otros vencedores? ¿Por mirar a Johanna desnuda estando frente a mí? No lo sé, y la verdad es que no me importa, porque ahora me siento mejor.
Nos separamos gracias a un gruñido proveniente del otro lado del corredor. Es Haymitch, quien nos mira con expresión burlona.
—A desayunar. Ya es tarde.—espeta caminando de regreso al comedor.
—¿Estás bien? ¿Tienes hambre? Ven.— él toma mi mano y jala de ella.
—Hum. ¿Peeta?—me mira expectante y yo dirijo mi mirada a su atuendo. Al darse cuenta abre mucho los ojos.— ¿Pasaste la noche aquí tirado?—pregunto a pesar de que ya sé la respuesta. Su rostro se torna de un ligero tono carmesí.
—Sí.
—Necesitas bañarte. Creo que ya vamos tarde al entrenamiento.
—Claro. Tú come algo.—pide.
Yo me dirijo al comedor mientras él va a su habitación. Al llegar me sirvo unos huevos y un vaso con zumo de naranja.
Como sin prisas mientras escucho a mi mentor decir un par de cosas a las que debería prestar atención... debería. No obstante, me pierdo entre mis pensamientos hasta que Peeta entra en la habitación vistiendo un traje igual al mío y con el cabello todavía húmedo.
Se sirve lo mismo que yo en un plato y luego se sienta junto a mí. Yo ya he acabado pero sigo hambrienta, así que le pido a un avox que me traiga una taza de chocolate.
—Bien.—comienza Haymitch— Katniss, ¿puedes explicarle a Peeta qué es lo que harán hoy?
—¿Entrenar?—digo como si fuera algo obvio, y de hecho lo es.
Él me dirige una mirada de desprecio y continúa:
—Tienen dos deberes: uno, seguir enamorados. Y dos, hacer amigos.
—No. No confío en ninguno, preferiría que trabajáramos solos.
Volteo en la dirección de Peeta y veo que asiente, dando su aprobación a mi idea. El avox deja una taza de humeante chocolate frente a mí, le doy las gracias y comienzo a menearlo con una pequeña cuchara para enfriarlo un poco. Arrugo mi nariz al percibir un olor raro y desagadable.
—Eso no importa. Deberán tener aliados en la Arena. Ustedes dos tienen una gran desventaja. Todos ellos se conocen pero adivinen qué: ambos ganaron hace sólo un año, así que, dime ¿por quién crees que irán primero?
—Por nosotros.—dice Peeta.
—¿Y crees que eso cambiará? Nada superará su amistad ¿para qué molestarnos?
—Peeta y tú son populares en el Capitolio. Es seguro que tendrán varios patrocinadores, eso los hace deseables.
Miro a Peeta quien parece haber cambiado de opinión.
—Bien. ¿A quién sugieres?
—Chaff y Seeder, tal vez Finnick. Pueden hacer su propio grupo, solo asegúrense de elegir bien. ¿Está todo claro?
Asiento. Segundos después, Effie entra haciendo ruido con sus tacones. Sé que nos regañará por no haber terminado aún nuestros desayunos así que llevo la taza de chocolate a mi boca para dar el primer sorbo. Lo detengo justo a tiempo. Hugh. Huele asqueroso. Parece que mi cara lo expresa todo pues Peeta me pregunta si está todo bien.
—Creo que esto está echado a perder.—digo arrugando la nariz.
Él toma la taza entre sus manos y la acerca a su rostro. Luego la aleja mirándome confundido.
—¿Qué?—espeto.
—¡Ya es tarde! ¡Dense prisa!—nos apura Effie. Haymitch se ha ido, tal vez por un poco de licor.
—Huele bien.—dice Peeta. ¿Qué?
—¿No tendrás tapada la nariz?
—Hum. No.—rápidamente me acerca la taza a la cara, situándola bajo mi nariz. El horrible olor me provoca náuseas.
—¡Aleja eso de mí!—chillo empujando su brazo.
—Katniss, está bueno.—dice para luego tomarse su contenido en menos de cinco segundos.
—Te enfermarás.—exclamo incrédula. Y creí que yo estaba loca.
—No. Creo que eres tú.
—¿Yo soy qué?
Se acerca a mi oído y susurra:
—Creo que es el embarazo. ¿Recuerdas lo que dijo tu madre? ¿Que algunas comidas te darían asco?
Eso tiene sentido. Asiento lentamente maldiciendo mi desgracia, ¡el chocolate era una de mis bebidas favoritas!
—¡Chicos, debemos irnos!—Effie finalmente ha perdido la poca paciencia que le quedaba.
Peeta y yo nos levantamos y la seguimos hasta el elevador, justo cuando Haymitch hace acto de presencia y le dice a Effie que no nos acompañe, que no necesitamos una "niñera" si queremos parecer independientes ante los otros tributos.
Antes de entrar en el ascensor le pido a Effie que me consiga algo para las náuseas y los vómitos. Afortunadamente se limita a asentir con la cabeza sin cuestionar nada más.

•~•~•~•~•~•~•

Cuando llegamos al gimnasio, sólo Brutus y Enobaria están ahí. Y cuando dan las diez en punto, sólo la mitad ha llegado. Atala comienza su discurso a la hora debida y nos explica a los presentes lo mismo del año anterior. Le digo a Peeta que será mejor si nos dividimos, él va a lanzar lanzas y yo a hacer nudos. Me paso al menos una hora allí hasta que decido cambiar de puesto y me dirijo al de encender fogatas pensando que debería aprender a no ser tan dependiente de las cerillas. Me paso un largo rato intentando hacer fuego a partir de un trozo de tela quemada, sílex y acero. Cuando al fin lo logro, al levantar la vista, veo que ahora tengo compañía. Los tributos del Distrito 3. Decido quedarme y charlar con ellos; hablamos de nuestros talentos y me cuentan de sus inventos. Luego de un tiempo, nos cambiamos de estación y, a mitad de camino Wiress se detiene y mira hacia arriba, justo donde los Vigilantes ríen, comen y beben. No veo nada interesante hasta que Beetee me explica que hay un campo de fuerza rodeándolos.
—¿Cómo lo sabes?—pregunto curiosa.
—Justo ahí.—dice ladeándome la cabeza un poco. Y lo veo. Es un cuadro no muy grande que puedes distinguir solo si lo miras con mucha atención. Pareciera que en el aire ondean pequeñas olas casi invisibles.
—Es una grieta.—dice Wiress.
—¿Todos los campos de fuerza la tienen?
—Sí. Todos los sistemas tienen fallas.
Quiero saber más, sin embargo, ya es la hora de comida. Peeta está con un gran grupo de tributos, quienes juntan las mesas para que podamos comer juntos. Debo admitir que la idea no me agrada en lo absoluto, prefiero estar sola.
—¿Cómo va todo?—pregunta Peeta situándose a mi lado frente al carrito de comida.
—Bien. Me gustan Wiress y Beetee.
—¿En serio? Johanna los llama Nuts y Volts.
No puedo creer lo rápido que mi estado de ánimo puede cambiar.
—¡Ah! Y yo soy idiota por creer que son útiles cuando Johanna ha dicho que son una burla.—espeto molesta.
—¡No! De hecho, ella no les ha puesto así. Les han llamado de esa manera por años... Sólo compartía información.—después de una pausa agrega:— ¿Tu estás bien? Me refiero a...—no habla más y sólo dirige su mirada a mi vientre.
—Sí. Es extraño, hace tanto que no me sentía tan bien.
—Me alegra.
Lo miro a los ojos unos segundos hasta que mi enfado se esfuma. No puedo evitar sonreír ligeramente.
Nos sentamos juntos, todos. Intento ser amable y conocer un poco a los demás tributos, darles una oportunidad, pero esto no es mi fuerte. Ser sociable nunca fue lo mío.
Después de la comida, me uno a otros tributos en distintas estaciones: intento hacer hamacas con Cashmere y Gloss, los hermanos del Distrito 1; y Enobaria, del Distrito 2, me invita a practicar con espadas junto a ella, queda claro que no nos agradamos mutuamente. Luego Finnick me presenta a la mujer de su Distrito, Mags. Es una mujer mayor y no entiendo el noventa por ciento de lo que dice, pero hacemos un trato en cuanto descubro que es muy buena haciendo anzuelos: ella me enseñaría cómo hacerlos y yo a cambio le enseñaría a usar el arco.
Al final logro hacer uno muy bueno con un trozo de uña doblada y unas cuantas hebras de mi cabello. Ella me regala una sonrisa desdentada y lo que supongo es un halago. Decido que la quiero en mi equipo.
Oh genial. Seguro a Haymitch le encantará la idea de que quiera formar una alianza con una ochentona, "Nuts" y "Volts".
Ruedo los ojos y me dirijo a la estación de tiro con arco, necesito un poco de relajación. Necesito sentirme en casa, aunque sea un poco.
Escojo uno de entre la diferente variedad de arcos que hay y comienzo con la práctica. Pronto el entrenador se da cuenta de que lo que hace no supone un gran esfuerzo de mi parte, por lo que comienza a lanzar más y más pájaros falsos a mayor velocidad. Cuando termino, me giro y veo a todos mirándome. Cada uno de sus rostros muestran algo diferente: envidia, odio, admiración.
Satisfecha, dejo el arco en su lugar y me reúno con Peeta para subir a nuestro piso.

El castigo de Peeta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora