22 | Confesiones nocturnas.

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22 | Confesiones nocturnas.


La madrugada se sume sobre nosotros mientras seguimos recorriendo las afueras de la ciudad, tomados de la mano. Llevamos tanto tiempo caminando que ahora la fiesta se me antoja muy lejana. Sin embargo, sé que no estamos más que a un par de calles de distancia: la música sigue escuchándose desde aquí, y algo me dice que se debe a que hemos estado andando en círculos desde que salimos. Esta es la segunda vez que pasamos por la zona con escaleras en donde nos hemos sentado antes, aunque ninguno de los dos dice nada al respecto.

Supongo que no queremos volver todavía.

De reojo, le echo una mirada al chico que me acompaña. Noah va a mi lado, sumido en sus pensamientos. Ha estado hablándome acerca de cómo solía celebrar su cumpleaños antes de que Matthew fuese a vivir con él. Al parecer, siempre escogía la misma pizzería para reunirse con sus amigos más cercanos. Me reí cuando me dijo que ellos eran quienes le hacían los mejores regalos. Quise bromear diciendo que era un interesado, pero entonces empezó a platicar acerca de otra cosa y decidí olvidarlo.

Me resulta fácil hablar con Noah, creo que por eso a veces no mido mis palabras. Lo que empieza siendo una conversación acerca de que él odiaba el colegio, acaba conmigo contándole lo mucho que me emocioné cuando me dieron un papel importante en la representación teatral que hicimos poco antes de pasar al instituto.

El tema le interesa al principio, aunque todo cambia cuando le confieso qué personaje me tocó interpretar. Entonces, se echa a reír tan fuerte que sus carcajadas resuenan por toda la calle. Yo bufo con desgana. Al parecer, una no puede hacer de cepillo de dientes sin que se le pierda el respeto.

Pero no me enfado, porque en el fondo me gusta que se divierta conmigo.

Sin embargo, hace rato que nuestra última charla terminó de extinguirse y ahora el silencio es lo único que nos acompaña. La luz de las farolas le roza el rostro, sombreando sus facciones. Pese a la seriedad que distingo en ellas, no puedo negar que sigo encontrándolo atractivo. Noah es un chico guapísimo, divertido e inteligente; y me siento afortunada siempre que pienso que le gusto y por eso está aquí conmigo.

Le gusto. Él me lo ha dicho. A Noah Carter le gusto.

Ahora solo tengo que encontrar el momento oportuno para decirle que ese sentimiento es más que correspondido.

Queriendo llamar su atención, estiro nuestros brazos para alejarme de él y giro sobre mis talones. Improviso el único paso de baile que recuerdo de nuestra coreografía. Por suerte, Noah tarda poco en darse cuenta de lo que pretendo. Me ayuda a dar una vuelta completa sobre mí misma, y el claxon de un coche suena a nuestras espaldas porque estoy pisando la carretera. Sin dejar de reírme, me subo a la acera y me acerco hasta que mi hombro choca contra el suyo. Él también está sonriendo.

—¿Practicando el Noah-dance? —cuestiona, mientras levanta las cejas. Me siento orgullosa porque he sido capaz de arrebatar la seriedad que reinaba en su expresión—. Creía que no te gustaba.

—No me gusta, pero me has sacado a rastras de la fiesta y me he quedado con ganas de bailar. Si no puedo hacerlo allí, lo haré aquí fuera.

Por supuesto, solo estoy bromeando. La danza no es que sea una de mis pasiones precisamente. Sobre todo porque sé que me veo ridícula cuando la practico. No soy capaz de coordinarme para hacer más de un par de movimientos seguidos.

—Pero si bailas fatal —me recuerda el chico, como si yo no lo supiera ya.

—Pues anda que tú.

—¿Insinúas que soy mal bailarín?

Mi conquista tiene una lista | EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora