Capítulo 11: Equipo

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Aomine Daiki

Me había quedado desconcertado al verle salir corriendo a medio vestirse, intentando arreglarse mientras bajaba las escaleras a toda velocidad. ¿Tan malo era en el sexo que se espantaba y salía huyendo? No creí que fuera eso y entonces me di cuenta de algo, siempre tenía esa mirada asustadiza cuando hablaba de su familia, de su casa, del baloncesto, empecé a entender que ese chico tenía miedo de algo de lo que ocurría en su hogar y ya me había dicho que llegaba tarde.

Me vestí con rapidez y salí corriendo tras él, ni siquiera se sabía el camino de vuelta y no llegaría a tiempo, más me valía alcanzarle antes de que se perdiese y se metiera en un problema todavía mayor. No esperé que pudiera tener tanta velocidad pero prácticamente le alcancé cuando ya estaba a la mitad del parque, podía ver la salida al fondo.

- Ey, es por aquí – le dije girándole hacia la salida del otro lado y es que llegaríamos antes por un par de calles que atajaban.

El metro no lo perdimos de milagro y pese a que quería hablar de lo sucedido allí arriba en la azotea, había tanta gente en el metro y veía a Kise tan agobiado con querer llegar, que no me pareció un buen momento para hablar el tema. Levanté la mano para colocarla sobre su hombro y darle ánimo, pero las puertas del metro se abrieron en aquel momento y Kise volvió a salir a la carrera, por lo que salí tras él corriendo. Pasamos la tarjeta del metro y continuamos calle abajo sin detenernos. Escuchaba la respiración de Kise, estaba agotado pero seguía avanzando hasta que llegó a su casa. Ni siquiera se despidió de mí, entró a todo correr por la casa y me quedé estático frente a la puerta mirando con cierta incertidumbre lo que podía ocurrir allí.

No sé el tiempo que estuve allí paralizado, mirando las ventanas, quizá esperando a que Kise se asomase o algo por una de ellas aunque estaba tan afectado que no creí ni que se acordase en este momento de que yo había estado a su lado todo este tiempo, ni se habría dado cuenta apenas de que estaba aquí.

Reaccioné cuando escuché una voz a mi espalda, una voz algo ronca que me preguntaba por si me podía ayudar al ver que miraba la casa con detenimiento desde la calle. Aquel hombre rubio con un acento inglés muy marcado que me hablaba o me chapurreaba como podía el japonés me recordó a Kise.

- No – le dije – sólo miraba su jardín, debería regarlo de vez en cuando – comenté sonriendo como si no ocurriera nada.

- Tendré en cuenta el consejo. Buenas noches – comentó metiéndose hacia casa y aún permanecí allí quieto unos segundos hasta que aquel hombre se giró y me miró.

Supe que era hora de marcharme por los ojos que colocó, no sé si se creería lo del jardín pero ya daba igual lo que pudiera decir, estaba hecho. Giré la vista hacia la solitaria y oscura calle empezando a caminar dirección a mi casa. Di la vuelta y me encontré el coche de mi padre estacionado en la entrada. Aquello me extrañó un poco, él no solía venir pero al ver cómo salía con una maleta de casa todo estuvo claro.

- ¿Te marchas? – le pregunté.

- Sí, sólo he venido a recoger unas cosas. Voy a un viaje de negocios a Singapur, intentaré volver lo antes posible, quizá en unos días.

- ¿Unos días son unos meses? – pregunté – hace meses que no te veía. Mamá aún viene de vez en cuando.

- Sabes que trabajo mucho.

Y era cierto... quizá trabajaba demasiado con sus amantes en lujosos hoteles, ya no estaba seguro ni cómo podía funcionar ese matrimonio, seguramente porque mi madre hacía lo mismo y ninguno terminaba de acordarse de que tenían un hijo en común, yo y también quería atención de alguna clase. Creo que ya me había acostumbrado a la soledad.

Modelo solitario (Kuroko no basuke, Aokise)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora