Capítulo 12: Partido

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Kise Ryota

Aomine era un pervertido pero al menos era mí pervertido. En el fondo parecía un buen chico, era un buen chico, estaba seguro de ello al cien por cien. Aomine era esa clase de chicos que parecían muy duros por fuera pero en realidad eran un encanto cuando les conocías, de esas personas que harían lo que fuera por ti, por verte feliz pese a esa frialdad suya que trataba de aparentar, porque todo era una fachada, de eso estaba seguro.

Aquel día cuando llegué a casa estaba feliz pese a sentirme agobiado cuando mi padre estaba cerca, él siempre restringía todos mis movimientos, sólo quería que siguiera haciendo mi trabajo y no le importaba nada más, a mí me aburría mucho tener que ir a las sesiones de fotos, ya no quería seguir haciéndolo. Supongo que hablar con mi padre de eso era inútil, otras veces había tratado de explicarle que quería dejarlo pero él nunca me lo permitía. Estaba encerrado en esta vida sin poder tomar el control, era mi vida y aún así... hacía tanto tiempo que no la controlaba que ya me parecía imposible.

Al entrar en casa me encontré con mi padre preparando la cena y quise ayudarle. Le miré fijamente unos segundos. Me moría por contarle mi felicidad, por contarle que amaba a Aomine Daiki, que tenía novio y que estaba feliz pero... algo dentro de mí sentía que él no lo entendería, sentía que se opondría como siempre hacía a todos los planes que tomaba por mi cuenta sin contar con él. Preferí no decir nada aunque las ganas de contárselo a alguien y compartir mi felicidad me estuvieran matando por dentro.

- ¿Qué tal ha ido la sesión fotográfica? – preguntó mi padre y le miré con cierta tristeza, para él sólo existía un tema de conversación y era éste.

- Bien – le dije sin muchos ánimos.

- Mañana iré a cobrar lo de tu trabajo.

- Vale.

- No te noto muy animado.

- Ya sabes que...

- No empieces con que te aburres con el trabajo Kise, ya hemos hablado miles de veces de eso. Tú no eres un chico normal. Tienes un trabajo.

- En realidad no lo hemos hablado mucho, tan sólo tú has hablado de esto, yo no he podido aún decir nada.

- No tienes nada que decir – comentó – pon la mesa y cenaremos. Luego puedes hacer los deberes y rápido a dormir. Mañana te esperan clases y una entrevista por la tarde.

Aquella fue toda nuestra conversación esa noche. No volvimos a hablar de nada durante la cena. Mientras mi padre veía la televisión y se reía con un programa yo movía la comida con el tenedor sin hambre, intentando entender por qué eran así las cosas, tratando de encontrar una razón por la que no podía dejar de ser modelo.

La mañana siguiente amaneció con frío y lluvia. Cuando salí de casa abrigado ni siquiera cogí el paraguas. Caminé por las calles con paso lento hasta que me detuve frente a un supermercado donde una madre había comprado una golosina a su hijo y le llevaba la mochila a hombros hasta la escuela mientras ambos sonreían. Yo ya apenas recordaba a mi madre. ¿Habría hecho cosas así cuando yo era pequeño? No estaba seguro de ello. Sentí un brazo caer encima de mi cuello y al girarme me encontré la sonrisa de Aomine.

- Te veo algo melancólico hoy, será por la lluvia – me dijo mirando hacia el cielo encapotado del que caían finas gotas.

- Supongo – le dije intentando sonreír – nunca te he preguntado por tu familia.

Aquellos hizo que los dos mirásemos hacia aquella madre que le decía al niño que se diera prisa o llegarían tarde. Nos fijamos en cómo cogía con cariño la mano del niño incapaz de soltarla y le sonreía.

Modelo solitario (Kuroko no basuke, Aokise)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora