Capítulo 22

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Una vez que me recompuse por completo James y Helen salieron de la habitación.

El Sr. Belikov se encontraba sosteniendo mi mano y la señora Perkings untaba pomadas en mis rodillas y nudillos.

Tenía moretones por todas partes y no lograba entender cómo me había hecho eso.

Podía escuchar a mi voz interna gritando asustada pero apenas y podía ponerle atención.

La señora P. salió de la habitación después de un rato dejándonos a solas.

- ¿Qué sucedió? -eran las primeras palabras que decía desde que había despertado. Sentía la garganta lastimada.

Él se acercó a mí, y beso mi frente delicadamente. Solo entonces pude ver que él tenía también un moretón en el labio.

-Lo siento- murmuró.

-Lo siento- dije a la vez.

Una imagen llego a mi cabeza.

...

Ambos gritábamos molestos. Yo le lanzaba cosas. El las esquivaba, pero por poco. Un frasco de perfume se estrelló junto a su cabeza y pronto el fuerte aroma comenzó a marearme. Se acercó a mí, mientras yo soltaba golpes a todo su cuerpo. Uno dio directo en su labio. Mis manos ardían. Me tire al piso y el cayó conmigo. Seguía lanzando golpes, pero la mayoría terminaban impactando contra el piso como mis rodillas.

Pronto quede exhausta y mareada.

Cuando desperté ambos estábamos en mi habitación susurrándonos disculpas uno al otro, repetidas veces.

...

¿Cómo había podido olvidar todo eso? Mi mente estaba demasiado afectada.

Dejé que me abrazara un par de minutos más, antes de intentar levantarme.

Mi estomago emitió un sonido.

-Creo que tienes hambre. Iré por algo para ti. - dijo sonriendo y salió de la habitación

Encendí la televisión para mantener a mi mente callada y decidí enfocarme en las caricaturas que pasaban. Después de unos minutos el subió con un par de emparedados y una malteada. Se sentó a mi lado y compartió la comida conmigo mientras mirábamos la televisión.

Mi mente reclamaba que le pusiera atención, que recordara lo que había sucedido, o lo que creía que había sucedido, pero decidí mantenerla oculta.

El solo pensar en la probabilidad de que estaba perdiendo la cordura me asustaba, prefería no tomar eso en cuenta ahora.

Intente llevar el resto de la tarde de manera normal.

Salí a tomar aire al jardín con Helen. Escuché su divertida platica sobre algo que le había sucedido la semana pasada cuando rompió varios vasos por accidente. Intenté de verdad ponerle atención, pero cierta cuestión aun reclamaba mi mente.

Dimos una tranquila caminata por el jardín de la fuente, me mostró un nido de aves que descubrió el día que yo llegue a la casa.

-Yo estaba aquí, recogiendo algunas flores y cuando volví la mirada el nido estaba allí. Escalé un poco y noté que había tres pequeños huevos allí. Justo después me llamaron para recibirte. Aunque claro, estabas dormida. Fue extraño.

-Ni me lo digas.

-Supongo que el largo viaje te agoto.

- ¿Cómo?

-Fue lo que dijo el Señor Belikov. Que venias de muy lejos. Llevabas tiempo viajando, así que no nos sorprendió que llegaras tan cansada. No abriste los ojos por un par de horas.

-Exactamente en donde estamos Helen?

-Yo... creo que, si usted no lo sabe, yo no puedo decírselo señorita Daia.

-Está bien. ¿Qué más les dijo el Señor Belikov sobre mí?

-Que estaría de visita por un tiempo largo. Pero bueno, eso perdió todo sentido cuando nos dijo todas las reglas que usted debía seguir. Si no fuera tan joven incluso pensaría que es su padre por como la trata.

-¿Cuántos años tiene?

-Cumplirá 24 en unos meses. Solo 5 años más que usted.

-Pareciera que tiene más edad por lo serio que es.

-¿Verdad que si? Además, el antifaz no lo ayuda. Su rostro es tan bello, no sé por qué lo usa. Extraño ver sus ojos verdes, siempre protegidos por las largas pestañas rizadas. ¿No le parece injusto, señorita? Ya quisiera yo tener unas pestañas así. Y aquella cicatriz en la ceja. ¡Dios! Lo hace ver tan atractivo.

-Realmente te gusta ¿no?

-Me gusta admirarlo. Es guapo, sí. Pero es de esos hombres que no sirve para una relación sentimental. Se que, si al menos lo intentáramos, en muy poco tiempo dejaría mi corazón devastado.

Yo también estoy segura de ello.

Finalmente paramos a un lado de las caballerizas donde había árboles frutales. Ella cortó manzanas para mí. Se veían apetitosas. Comí una mientras ella bajaba más para hacer una tarta de manzana.

Todo era tan irreal. Dentro de la casa me sentía como en una mansión futurista. Pero aquí afuera, era como vivir en uno de esos libros de caballeros y princesas.

Volvimos a la casa y nos entretuvimos preparando los ingredientes para la Señora P. Las dos éramos realmente malas para pelar y picar las manzanas, y Helen había dejado caer dos veces la harina sobre ambas.

Pronto la Señora P. nos corrió de su preciada cocina y nos mandó a ver la televisión.

Me sentía realmente feliz con ellas a mi lado. Eran lo único que me mantenía alegre y sintiendo que tenía una vida familiar mas o menos normal.

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