Capítulo 8

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Me pasé el resto de la noche escuchando música acostada en la cama.

Mientras las melodías pasaban de los audífonos a mis oídos, permanecí con los ojos cerrados, a veces cantando, a veces en silencio. Sentí como si estuviera en mi cama, en mi habitación, con los posters de mis artistas favoritos pegados en las paredes, y con los grafitis que Evan había hecho adornando cada espacio. Él tenía un talento especial para eso, y le había puesto mucho corazón a todo lo que decoró en mi habitación. Cuando abrí los ojos y vi el techo blanco, y las paredes desnudas sentí como un nudo se formaba en mi garganta. Esta no era mi habitación, este no era mi hogar y esta no era yo.

Tan rota... tan perdida.

No sabía en donde estaba, ni con quien estaba. No conocía a nadie aquí y solo quería volver a mi casa. Me sentía tan destrozada emocionalmente como lo estaba antes de que Evan me sacara del orfelinato. Aquellos horribles pensamientos prohibidos y dañinos luchaban por salir de donde los había enterrado, en el fondo de mi mente. No podía volver a aquel lugar obscuro, no ahora que Evan no estaría para sacarme de ahí.

Comencé a llorar y abracé una de las almohadas que tenía cerca mientras intentaba que mis sollozos no fueran escuchados. Me rompí una y otra vez en aquella cama, deseando volver el tiempo atrás, poder abrazar a mamá más fuerte aquella última vez, o simplemente no haber salido de casa aquel día.

Cerré los ojos y enterré la cara en la ahora mojada almohada. La cabeza me dolía otra vez y yo no podía parar de llorar. Cuando me sentí exhausta mis ojos se cerraron mientras yo soltaba unos últimos suspiros antes de quedarme dormida.

...

Mi mente me llevo a un espacio obscuro y pequeño donde sentí como me hundía en mis propias lágrimas, no podía nadar y los pulmones me quemaban al llenarse de agua. Caía hacia el fondo mientras todo se tornaba completamente negro, intentaba nadar hacia una luz, pero algo jalaba de mi más hacia abajo hasta que me azotaba contra el duro suelo. Me encontraba sujetada de los brazos manteniéndome inmóvil y cuando quise gritar, ya no tenía voz. Vi como de la obscuridad emergía una silueta masculina que me mostraba una sonrisa tenebrosa; cuando abrió la boca, las sombras brotaron de su interior y se acercaron escurridizas hacia mí.

Abrí los ojos con un grito atorado en la garganta mientras miraba asustada a mi alrededor.

Quise moverme, pero no pude, estaba sujetada a los postes de la cama con las mismas cadenas que tenía la otra vez. Gracias a una corriente de aire me percaté de que no tenía más que unas bragas puestas. No entendía cómo me habían quitado la ropa sin despertarme.

Él se encontraba parado frente a la cama, mirándome siempre a través de su antifaz. Al verlo caminar hacia a mí, sentí que mi corazón comenzaba a latir rápidamente en mi pecho y en mi cerebro se disparaba una alerta.

Sonrió igual que en mis sueños y yo comencé a sudar.

Quise gritar, pero él rápidamente coloco su mano sobre mi boca mientras sus ojos me lanzaban una seria advertencia.

Cuando dirigió su boca a mi cuello, desperté.

Había sido otro sueño.

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