Capítulo 4

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Desperté agitada y cubierta en sudor. Abrí poco a poco los ojos y observé por primera vez a mi alrededor. Me encontraba en una habitación bastante elegante, todo lo que mis ojos miraban parecía realmente costoso.

Me senté en la orilla de la cama y una corriente de aire me hizo darme cuenta de que ahora traía puesta otra ropa, unos pantalones cómodos y una blusa de tirantes a juego, mi vestido no estaba allí. Caminé descalza hacia la puerta más grande y noté que estaba cerrada con llave, no podía salir.

Recorrí la habitación por completo abriendo todas las puertas que encontré de la manera más silenciosa posible. Una daba al armario; otra al baño, en el cual hice una parada; y un ventanal que llevaba a un balcón, cerrado también.

Revisé los cajones del armario y el tocador, pero solo encontré ropa y accesorios para mujer, específicamente para mí. Una vez que me cansé de dar vueltas por todo el lugar volví a recostarme en la cama. Miré el reloj que estaba pegado en la pared de enfrente justo arriba del tocador, eran las 8 de la noche.

Si me dejaba llevar por la ilusión un momento, podía sentir que estaba hospedada en un lujoso hotel, pero nada más alejado a la realidad.

Extrañaba a mis padres, y sentí pena por ellos. Seguramente estaban muy preocupados. Tal vez ya tenían a todo el cuerpo de la policía buscándome. Quise decirles que estaba bien, que estaba viva, y que pronto nos volveríamos a ver. Guardaba la esperanza de poder salir de este lugar y volver a casa con ellos.

El ruido de la cerradura me puso alerta. Era un hombre alto y fornido con aspecto aterrador.

-Vuelva a la cama señorita- dijo serio.

No era la voz que recordaba.

Obedecí y el sujetó mis manos a la cama con unas cadenas, luego vendo mis ojos y posteriormente volvió a colocarme la mordaza en la boca.

Sentí cuando se alejó de mí y después escuché que salía de la habitación. El tiempo pasó hasta que me sentí aburrida y después cansada. Por primera vez dormí sin necesidad de que me obligaran.

...

Una caricia en mis muslos me hizo despertar, no lo suficiente, aun me sentía como si estuviera dentro de un sueño. Escuchaba una voz a lo lejos, pero no entendía que era lo que decía. Sentí que me despojaban de mi ropa interior, que era lo único que traía puesto y una alarma se encendió en mi cabeza, pero seguí sin poder mover una sola parte de mi cuerpo a pesar de que no me encontraba amarrada como lo recordaba.

-No puedo esperar más, me tienes loco Daia. - murmuro en mi oído con desesperación

Mi nombre en su boca sonaba asqueroso.

Un fuerte dolor en mi feminidad me hizo retorcer.

Intente hacer algo, pero no tenía control sobre mi cuerpo en absoluto, y por más que quería alejarlo de mí no lograba que mi cerebro mandara las órdenes a mis extremidades

Era como en aquellas pesadillas en las que alguien te persigue y por más que quieres correr no consigues moverte siquiera.

Sentí su cuerpo húmedo pegarse al mío una y otra vez, mis piernas se sentían dormidas y mi feminidad palpitaba. Lloré, rogando por que el dolor se terminara.

Quise pellizcarme para despertar, pero no conseguí mover mis manos.

Subió su mano por mis muslos hasta llegar a mis pechos, luego me sujetó fuertemente del cuello mientras daba sus últimas estocadas. El largo gemido que emitió me dejo saber que había terminado. Su miembro aun palpitaba dentro de mi cuando se recostó sobre mi cuerpo intentando regular su respiración.

Todo había pasado demasiado rápido, y apenas había asimilado toda la situación.

Seguí derramando lágrimas y lamentos silenciosos. Él se recostó a mi lado y escuché como poco a poco su respiración se volvía más lenta y profunda. Se había dormido.

Cerré poco a poco mis piernas, pero aquella extraña sensación en mi feminidad se quedó ahí por un buen rato.

A pesar de haber dormido las últimas horas, no pude mantenerme despierta, así que poco a poco me fui rindiendo ante el sueño.

...

Una discusión a gritos me hizo abrir los ojos. Mi cuerpo se encontraba completamente libre y con otra ropa diferente a la que recordaba. Inmediatamente un pensamiento llego a mi mente

¿Lo de ayer había sido real?

Por el ventanal pude ver los tonos grises de la mañana. Eran apenas las 6, el sol aun no salía y afuera ya se escuchaba bastante actividad.

- ¿Cómo puedes tenerla aquí? ¿y así? - era una mujer molesta la que gritaba.

Las voces se fueron alejando, pero ella siguió discutiendo.

Minutos más tarde una mujer mayor entró a la habitación con una bandeja de comida.

-Para que desayunes mi niña- su voz era dulce y la mirada tierna en sus ojos logro tranquilizarme.

La dejó a lado de mí y se retiró antes de que pudiera decir algo.

Comí el emparedado y el jugo que me había traído y después me recosté en la cama mirando una de las paredes intentando recordar lo que había pasado. Después de un rato mi mente me grito que solo había sido un sueño, pues la lógica así lo indicaba.

Ahora tenía el mismo pantalón y playera que ayer por la tarde, no sentía ningún dolor en absoluto en ninguna parte del cuerpo, y no había signos de que lo de ayer realmente hubiera pasado.

Finalmente me rendí y viaje a mi lugar feliz, los recuerdos de la niñez que tenía con Evan. Cerré los ojos y recordé sus abrazos, y la manera en que me cantaba cuando algo me hacía sentir mal. Recordé a mis padres y los imaginé llorando uno abrazado del otro preocupados porque yo no aparecía.

Las lágrimas volvieron a bajar por mis mejillas, quería gritar hasta sacarlo de mí. Contuve los sollozos y comencé a temblar. Me hice un ovillo abrazando mis rodillas. Murmuré el nombre de Evan una y otra vez y lloré hasta que sentí que no podía más con el dolor. Mi cuerpo continúo temblando, provocando dolor de cabeza. Cuando no pude más, dejé que la obscuridad me consumiera.

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