Capítulo 14

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Dejé que el aire que estaba conteniendo en mi cuerpo saliera al ver con alivio que quien abría la puerta era la Señora P. y no el amo. Por la luz que había detrás, ella se proyectaba como un ángel, y comenzaba a creer que realmente lo era.

No pude evitar correr a abrazarla y llorar de felicidad ya que estaba ahí salvándome.

Me abrazó con fuerza y con una seña me hizo guardar silencio. Me sacó de aquella habitación y con rapidez me llevó de vuelta a la mía. Una vez allí, no pude dejar de agradecerle lo que había hecho por mí. Ella me sonrió y acarició mi mejilla.

-Todo esta bien ahora mi niña- dijo con tranquilidad

La señora P. enjugó mis lágrimas y salió de la habitación pidiéndome que la esperara dentro. Minutos más tarde entró con dos charolas llenas de comida para mí. Cuando mi estómago percibió el aroma que emanaba de ellas comenzó a quejarse con mas fiereza.

Inmediatamente me senté en la cama y devoré todo lo que había en ellas. Bocado tras bocado sentía que nuevamente llenaba mis vacíos y a pesar de que ya me encontraba satisfecha no pude evitar seguir metiendo alimentos a mi boca.

Por suerte la señora P. había traído alimentos ligeros. Una ensalada de verduras, un emparedado, una jarra de jugo de naranja, fruta picada, yogurt y gelatina. Ella sabía que yo no podría evitar comerme todo, así que me hizo llenarme de cosas saludables.

- ¿Dónde está él? – pregunté cuando acabé con todo en los platos.

-En su trabajo, lo llamaron por una emergencia- murmuro enojada, aunque yo sabía que no era conmigo- no volverá hasta mañana en la primera hora de la tarde. - dijo cambiando su tono por uno más dulce.

Miré el reloj. Bien, tenía 18 horas libres de él.

Sentí que el cuerpo entero se me relajaba y me recosté por completo en la cama.

-En un par de horas tendrás hambre de nuevo, así que iré a prepararte algo más. Mientras puedes ver la tele, mandé ponerla esta tarde para ti, te dejé algunas películas que podrían gustarte. Regreso más tarde mi niña

A pesar de que la idea de quedarme sola me asustaba, sabía que él amo no estaría en casa, así que no tendría que preocuparme de nada.

La nueva tele se encontraba sobre un mueble frente a la cama y el tocador había pasado al otro lado de la habitación. Puse el primer disco que mi mano tocó, era una película animada para niños, y dejé que comenzara a correr sin siquiera prestarle atención.

Cuando las increíbles aventuras que una niña hawaiana tenía con su perro extraterrestre terminaron, la señora P entró al cuarto con otra bandeja.

Al mirar lo que había en ella, no pude ocultar mi sonrisa.

- ¿Lasagna? ¡Es mi favorita! - dije emocionada

-Lo se mi niña, la hice justo como te gusta. - ella me sonrió de regreso

Frente a mi había un plato con lasagna, una canasta con pan calentito y a un lado una copa de un liquido blanco que espumeaba.

-Es vino blanco espumoso, creí que sería buena combinación- dijo al ver mi interés por el contenido de la copa.

Le di un sorbo a la bebida y sonreí ya que sabía realmente exquisito.

Le agradecí a la señora Perkings y cuando ella salió de la habitación comencé a comer, esta vez con lentitud para disfrutar de verdad la comida.

Con cada bocado que daba sentía como mi paladar se iba directo al cielo, y con cada sorbo de vino espumoso sentía que me relajaba cada vez más y más.

Apenas llevaba la mitad del platillo, pero mi copa había sido llenada más de las veces necesarias.

Terminé de cenar y dejé el plato vacío en la mesa de noche junto con la botella de vino ahora vacía también. Nunca había tomado más de dos copas de cualquier licor, así que jamás había vivido una borrachera, pero había visto a papá y a Evan bajo los efectos del alcohol. Ellos se mostraban risueños, pero nunca más allá.

Cuando me levanté para poner otra película, sentí de la nada un mareo más intenso. De un momento a otro no podía controlar mi cuerpo.

¿Esto era lo que se sentía al estar ebria?

Mi cuerpo se tambaleaba y la habitación entera me daba vueltas, algo que al parecer me resultaba muy gracioso ya que no podía dejar de reír.

Cuando logré calmarme comencé a hablar conmigo misma entre tropezones

-Cálmate Daia, todo está bien. - me dije entre risas mientras caminaba sosteniéndome de las paredes.

Sin ser capaz de controlar ningún aspecto de mí, abrí la puerta de la habitación y caminé por el pasillo chocando con cada mueble que se me atravesaba. Con una mano tapé mi boca para que no se escucharan mis risas y comencé a bajar las escaleras.

-Es una casa muy bonita, es elegante. ¡Soy una princesa! - grité divertida de la situación.

Llegué al final de las escaleras y la luz de la entrada se iluminó.

-Shhh Daia, te van a escuchar- me dije a mi misma cuando vi una silueta en el vidrio de la puerta.

Volteé a ver el piso, y cuando devolví la vista a la puerta Evan estaba parado frente a mí.

Miré sus ojos, sorprendida y mientras caía al suelo alcancé a observar su gesto lleno de miedo y confusión. Desde donde me encontraba ahora, solo alcancé a ver como sus elegantes zapatos se acercaban a mí.

-Evan- murmuré mientras cerraba los ojos y mi mente se perdía en la obscuridad

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