Capítulo siete

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Kayla se encuentra en un lugar lleno de paz y tranquilidad. Está caminando, extrañada —pues no tiene idea de  qué clase de lugar es ese, ni de dónde se encuentra ahora mismo—. Visualiza una silueta a lo lejos —al parecer masculina— y se apresura a llegar hacia ella. Puede notar que es un señor de espaldas, pero le resulta... familiar.

-Señor. ¿Me podría decir dónde estamos?- Kayla le toca el hombro al señor, que pronto se gira rápidamente, dejando a Kayla sorprendida

-Hija...- susurra el señor con una sonrisa en el rostro. Kayla se abalanza a sus brazos y llora de la felicidad

-¡Papá, estás aquí!- grita la chica emocionada

Pronto, comienza a sentir que se sueltan de su agarre y el señor que resultó ser su padre, se aleja de ella, como si la corriente se lo llevara. Sin que él moviera un músculo.

-¡Papá!- grita Kayla estirando la mano, intentando alcanzarlo. Pero es inútil, algo no la deja avanzar

Nota como su padre se desvanece y el lugar se rompe cual espejo, en pedazos.

-¡Papá!- grita Kayla, despertándose.

Se sienta en su cama y puede notar que su cara está mojada, mojada de lágrimas y sudor causadas por aquel sueño tan misterioso. La chica agarra su móvil y puede notar que son las "4:30 am"

-Hora de levantarse.- susurra la chica tallándose suavemente la cara

Se levanta de la cama y se dirige al baño, dispuesta a darse una ducha. Abre la llave y trata de ignorar lo que acaba de pasar en su sueño, pero simplemente no puede ¿Es que acaso es una señal de algo? No, no tiene sentido ¿Qué clase de señal sería? Ese sueño no me dice nada... ¿o sí? Quizá no deba ir a España después de todo.

Kayla despertó de su trance al escuchar una voz, la de su madre.

-¡El desayuno está listo!- gritó desde las escaleras. Kayla se apresuró a vestirse y salió de la ducha lo más rápido que pudo.

Se cepillo el cabello, dejándolo suelto, cogió su móvil, sus audífonos y salió de su habitación, yendo directo hacia la cocina.

-Aquí está tu desayuno.- la madre de Kayla dejó un plato de huevos con tocino, Kayla solo hizo una sonrisa forzada en su rostro y comenzó a comerse su desayuno —más bien, a picotearlo, si, eso.—

-Hija ¿está todo listo?- Kayla asintió -Bien. Iré a sacar el coche, baja tu maleta.- Kayla se levantó y se dirigió a su cuarto, sin decir una sola palabra. Para ser sinceros, el ambiente era muy pesado; era un ambiente deprimente, donde hacía falta mucha alegría. Alegría que las dos chicas —madre e hija— no podían encontrar por ningún lado.

Kayla bajó su maleta y salió de la casa, poniéndola en el maletero del automóvil. Ese automóvil, uno de los muchos automóviles que la familia tenía. No iban a irse en el carro del accidente, estaba claro; no porque trajera malos recuerdos, si no porque estaba destrozado —literalmente—

Vio por última vez la gran casa que estarían apunto de dejar para irse a vivir a España, ¿cuándo fue que su vida cambió tan repentinamente? Lo tenía todo.

La chica dirigió su mirada a otro lado y se subió al automóvil en el lugar del copiloto, cabizbaja.

-Abróchate el cinturón.- fueron la últimas palabras que se escucharon antes de arrancar el automóvil y emprender el camino al aeropuerto.

Kayla debería sentirse feliz, pues cumpliría su sueño y podría terminar su carrera como abogada, pero la verdad eso es lo que menos le importaba. Un nudo en la garganta y ganas de llorar eran lo que sentía Kayla, no felicidad.

Finalmente, llegaron al aeropuerto y comenzaron a bajar —nuevamente— las maletas del coche. Las llevaron hasta al aeropuerto y prepararon todo.

-Bien, vayamos.- dijo la madre en un suspiro. Kayla solo se limitó a seguirla

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Prohibido enamorarse; rdgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora