Los siguientes entrenamientos tampoco son tan fáciles, ni mejoran en comparación con el primero. Even es tal cual Kia me lo definió: buen maestro, pero demasiado estricto para alguien que jamás tuvo algo que entrenar. Se dedica a corregir cada uno de mis movimientos, analizándolos con rigor.
—Estás demasiado tensa. Calma tus hombros —me dice, pasando justo a mi lado—. La única vía para que aprendas a controlar tu don sin que él te domine a ti, es con seguridad. Le tienes demasiado miedo al poder, pero él solo hará lo que tú le ordenes que haga.
Se refiere al hilo, que revolotea por el aire con los mismos movimientos de una serpiente. Parece zigzaguear sobre mi cabeza, sin control alguno. Ataca todo lo que se mueve, lo que primero parezca una amenaza, sin responder a mis constantes tirones para volverlo hacia atrás.
—Respira, treinta y seis. No estás en una carrera.
Cada vez que lo intento, lo único que consigo es que el hilo se tense para intentar alejarse de mí. En más de oportunidad, lo hizo con tanta fuerza que casi caigo de bruces sobre el suelo. A mi alrededor, el resto de personas que intentan entrenar me miran con cierto recelo, como si todo lo que pudiesen ver en mí es una persona fuera de control.
Al resto no parece costarle tanto.
Jean tenía razón. Soy nueva en un área en la que quienes me rodean llevan años de experiencia, años de ventaja que hacen una diferencia enorme, casi abismal. Verlos tan relajados solo agrega kilos y kilos de peso a mi espalda, haciendo brotar la chispa de la vergüenza y de la humillación a la cual ya estoy acostumbrada.
—Deja de mirar tanto al resto, concéntrate en ti.
Puede ser que Even sea el mejor entrenador del mundo, pero hay algo en él que de momento no parece conectar del modo correcto conmigo. No sé si se debe a que es nuestra primera clase juntos, o si es porque el peso de la mentira está siempre presente en mi mente, trayendo consigo el remordimiento. De estar con Kia, sé que no me sentiría así de culpable, pero con Even es un miedo constante a que se de cuenta, a que sospeche que este no es mi don, y que jamás lo fue.
—Por Dios. Estoy intentando ayudarte, Ginebra, pero no puedo hacerlo si estás en las nubes —dice entonces, deteniéndose por completo.
Acaba de ponerse de pie, justo delante de mí. Llevamos toda la mañana luchando cuerpo contra cuerpo, lo cual solo nos dejó a ambos enteramente sudados. Él tiene una habilidad increíble para esquivar el hilo cuando éste intenta aprovecharse de él, lo cual sirvió para hacerme entrar en confianza y perder el miedo a herirlo sin darme cuenta. Even sabe lo que hace, aun sin demostrarlo con su don.
—Lo siento —me disculpo, bajando la cabeza—. Es solo que... esto es difícil para mí.
—Lo sé —sostiene, tomando una bocanada de aire para luego expulsarla con lentitud—. Pero es justo por eso que necesito que te concentres, ¿de acuerdo? Rosé quiere ver progresos en ustedes antes de que termine la semana.
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Deja que brille ©
Ciencia FicciónLos humanos se cansaron de ser débiles y ordinarios. ¿Qué fue lo mejor que pudieron hacer? Cambiar. ¿Pero qué es imposible alterar? Un error. Por eso existe Ginebra, por eso es una de otras tantas personas que siguen naciendo sin un don y por eso, t...