Capítulo 18: Cuando una montaña se derrumba (I)

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El precio de la venganza. Capítulo 18: Cuando una montaña se derrumba (I).

Todavía no había amanecido y excepto por los ruidos de los coches que llegaban desde la calle, preparándose ya para otro día de rutina, todo el lugar se hallaba en silencio. Hacía un par de horas, quizá algo menos, que Johann le había traído de regreso a casa, y desde que éste se había marchado Marcus había permanecido observando el cuerpo durmiente de Joel. No se preguntaba qué había podido llevar al mayor a acabar así, pues creía saberlo perfectamente, aunque sus propios problemas habían hecho que olvidara por completo las fechas en las que se encontraban. Fechas en las que sabía debía mantener un ojo puesto sobre Joel.

Parecía tan ajeno a todo en sus sueños. Dormía plácidamente como lo hubiese hecho un recién nacido tras una intensa y agotadora rabieta. En momentos así, observándolo, Marcus no podía evitar preguntarse, aunque nunca lo fuese a decir abiertamente, cómo era posible que Joel siempre aparentase ser feliz, a todas horas del día y, podía afirmar por experiencia, también de la noche. Bromeaba como el que más y siempre intentaba hacer reír a aquellos importantes para él. Sobre todo a Marcus, aunque eso a veces lo sacase de sus casillas.
Sin ser consciente de ello, pues seguramente de haberlo sido no lo habría hecho, acarició con suma ternura los cortos cabellos castaños. Joel se sacudió en sueños, respirando con fuerza como lo habría hecho un animal al que de golpe sacaban de sus sueños para hacerlo despertar por unos segundos en un lugar desconocido. De forma vaga abrió los ojos, enfocándolos en el rostro que tantas veces veía al despertar. Aunque no tantas como querría.

— ¿Cómo he...? —dejó la pregunta en el aire analizando la habitación con la mirada y a sí mismo. Ya no estaba tan mal como una horas atrás, el alcohol había ido perdiendo efecto, aunque todavía se encontraba muy confundido. ¿Cómo había llegado él solo a casa?

— Johann.

— ¿Johann? Joder, Marcus, sabes que te quiero y eso, pero a veces no entiendo una mierda de lo que hablas y ahora no estoy para acertijos de los tuyos.

— Que ese chico te trajo aquí —explicó rodando los ojos con exasperación, casi tanta como la que sentía Joel cuando él le hablaba con monosílabos—. Me llamó desde tu móvil para preguntarme dónde vivías. Cuando te trajo parecías un figurante de The Walking Dead.

— Oh... Lo siento. Joder... Es solo que...

— ¿"Solo que"...?

Joel no continuó la frase a pesar del intento de Marcus, y su mirada se clavó en las sábanas. Tenía el ceño fruncido y respiraba con lentitud y profundamente.
Marcus lo observó, en silencio una vez más como había hecho horas atrás para velar su sueño. Sabía que en esas fechas, cuando Joel actuaba así y se esforzaba por mirar un punto fijo, estaba por derrumbarse.

— Marcus... Puedes... ¿Puedes dejarme solo? Por favor. —Para Joel, que estaba acostumbrado a ser esa estrella molesta que danzaba de aquí para allá siempre riendo y casi la mayoría de la veces, haciendo reír a los demás, dejarse ver de aquella manera y justo frente a la persona que más le importaba, le producía tal desasosiego en el pecho que prefería tenerlo lejos.

— No.

— Marcus, joder. Largo de aquí.

Joel se mordió el labio inferior con fuerza. No de aquella manera tan sexy, como le gustaba que Marcus hiciese para provocarlo antes del sexo, sino en un intento por contener las lágrimas que pugnaban por salir. Necesitaba estar solo pero Marcus no se lo permitía, y a la vez lo necesitaba con todo su ser.

No supo cómo, pues había estado demasiado abstraído en retener las lágrimas, pero en algún momento de su ensimismamiento Marcus se había despojado por completo de todas sus prendas y lo abrazaba con fuerza mientras se deshacía también de las suyas. Ahogó un sollozo cuando Marcus lo hubo desnudado y susurró en su oído un «todo está bien», logrando por un lado romper del todo la fachada de Joel, pero también reconfortarlo. Tres palabras salidas de los labios de Marcus, podían mover demasiadas cosas en su interior. Podía moverlo hasta los cimientos más profundos, arraigar en sus raíces y quedarse allí. Tan solo tres palabras de Marcus podían con Joel.

Los dedos, más pálidos y finos que los suyos se deslizaron por su piel. Sin prisa, sin pausa, lo acariciaban transmitiendo directamente a su ser cada palabra de aliento, de ánimo y de cariño que Marcus no quería o bien no sabía expresar de manera convencional. Los labios no devoraban los suyos, sino que se fundían hasta ser uno solo, delineaban cada lugar de su cuerpo, cada músculo, cada poro, cada vena y tendón. El oxígeno ya no era consciente de quién de los amantes lo inhalaba y quién después lo exhalaba, pero cautivado por ambos igualmente se dejaba ir y venir. Las caderas, más delgadas que las suyas pero de igual forma poderosas, empujaban contra las suyas mientras sentía las sábanas deslizándose bajo su espalda con cada embestida que su cuerpo sufría, invadido por el del contrario. El dolor no era otra cosa sino la prueba de un acto de amor no acostumbrado, quién sabe si romántico o filial. Y los gemidos y los sollozos... Los sollozos eran suyos y Marcus los acallaba entre besos, tan ligeros como un débil soplo de viento en verano, para después eliminar sus lágrimas, bebiéndolas como habría hecho con las gotas de rocío halladas en un oasis en mitad del desierto más árido. Los gemidos pertenecían a ambos, y al igual que sus labios, sus alientos y sus partes más íntimas, que no vergonzosas, pues ninguno jamás usaría adjetivo tal para ellas, se encontraban tan sincronizados, tan juntos, tan unísonos, que podrían haber sido confundidos con los de una única persona. Marcus no le estaba haciendo el amor a Joel. Joel no le estaba haciendo el amor a Marcus. En ese momento, en ese lugar, en esa habitación que ahora emulaba un templo de abstracción en el espacio para ambos, no había un «ambos», sino una única persona, consolándose a sí misma, haciéndose el amor a sí misma.

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Autor:
Seguramente estaréis muy decepcionados con la escena de sexo entre Marc y Joel (además de por la corta extensión del capítulo), por no ser tan explícita como podría haber sido. Pero debéis entender que a veces es necesario narrar así según los sentimientos de los personajes. Ese momento concreto de sexo, en realidad para ellos no era sexo, sino la única forma que Marcus conoce para transmitir ánimos a Joel.
Habrá más momentos sexuales en la novela, más en la línea de lo que estáis acostumbrados a leer, pero hoy quería permitirme, a mí y a Joel, un momento aislado de sexo, amistad y cariño sincero.

Me gustaría que me dijeseis cuál es vuestra impresión de la relación que Marcus y Joel mantienen, si pensáis que uno se aprovecha del otro o cosas así.

¡Feliz 2016 a todos mis lectores!

El precio de la venganza [EN CORRECCIÓN] [Homoerótico/Gay/Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora